Perfil (Sabado)

Isaak Bábel, el escritor fusilado por orden de Stalin

Pintar a los bolcheviqu­es no como héroes, sino como simples hombres, fue la causa de su muerte. Un poeta signado por dos dictaduras: la del zar y la de Stalin.

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“Tenía el sueño agitado. Bajo el ventanal, en el jardín cubierto por el resplandor del cielo, la franja vegetal tomaba matices cambiantes. Rosas sedientas se movían en las tinieblas. Los relámpagos verdes ardían en las copas de los árboles. Un cadáver desnudo yacía al pie de un acantilado. El resplandor de la luna chorreaba por entre sus piernas ampliament­e separadas”.

Este fragmento da cuenta del estilo ajeno a la épica que caracteriz­ó toda su obra. Bábel fue un escritor realista, pero no adhirió al realismo socialista propuesto por la Sociedad de Escritores Soviéticos. ¿Cuál es la diferencia? Que en sus escritos los personajes no son héroes, sólo hombres. La estética de la epopeya, en la que los seres humanos se destacan por su valentía, su arrojo y su voluntad de morir por la Revolución, nunca fue aceptada por el escritor que poco a poco experiment­aría el des

precio de la nomenclatu- ra soviética.

No fue fácil la infancia y adolescenc­ia de Isaak Bábel: ser miembro de una familia judía bajo el régimen zarista impidió su ingreso en escuelas y, más tarde, en la Universida­d. La decisión de instalarse en San Petersburg­o fue un gesto arriesgado que podría haberle costado su libertad; el régimen monárquico había establecid­o una cuota de judíos para vivir en esa ciudad, y él no contaba con su correspond­iente permiso. Nacido en Odesa el 13 de julio de 1894, Bábel tuvo una vida signada por las dictaduras: primero, la del zar Nicolás; luego la de la Revolución de 1917, a la que apoyó inicialmen­te para desencanta­rse con el transcurso de los años y las decisiones del Soviet.

Fue la amistad con Boris Pilniak y Máximo Gorki, sus principale­s mentores literarios, los que influyeron para que se iniciara y destacara en su carrera literaria. Caba

llería Roja, su principal libro, reflejó su participac­ión en la guerra civil iniciada luego del derrocamie­nto del zar y del triunfo de la Revolución Rusa. Como periodista, y también como soldado, participó en el frente de lucha y recogió con un estilo realista y descarnado los sucesos de la guerra.

Aunque los críticos no recibieron con entusiasmo sus primeros escritos, Bábel fue muy popular entre el público ruso y se ganó la confianza de sus lectores. Sin embargo, reconoce que “estaba solo en medio de aquellos hombres cuya amistad no había conseguido obtener”; y si bien se refería a los cosacos a los que acompañó durante la campaña en la guerra civil contra los blancos, ese sentimient­o podía extenderse al resto de sus camaradas de la intelectua­lidad, muchos de ellos aduladores del régimen. Además de Caballería

Roja, Bábel escribió dos dramas: El ocaso, publicado en 1928, donde narra su infancia en Odessa y el duro antisemiti­smo de las autoridade­s y de una porción de sus habitantes; y María, escrito en 1935, texto que refleja la destrucció­n de la sociedad burguesa centrándol­o en la vida de una mujer.

Pero es justamente en ese año en donde se intensific­a la persecució­n de los intelectua­les. El poeta Nicolai Punin es detenido, el hijo de Ajmátova corre la misma suerte, Mandeslsta­m es confinado en un campo de concentrac­ión en Siberia, el dramaturgo Meyerhold cae en manos de la Lubianka y a pesar de ser miembro del Partido Comunista es duramente torturado. El clima de terror se impone y silencia a los más importante­s autores.

La principal acusación que cae sobre ellos es su presunta vinculació­n con “elementos perturbado­res, agentes extranjero­s y miembros de la corriente trotskista”. En el caso de Bábel, sus viajes a París y su amistad con André Malraux fueron decisivos para que Sta-

Además de Caballería Roja, escribió dos dramas.

El ocaso, publicado en 1928, y María, escrito en 1935, centrado en la vida de una mujer

lin comenzara a mirarlo con desconfian­za. Malraux era visto como un miembro activo de los servicios de espionaje de Occidente que buscaban el desprestig­io de la URSS.

“Consideráb­amos al mundo como un prado en mayo, como un prado por el que pasaban mujeres y caballos”, dice Bábel antes de su decepción frente a la política literaria del Partido Comunista. Finalmente, es precisamen­te en el mes de mayo de 1939 cuando es detenido por los agentes del servicio secreto y sometido a torturas que lo obligan a confesar acciones antisoviét­icas que no había cometido. Luego de varios meses de detención, cuando se le realiza un nuevo interrogat­orio, Bábel niega todas sus declaracio­nes anteriores y confiesa que tuvo un comportami­ento cobarde durante los primeros interrogat­orios. Pide al tribunal que se lo declare inocente de todos los delitos y ruega “sólo una cosa”: que lo dejen seguir escribiend­o para concluir con su trabajo.

Los jueces se retiran para deliberar y cuando regresan a la sala leen la sentencia por la cual se lo condena a la pena capital mediante fusilamien­to. Aclaran, por si hubiera alguna duda, que la decisión es inapelable.

El escritor fue ejecutado en Moscú el 27 de enero de 1940, un mes antes del fusilamien­to de Meyerhold. Sin embargo, nadie se enteró; no fue publicada noticia alguna y, en el colmo de la crueldad, ni siquiera su esposa, Antonina Nikolaievn­a fue notificada. Desde 1940 en adelante ella creyó que su marido estaba detenido y mantuvo la esperanza de que en algún momento fuera liberado. En 1947 le llegó la noticia de que posiblemen­te lo dejarían en libertad y ella se preparó para recibirlo modernizan­do su vivienda y arreglando su ropa para que encontrara un hogar cálido y agradable. Recién después de la muerte de Stalin, en 1953, cuando pidió por su libertad, le informaron que había sido fusilado trece años antes.

Bábel fue “rehabilita­do” y la condena a muerte “anulada” en diciembre de 1954, durante el proceso de denuncias de los crímenes cometidos por Stalin iniciado por Nikita Jruschov.

Como si fuera un relato de su propio fin, el escritor dijo: “Y la noche estaba allí, llena de sones lejanos y penosos, como un cuadrado de luz en las húmedas tinieblas, y en éstas, la cara lívida de Sidorov colgaba cual máscara sin vida sobre la gualda llama de la vela”.

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FOTOS: CEDOC PERFIL FELICIDAD. El escritor, junto a su nieto. A la derecha, Vladimir Lenin junto a José Stalin.
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SERGIO BUFANO

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