NUEVA MARSELLESA
Un puerto color pastel y las manos maestras de Le Corbusier y Norman Foster dieron nuevo brillo a la ciudad del Mediodía francés. En Cité Radieuse, un restaurante maravilloso, Le ventre de l´architecte
El famoso puerto del sur de Francia cambió el curso de su mala reputación y hoy es un polo turístico fundamental. Creatividad provenzal.
Hasta que la Unión Europea designó a Marsella Capital Europea de la Cultura en 2013, fue una de las ciudades más subvaluadas del continente europeo. Emplazada en un espléndido puerto mediterráneo, rodeada de colinas y bendecida por un promedio de 300 días de sol, museos variados, considerables restaurantes y una vital población multicultural, tiene casi todo lo que un visitante podría pedir. A causa de su reputación áspera los turistas preferían Aix-enProvence, Avignon, Arlés y Nîmes para sus estadías en el sur de Francia. Sin embargo, en los últimos años, una nutrida inversión financiera pública y privada de 600 millones cambió la cara de muchos vecindarios descuidados y recicló como centros artísticos viejos edificios industriales, de tal modo que ya es irresistible. En el pasado, en el vívido puerto, repleto de veleros de pesca y yates de lujo, no podía hacerse nada más que estar un rato. Gracias a una inteligente planificación urbana, se ampliaron senderos y plazas y eso cambió. Docks desperdiciados dieron paso a embarcaderos y casas-bote y las ocasionales esculturas se volvieron frecuentes en toda la ciudad. El estudio de Norman Foster fue contratado para ordenar los elementos de la plaza, donde se hacían conciertos y se presentaban ballets. El resultado es un pabellón elegante denominado Ombrière. Una lámina de acero brillante, sostenida por ocho columnas refleja todo lo próximo, de modo que de noche, el mar se multiplica en el cielo y el puerto. Un corto sendero hacia el norte del puerto conduce al imponente Fuerte San Juan, del siglo XII, donde se abren dos puentes peatonales angostos. Uno lleva hasta el laberíntico distrito histórico Le Panier, emplazamiento de las ruinas griegas del 600. El lugar, dinamitado por los nazis en 1943, hace tiempo que alberga inmigrantes italianos y corsos, en un comienzo, y más recientemente de Africa, Sudamérica y Asia. En el centro del distrito histórico, el antiguo hospicio Vieille Charité, alberga los Museos de la Arqueología Mediterránea y el Arte Africano, oceánico y amerindio. Captar el ambiente del distrito requiere caminar por pasajes angostos alineados de cafés,
restaurantes, atelieres y casitas destartaladas, en una atmósfera que recuerda a Montmartre en París. A poco de alcanzar en la cima la Place des Moulins (su nombre proviene de los 15 molinos que alguna vez estuvieron aquí), estará en una plaza arbolada enmarcada en casas color pastel. El segundo puente desde el Fuerte San Juan conecta con una explanada y dos museos nuevos deslumbrantes: el de la Civilización de Europa y el Mediterráneo (Mucem) y el Villa Mediterranée. Ambos ofrecen vistas panorámicas de Marsella y el mar que cortan el aliento. El Mucem tiene un restaurante en la terraza, a cargo del chef Gerald Passédat, con tres estrellas Michelin. Además de celebrar las culturas locales, Ville Méditerranée tiene la forma de una C gigante con una pileta interior que puede recibir botes y nadadores. Conciertos, seminarios y proyecciones se celebran en el auditorio, bajo el agua, para sentirse dentro de un acuario. A corta distancia hacia el Norte, se llega a otros centros, que reciclaron espacios industriales: Silo, que presenta espectáculos, y HangarJ1, una terminal de ferry reconvertida en centro comunal; y el Musée de Regards de Provence, ex espacio de inmigrantes, ahora centro de arte regional. Otras dos exhibiciones fuera de serie requieren tomar un bus desde el centro, pero vale la pena el esfuerzo para ver el jardín de esculturas que corona la famosa Cité Radieuse de Le Corbusier, el edificio de cemento de 1952, creado para solucionar el problema habitacional en forma moderna. Además de 300 departamentos espaciosos, el edificio tiene negocios, servicio médico, centros educativos y actividades deportivas. También luce un coqueto hotel de tres pisos y un restaurante maravilloso, Le ventre de l’architecte. Muy cerca se encuentra el Museo del Arte Contemporáneo. Y como si todo esto fuera poco, la playa muy cerca. Marsella no perdió del todo su reputación de ciudad ensombrecida por el crimen. La región, que incluye Aix en Provence y Arlés, se encuentra tercera en el ranking nacional de robos, detrás de París y Seine - St. Denis. Sin embargo, una mayor presencia policial y cámaras urbanas cambiaron drásticamente, a favor de los turistas y de los marselleses.