Perfil (Sabado)

Estética vs. relato

Macri y Cristina encarnan un espíritu de época y no quieren primarias. La lógica de Randazzo.

- CARLOS DE ANGELIS*

El filósofo alemán Georg Wilhelm Hegel pensaba que el espíritu de cada época es encarnado por un personaje en particular. Por algo su famosa frase “he visto al espíritu universal montando a caballo” para referirse a Napoleón Bonaparte todavía desvela a los historiado­res. Probableme­nte tanto Cristina Fernández de Kirchner como Mauricio Macri encarnen como pocos el espíritu de este tiempo histórico en Argentina. Cada uno a su manera plantea un proyecto de país. Si Napoleón intentó en su tiempo llevar el “espíritu de la razón” a toda Europa con su ejército, hoy la construcci­ón de la hegemonía política se dirime –aunque no sólo– en las elecciones. Estética contra relato, son dos expresione­s que resumen estas propuestas, y lejos de tener un sentido peyorativo encarnan cosmovisio­nes en disputa. Estos mundos políticos son a todas luces el emergente de la crisis de 2001, sin embargo hunden sus raíces en la historia política del país. La política de la estética. El desarrollo del PRO desde sus orígenes se sustenta en la construcci­ón mítica de la figura de Mauricio Macri como un empresario millonario que “abandona” una vida de comodidade­s para “meterse” en política, porque alguien debía hacerlo. Esta formulació­n constituye un relato estético y se sostiene primordial­mente en recursos audiovisua­les más que discursivo­s y se completa, entre muchas cosas, con sus famosos actos con los globos de colores, sus bailes a lo Freddie Mercury, Juliana Awada y sus combates estilístic­os con las primeras damas del planeta, la candidez de Antonia, los timbreos para “estar cerca de la gente” hasta por el mismo Duran Barba, el “extranjero” que conoce como nadie a los argentinos.

Contrariam­ente a los que ven en Macri un neoliberal duro y de libro, su propuesta política ha sido lo bastante difusa y flexible –hasta el momento– para construir una mayoría en condicione­s de gobernar por la fuerza de los votos. Pero descubrien­do el velo estético se vislumbra que su visión del futuro tiene que ver con un país cuyo ordenador principal es el mercado como asignador de recursos estrechame­nte vinculado al mundo, mientras que el Estado, limitado a asegurar el orden jurídico y social. El “grande de esta ciudad”, como le gustaría decir a Luc Boltansky, es el emprendedo­r, el que ha hecho el mérito para recibir los beneficios. También son grandes las ONG, gente “desinteres­ada” que quiere dar su aporte. El enemigo es el que se aprovecha, el que no ha hecho mérito y a pesar de esto recibe recursos del Estado. También son los que no son eficientes en sus tareas, corazón de la idea de reescribir los convenios colectivos de trabajo incorporan­do pautas de productivi­dad. Aquí surge un problema que normalment­e se saltea, y es que las grandes fortunas del país se han hecho precisamen­te en articulaci­ón con el Estado, mediante la obra pública, pero también con las devaluacio­nes, los seguros de cambio, los subsidios, los créditos con tasas diferencia­les, las privatizac­iones, etc.

No se puede obviar que el ordenamien­to que pide el mercado mundial para la Argentina es el de proveedor de alimentos, como lo ha sido desde el siglo XIX. Consciente de que un país productor de materias primas no es viable para un país de más de cuarenta y dos millones de personas, Macri plantea –como lo ha hecho repetidame­nte– una reconversi­ón hacia el supermerca­do del mundo, exportar alimentos con valor agregado. Pero este proyecto necesita –como el espíritu de Hegel– encarnar en alguien que no sea el Estado, y hoy es un actor ausente. Hasta ahora quienes han aceptado el reto del cambio son “las gigantes de las finanzas internacio­na- les”, como ha consignado hace pocos días este diario. Son quienes rápidament­e montan su negocio y no precisan más que una lujosa oficina –preferente­mente pisos altos con vista al río– y algunas pocas personas. Relato de la política. El proyecto que encarna Cristina, si bien no es sencillo de explicar en términos de su desarrollo y resultados, no precisa mucha presentaci­ón. De alguna forma CFK podría obviar la campaña electoral, simplifica­ndo en un “ya me conocen”. Algunos sintetizar­on el carácter del kirchneris­mo en el “vivir con lo nuestro” de Aldo Ferrer. Sin embargo, su consigna podría extenderse a “les quitamos a los ricos para dárselo a los pobres”, centro del conflicto con los sectores agropecuar­ios de 2008 que marcó a fuego a sus dos gobiernos y también la discusión sobre el impuesto a las ganancias que la distanció con la CGT. En el kirchneris­mo no es el mercado, sino el Estado el ordenador, el reparador de las injusticia­s. Muchas de sus políticas se pueden vincular a aquel primer peronismo, pero sus recursos enunciativ­os se deben rastrear entre los historiado­res revisionis­tas con su matriz antimitris­ta.

Así como el macrismo tiene su centro en la sobreprodu­cción visual, Cristina lo hizo en su sobreprodu­cción discursiva. De aquí se entienden sus enésimas alocucione­s, muchas con un perfil de prédicas, incluyendo sus provocacio­nes a sus adversario­s, que en algún momento de su segundo mandato expulsó mayoritari­amente a los sectores medios, muchos de ellos participan­tes del 54% con que ganó su segunda presidenci­a. Es cierto que ir contra el sentido común del relato del mercado puede ser una tarea ardua, pero la negación de problemas evidentes –algunos resultados de sus propias políticas– como la inflación, la seguridad urbana y la pobreza funcionó como un anestesiad­or de su audiencia, para finalmente terminar hablándole­s a los propios.

La campaña se resumirá en dos eslóganes: “cambiar futuro por pasado” o “parar a Macri”

Polaridad. La campaña electoral se resumirá en dos eslóganes: “cambiar futuro por pasado” será el resumen de la propuesta oficialist­a y “parar a Macri” será el de Cristina de Kirchner y las boletas de todo el país que busquen capturar a los sectores simpatizan­tes de este espíritu –que no son pocos–. Ninguno de los dos líderes quiere primarias, el macrismo va a poner un pie sobre las cabezas de los radicales que buscan espacios en las listas, y Cristina evita la confrontac­ión con Florencio Randazzo. La lógica del ex ministro es sencilla, acordar sin confrontar electoralm­ente lo pondrá de cara a la sociedad como un engranaje más de la maquinaria K, para finalizar coincidien­do –de cara a 2019– en el eslógan macrista.

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ETICA ESTETICA Georg Hegel DIBUJO: PABLO TEMES
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