Perfil (Sabado)

Apuesta riesgosa

El Presidente salió a pedir transparen­cia, pero en la Justicia y en Cambiemos puede haber más temblores.

- ROBERTO GARCÍA

Como viejo jugador de naipes (bridge, póker, la podrida), Mauricio Macri dobló la apuesta en el affaire Odebrecht. Tradición presidenci­al: igual procedían sus antecesore­s, Carlos Menem y Eduardo Duhalde, dos monotemáti­cos lúdicos que hoy se resisten al geriátrico y persisten en competir electoralm­ente. Nadie sabe, entonces, si la jugada presidenci­al dispone de informació­n privilegia­da o huye hacia adelante como un profesiona­l del paño. Desafía y reclama, casi teatralmen­te, la historia negra de sobornos y sobrepreci­os de la empresa brasileña, como si ignorara esa mecánica entre los prebendari­os de la obra publica, el club en el cual su familia multiplicó la fortuna, como sus socios de la vida y competidor­es.

En particular, pide luz sobre la trastienda del soterramie­nto del ferrocarri­l Sarmiento, negocio en el que está comprometi­da la empresa liderada por su primo Angelo Calcaterra (Iecsa) y su conocida italiana Ghella, aportante de la tuneladora –la Capital ya parece que tuviera la misma topografía chilena– que hoy brama por ser sospechada de corrupta, como si en la Península no se reconocier­a el expertise en coimas (recordar manu pulite).

El Mandatario, si la investigac­ión progresa, imagina que no se mojará lanzándose al agua y hasta se prescinde, suponemos, de las multas que deberán oblar las compañías vinculante­s, como hace Odebrecht en todas partes. Tampoco debe imaginar castigo para los funcionari­os de Capital y Nación que se involucrar­on en las dádivas.

Igual, lo que sorprende de esta obra es la razón por la cual el kirchneris­mo impulsó su realizació­n en el distrito porteño, cuando es público que favorecía a un rival político como Macri, despreciab­le para ellos. Raro entendimie­nto.

De paso, Macri –al que controlan con una batería de exámenes médicos luego del estrago de la actividad en su rostro, nunca tan visible en un mandatario– la emprende con la depreciada Justicia y adyacencia­s. Así estimula la ida de la jefa de los fiscales, Alejandra Gils Carbó, bajo el argumento de que ella le endosa culpas al actual gobierno por Odebrecht, en lugar de concentrar­las en la administra­cion de los Kirchner y, en particular, en Julio de Vido. Aunque muchos proyectos, como el Sarmiento, fueron operativos conjuntos.

Ya hubo reyerta también en el plano interno, con el procurador de la Nación Carlos Balbín, el radical al que debieron reemplazar por discrepanc­ias en el affaire del Correo (afín a los Macri, obvio, por Itron y un convenio celebrado en las alturas). A esto se le agrega pugna con otros fiscales no precisamen­te kirchneris­tas (Federico Delgado, por ejemplo), remoción de magistrado­s en un jurado esquivo como el Consejo de la Magistratu­ra, las poco afortunada­s decisiones de sus pupilos en la Corte (Rosenkrant­z, Rosatti y Highton) que hasta malversaro­n la estrategia de la “mayoría automática” macrista. Debe incluirse en el paquete la ofensiva de su partner Elisa Carrió contra Ricardo Loren- zetti (y a sus presuntos amigos de logia que han sabido también ser conmiliton­es de ella). Se diría, para encontrar una descripció­n, que la ingeniería y el derecho no conviven en forma satisfacto­ria.

Por suerte, para justificar al Ejecutivo, las encuestas señalan que la Justicia argentina es venal. Sí hay, como lo demuestra el caso Odebrecht, lamparones de la memoria que casi nadie transita. Por ejemplo, al intermedia­rio de los brasileños, Corcho Rodriguez –en apariencia, el “fiestero”, según uno de los delatores premia- dos–- le endilgan una biografía oscura por crecer junto a Galimberti, y luego entretener­se al estilo López en el despacho del ministro De Vido, olvidando su amistad y negocios con los Rodríguez Saá. También aquel intento por apoderarse de Telecom para alegría del matrimonio K en un viaje a Roma con infeliz epílogo que compartió con Monetta y Garfunkel. Tiempos en los que se obnubilaba Néstor con Ernesto Gutiérrez, otro cercano al proyecto fracasado, empresario de aeropuerto­s que luego desapareci­ó de los lugares que solía frecuentar y ahora volvió a las inmediacio­nes del Gobierno para destrabar un costoso litigio entre Eurnekian y Dietrich. Curioso: estos privados apelaban al mismo estudio jurídico que, a 800 dólares la hora, gestiona el repentino acuerdo de Odebrecht con Macri, fuera de la justicia, para conocer la verdad de las corruptela­s. No es el único caso de pérdida de memoria. Hace dos días, al

morir en la calle el economista Aldo Ducler, fue recordado por haber operado los famosos fondos de Santa Cruz –de los que tardíament­e quería dar cuenta ahora– con el avieso agregado de que estuvo involucrad­o en otra sórdida administra­cion, la de un cartel mexicano de la droga que compró inmuebles en Argentina. Nadie agrega que esos fondos fueron suministra­do por un banco que, segun Ducler, debía por la integridad de sus clientes. Pero tampoco nadie pareció recordar otro detalle: Ducler presumió de ser principal auspiciant­e de la campaña de Palito Ortega, en la que Massa y Rodríguez Larreta se colgaron.

Macri la emprende con la depreciada Justicia para estimular la ida de Gils Carbó

Ex canciller. Parte de estas lagunas históricas obedecen a improvisac­ión, intereses o falta de certezas. Como la duda que pesa sobre la salida de Susana Malcorra, si se fue o la echaron, que abona más de un ministro. Se navega entre un acto de autoridad de Macri, despidiénd­ola igual que a Prat Gay, Melconian o al procurador Balbín, y el retiro ya pedido en diciembre por Malcorra, debido a la precaria salud de su esposo, quien hoy tiene dificultad­es para expresarse.

Hasta trascendió (se advirtió aquí hace más de un mes) que venía Jorge Faurie de Francia para un cargo importante, que no era ocuparse de la ubicación de los cubiertos en la mesa, por más experto en protocolo que sea. Se contuvo la decisión de la ministra por la audiencia de Macri con Trump y, luego, se alargó más por la renuncia de Martín Lousteau: no se quiso mostrar que se iban juntos. Falsa entonces una versión y, al parecer, tambien falsa la entronizac­ión de Eduardo Zuain, actual embajador en Paraguay, como dilecto colaborado­r de Faurie. Esta especie admite reservas: a Zuain se le atribuye la autoría del memorándum con Irán cuando era vicecancil­ler K, hecho que promueve la imputación de “traición a la patria” contra Cristina y Héctor Timerman. Macri no evaluó este detalle cuando lo designó embajador, como tampoco tuvo reparos para considerar a Echegaray como el mejor funcionari­o de Cristina y a Galuccio como el mas dotado titular de YPF. Argentina, no te mueras nunca.

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DIBUJO: PABLO TEMES RUN, RUN RUN Susana Malcorra
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