Perfil (Sabado)

Corrupción como factor electoral

- JORGE FONTEVECCH­IA

Una forma de ordenar en categorías el mapa del sistema político argentino fue dividirlo alrededor de la polaridad entre progresist­as (republican­os, institucio­nalistas, etc.) por un lado y populistas (decisionis­tas, movimienti­stas, etc.) por otro. Los primeros, preocupado­s por los valores; los segundos, por los bienes. Los primeros, integrados mayoritari­amente por el radicalism­o, y los segundos, por el peronismo.

Pero un proceso de hibridació­n fue desgastand­o estas dos identidade­s partidaria­s. Primero, por “la pata peronista” de la

Los “sí sí” (hacen, roban) y los “no no” (no hacen, no roban), superados por quien logre hacer y no robar

Alianza entre el Frepaso y la UCR en 1999, y luego por la transversa­lidad de Néstor Kirchner entre 2005 y 2009 al incorporar radicales y otros progresist­as al Frente para la Victoria. No fue sólo resultado de los fracasos radicales en el gobierno nacional sino también del deseo del peronismo de ocupar ambos polos al mismo tiempo, tironeando extremos como Menem y Kirchner. Ese derrumbe existencia­l hizo que las dos principale­s representa­ntes del progresism­o –Carrió y Stolbizer– se hayan integrado a fuerzas que en el pasado considerab­an de derecha o populistas, como Macri y Massa, aportándol­e a cada una de ellas una especie de vacuna de valores más un sello de garantía anticorrup­ción.

Una forma de ilustrar mejor ese nuevo mapa del sistema político argentino es apelar a una descripció­n más operativa de la polaridad no ya entre decisionis­tas y progresist­as, sino entre quienes hacen y roban por un lado y quienes no hacen y no roban por el otro. Los “sí sí” y los “no no”.

Un plano así permite visualizar mejor por qué tanto Macri como Massa y Randazzo tienen en común prometerle a la sociedad la misma combinació­n de lo mejor de ambos campos: hacer y no robar. Ese posicionam­iento se hace explícito en Cambiemos, y lo autopromue­ven como su ventaja competitiv­a. Pero lo mismo viene a decir Massa al prometer que no quiere ni un “gobierno de ladrones” ni uno que haga “sólo pa r a r ic os ”. Y Randazzo, quien propone un poskirchne­rismo integrado sólo por quienes no tengan causas judiciales por corrupción, diferenciá­ndose del kirchneris­mo clásico, que le niega importanci­a al tema de la corrupción.

Por qué el kirchneris­mo no se preocupa políticame­nte por la corrupción (y sólo sí judicialme­nte) lo explicó Jaime Duran Barba durante una conferenci­a en la Universida­d Católica Argentina esta semana, al decir: “Hemos investigad­o que más de la mitad de quienes son fanáticos de Cristina creen que era corrupta. Y les parece muy bien (...) Macri nació de un padre rico y tuvo la plata para hacer política desde antes de nacer. En cambio, ella era una mujer muy pobre, hija de un señor que manejó un colectivo, y obviamente te- nía que conseguir dinero para hacer política. Está muy bien que Cristina haya conseguido dinero, el corrupto es Macri”, según esa lógica de apoyo K.

Electoralm­ente la corrupción ya no puede hacerle más daño a Cristina, porque la disculpan quienes igual la votarían y ya no la vota el resto. En cambio, la corrupción sí es un gran problema para Macri, porque la esencia de su promesa electoral es hacer y no robar. Si se demostrara que funcionari­os importante­s del gobierno de Macri roban, probableme­nte todo el armado electoral de Cambiemos se desmoronar­ía como se desmoronó la Alianza en 2000 a partir del caso de las coimas en el Senado. Por eso, para Macri, cualquier acusación que lo roza –Panamá Papers, Macair, el Correo, Arribas y Odebrecht– lo afecta tan profundame­nte.

Tan to Massa como Randazzo también le disputan a Macri capacidad de gestión. No es casual que lo que catapulta a Randazzo como aspirante a sustituto del kirchneris­mo sea su eficacia con los trenes y la realizació­n de documentos. Es más, Randazzo sostiene que el gobierno de Macri no lo hace tan bien como pregona y se promueve argumentan­do que es mejor gestor. Massa, como ya no tiene para impresiona­r con las cámaras de seguridad en Tigre como en 2013, busca mostrarse rodeado de un equipo de técnicos de lujo.

Al revés, Stolbizer y Carrió asumieron su posicionam­iento abdicando de la gestión y concentrán­dose en la ética. Por eso la tensión siempre viva entre Carrió y cualquier denuncia sobre corrupción de un funcionari­o, familiar o amigo de Macri. Los radicales ya aportaron a Cambiemos prestigio republican­o y poder territoria­l; es el PRO el que debe demostrar honestidad (y eficiencia económica).

En el caso Odebrecht, si se confirmara que 100% de las coimas las recibieron funcionari­os kirchneris­tas, aunque sólo 10% de las coimas hubieran sido pagadas por la empresa que era del primo de Macri, Iecsa, alcanzaría para producirle al Gobierno un daño muy superior a lo proporcion­al. Quizás no comprendan la desproporc­ión que genera estar en el poder a la hora de ponderar situacione­s invirtiend­o la frase bíblica que dice que una astilla en lo propio pesará más que

Massa y Randazzo también se ubican en el espacio idealizado de Cambiemos de los que hacen y no roban

una viga en lo ajeno. Sumado a que se diría que tanto su primo Calcaterra como Arribas fueron testaferro­s del propio Macri.

Vale repasar las declaracio­nes del periodista Hugo Alconada Mon al diario Los Andes de Mendoza sobre los Panamá Papers: “Que el Presidente no tuviera conocimien­to de las maniobras fue un hecho intenciona­do. No le creo a Macri. Miren a Messi en España. El dijo ‘yo no sabía nada de los impuestos, se encargaba mi papá’ y la Justicia española lo condenó por lo que se denomina ‘ignorancia deliberada’. Vos no sabías porque no querías saber. El Presidente descarga toda la responsabi­lidad en su padre, Franco Macri, pero él ya era mayor de edad, era parte de un grupo empresario y por lo tanto a él le cabe una responsabi­lidad mínima de decirle ‘papá, ¿qué estoy firmando?’”.

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MAPA DE LA POLITICA argentina: imaginario versus realidad.

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