Ricardo Lagorio llegó este jueves a Moscú como el nuevo embajador argentino ante la Federación Rusa. Además de la agenda política y económica que ha coordinado en las últimas semanas con diversos ministerios, llega con una agenda futbolera con la vista puesta en el Mundial de Rusia 2018.
Diplomático de carrera, Lagorio integró los equipos de trabajo de política exterior de Daniel Scioli durante la carrera presidencial de 2015; eso no impidió que fuera convocado por la canciller Susana Malcorra a poco de que asumiera. Además de sus pergaminos académicos y su pasión por la literatura, el embajador tiene una debilidad: River Plate.
En su juventud fue arquero y su mayor ídolo es Amadeo Carrizo. Su hermano le inculcó la pasión “millonaria” cuando lo llevaba a ver los partidos de Tercera, Reserva y Primera. Hace pocas semanas se dio el lujo de atajarle un penal a Fernando Cavenaghi en el Monumental. Tiene una excelente relación con el presidente del club, Rodolfo D’Onofrio.
Para el diplomático, el vínculo futbolístico con Rusia, próximo país sede del Mundial, puede ser la frutilla del postre de una relación estratégica. Por eso tendió puentes con la AFA y ayudó a organizar, junto con el embajador ruso Viktor Koronelli, un partido amistoso entre las dos selecciones el próximo 11 de octubre. Para llegar al presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, recurrió a otro hincha de River: Facundo Moyano.
En una presentación realizada el año pasado en Chile, Lagorio sostuvo que la administración Cambiemos debía afianzar las relaciones con China y Rusia, desarrolladas durante el anterior gobierno, y reconectar con las potencias occidentales con las que se había deteriorado la relación.
En la era kirchnerista hubo ambiciosos proyectos conjuntos: centrales nucleares, hidroeléctricas y compra de armamento avanzado. Sin embargo, su concreción se ha visto condicionada por la limitada capacidad de financiación que puede ofrecer ese país, un dato clave para la Argentina.