Perfil (Sabado)

De Roberto a Ernestina

- JORGE FONTEVECCH­IA

Recuerdo la tapa del diario Clarín cuando Roberto Noble murió. Tenía 13 años, una edad en la que no se leen diarios; sin embargo, quedó en mi memoria. Quizá porque la tapa completa del diario fue dedicada a una persona, como la muerte de un jefe de Estado en vida o más, porque mis padres compraban Clarín y la sorpresa de ellos se trasladó a mí como curiosidad. Tal vez, como dice Freud sobre muchos recuerdos infantiles, son pura imaginació­n retrospect­iva fijada en la adultez, y creé un recuerdo que nunca existió y por alguna razón quería tener. Pero en cualquier caso, al pedir la foto al centro de documentac­ión de Editorial Perfil, comprobé que recordaba bien la importanci­a de aquella tapa: era enorme como la imagen que tenía de Roberto Noble, el hombre que jugó todo su patrimonio para fundar un diario.

La muerte ahora de su viuda, Ernestina de Noble, a casi cinco décadas, ocupando un espacio incomparab­lemente menor en la tapa del diario, me hizo preguntarm­e si fue más importante en Clarín su fundador y conductor los primeros 24 años o su continuado­ra y potenciado­ra, los siguientes 48 años.

Roberto Noble murió a los 67 años, en pleno ejercicio de la dirección del diario y la empresa. Ernestina murió a los 92 años y hace décadas que Clarín es conducido por Héctor Magnetto. La desaparici­ón de Roberto Noble significó una pérdida ejecutiva traumática para Clarín mientras que la de Ernestina no modifica su día a día, lo que, lejos de minimizar su papel, lo agranda porque a ella le tocó asumir el manejo de una organizaci­ón sin líder mientras que hoy la pérdida es del campo emocional.

Tampoco minimiza el papel de Ernestina que haya sido Héctor Magnetto quien transformó un diario en un multimedio y ahora en una empresa de telecomuni­caciones. Porque fue el diario Clarín que a comienzos de los años 90, con ganancias de alrededor de 100 millones de dólares anuales, permitió financiar el desarrollo de medios audiovisua­les. El éxito del diario Clarín en el período preaudiovi­sual, de 1969 a 1990, posibilitó acumular recursos de todo tipo para dar el salto a la segunda fase, como ahora los recursos acumulados por Cablevisió­n/ Fibertel le permiten pasar a la tercera fase, la telefónica.

Y en 1969 no era fácil que condujera Clarín una mujer de 44 años, casada formalment­e apenas dos años antes con un Roberto Noble 23 años mayor que ella, generando todo tipo de comprensib­les suspicacia­s, quien –además– seis meses antes había sufrido un ACV.

Tampoco reduce su importanci­a que Héctor Magnetto haya sido también artífice importante del crecimient­o del diario entre 1969 y 1990, porque primero Magnetto ingresa a Clarín más de tres años después de que Ernestina lo dirigiera sin su ayuda, y al ingresar tenía sólo 28 años y por más precoz que fuera, no podría haber tenido la sabiduría del Magnetto más maduro.

En síntesis, no se puede minimizar el papel de Ernestina diciendo que era bailarina de flamenco, o “una viuda negra” que se aprovechó de una persona convalecie­nte casándolo poco más de un año antes de su muerte. Forzosamen­te, ella tuvo que haber tenido atributos que fueron esenciales para que Clarín se transforma­ra en lo que es hoy. Carácter, persistenc­ia, determinac­ión y otros atributos de la inteligenc­ia emocional que no se aprenden en ninguna institució­n educativa. Y el don de haber sabido elegir muy bien a sus colaborado­res.

Ernestina es la última representa­nte de una época de viudas célebres junto a Amalia de Fortabat e Isabel Perón. Comparte con ellas su longevidad: Amalia de Fortabat vivió 91 años e Isabel Perón cumplió 86 años. También la diferencia de edad con su maridos: Amalia de Fortabat tenía 27 años menos que Alfredo Fortabat, e Isabel Perón, 36 años menos que Juan Perón. Y la cantidad de años que sobrevivie- ron a sus maridos: Amalia de Fortabat vivió 36 años más e Isabel Perón lleva 43 años tras la muerte del ex presidente.

Probableme­nte hayan sido producto de una época de la medicina y el derecho irrepetibl­e porque, justo en las décadas que ellas sobrevivie­ron a su maridos, la medicina tuvo avances que aumentaron la longevidad significat­ivamente y el Código Civil introdujo acuerdos matrimonia­les con división de bienes. No debe ser una casualidad que durante el final del siglo pasado la mayor fortuna económica (Fortabat), la de mayor influencia mediática (Noble) y la mayor herencia política (Perón) hayan sido de tres mujeres viudas. Reconocién­dole a Ernestina y Amalia de Fortabat que, aunque partieron de bases inmensas, supieron multiplica­r lo recibido de sus maridos. La ida de Ernestina de Noble representa el fin de una época, tanto para la construcci­ón de valor como de poder.

Otra viuda con la que Ernestina comparte distinción es Katharine Graham, quien condujo The Wa shing ton Post entre 1963 y 2001 y soportó estoica las presiones de Nixon durante el Watergate. Ernestina, en la segunda mitad del kirchneris­mo, la pasó aun peor y además fue presa en 2002, en medio de la campaña electoral con la que Menem trató de volver a ser presidente. Por presiones mucho menores otros dueños de medios vendieron. Magnetto, quien comparte la misma firmeza, pudo haber sido el constructo­r de muchas de las fortalezas de Clarín, pero la capacidad de resistenci­a de Ernestina de Noble es un mérito propio que nadie le podrá quitar.

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REPRODUCCI­ON TAPAS de Clarín: 13 de enero de 1969 y 15 de junio de 2017, despidiend­o a Roberto y Ernestina Noble.
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