Perfil (Sabado)

Ocho episodios, contados con respeto y amor por el original

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La primera vez que oí hablar de Serio Olguín fue por boca de Diego Andrasnik, productor general de Pol-ka. Veníamos de hacer juntos una tira exitosa: Farsantes y la adaptación de una miniserie basada en una novela homónima de Gustavo Malajovich: El jardín de bronce. Nuestra relación gozaba de buena salud y queríamos extender el vínculo laboral. “Quiero que escribas algo con él –me dijo– creo que se pueden complement­ar bien”. Lo primero que hice fue googlearlo, luego, me metí en una librería y me llevé a casa La fragilidad de los cuerpos, su primera novela con Verónica Rosenthal, como protagonis­ta. Leí la novela en dos o tres días y la primera sensación que tuve fue de envidia. Envidiaba a ese escritor que escribía lo que quería y cómo quería. Los guionistas muchas veces estamos limitados en nuestra posibilida­d de crear. Algunas limitacion­es son propias del oficio, ya que el guión no deja de ser una maqueta, una base estructura­l sobre la que construir y que debe convivir con una producción posible y un tiempo determinad­o. Actores, directores, cámaras… todos meten sus manos en el texto y la conclusión final es un audiovisua­l, que es de nadie y es de todos. Pero los escritores, como Sergio, pueden darse el lujo de crear universos y situacione­s sin límite más que su propia creativida­d.

La intención de juntarnos por parte de Diego fracasó una o dos veces, hasta que unos meses después llegó la propuesta. “Vamos a adaptar La fragilidad. ¿Te interesa?” Claro que me interesa, pensé, me vincula al texto algo más que la fascinació­n por la historia, me vincula media carrera de periodismo y mi infancia en el conurbano bonaerense. Tomé trenes hasta el cansancio, jugué a la pelota en clubes de barrio y muchas veces confié en quien no debería haber confiado. Pero no estoy loco. Le pedí un tiempo para dar el sí. Necesitaba volver a vincularme con el libro y leerlo con otros ojos: los ojos del profesiona­l del guión. Necesitaba saber si en esas 344 páginas de ficción había una estructura de serie, y de haberla, con cuántos episodios podía contar. No quería defraudar ni defraudarm­e. No quería empezar un camino que no iba a poder terminar. Fibrón amarillo en mano me puse a la tarea: división de capítulos, actos posibles, puntos de vista, giros, clímax y etcéteras, llegué a la conclusión de que, si trabajaba a conciencia, había entre ocho y diez episodios posibles. Y dije sí. Y me puse a escribir. Y me arrepentí dos o tres veces –porque nunca es fácil lo que empieza fácil– y seguí escribiend­o, desarrolla­ndo lo que merecía desarrollo y dejando afuera lo que sentía que no me ayudaba a contar lo que quería contar. En medio del proceso me leí Las extranjera­s y No hay amores felices, porque necesitaba entender hacia dónde iba Verónica, porque necesitaba completarl­a y completarm­e. Y algunos meses después… terminé… y me acosté a dormir. Porque las horas culo tienen su precio y lo pagás con insomnio.

El miércoles se estrenó la serie. Se estrenó el audiovisua­l. Ocho episodios, contados con todo el respeto y el amor por la obra original. Gracias Sergio por tu generosida­d.

Ya no siento envidia, hoy, La fragilidad de los cuerpos me pertenece. Al menos… un poquito.

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FOTOS: GZA. PRENSA EL TRECE
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MARCOS OSORIO VIDAL*

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