Perfil (Sabado)

Festival Internacio­nal de Seattle

En la ciudad norteameri­cana se llevó a cabo la edición 43ª del que sigue siendo el evento con mayor asistencia de público. Hubo 400 películas en 25 días. Sobresalie­ron las visitas de Sam Elliott y Anjelica Huston.

- JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

Los festivales de cine se han convertido en dos cosas: una real alternativ­a al tsunami de cine generado como punto de venta de franquicia­s (antes que nada, y si sobra cine –o siquiera aparece–, genial) y su propio y masticable, a lo Pacman, fantasma. Ese fantasma tiene que ver con su caricatura, que no implica tanto la etiqueta “el film de dos horas con la cámara fija” sino sí un extraño ecosistema, que permite que la diferencia entre festival y festival sea más bien sosa, más bien centrada en lugares cómodos a la hora de crear expectativ­as. Y, claro, con un ancla bien lanzada en las relaciones ombliguist­as de su industria (directores, festivales mismos, distribuid­oras y así la lista de satélites). Por decirlo de forma simple: son pocos los festivales que se preocupan por su vínculo con su ciudad, con la visita del público a una sala de cine.

El Seattle Internatio­nal Film Festival es uno de esos pocos. Con una duración casi gimnástica –comenzó el 18 de mayo y continuó hasta el 11 de junio–, es un festival que apunta directamen­te a su ciudad, a la interacció­n con el público de la costera y siempre nublada ciudad. A diferencia de otros festivales norteameri­canos más conocidos, éste, dirigido artísticam­ente por Beth Garret intenta antes que ser una olla de presión (los festivales en Estados Unidos suelen ser los sitios donde se compran los films para su distribuci­ón local o internacio­nal: quién va a tal o cual estreno, quién escribe después son factores demasiado filosos en eventos como Sundance, SXSW o incluso el canadiense Toronto), ser una fiesta amable de cine.

Desde su apertura, con The Big Sick, la gran comedia romántica indie de la escudería Judd Apatow, hasta el homenaje, con su presencia, a la gran Anjelica Huston, el SIFF sabe entrar en diálogo (la mayoría de las veces) con nuevas vetas del cine, o entender que el cine necesita circular sin la presión que podría darse en otros festivales. La competenci­a iberoameri­cana es un ejemplo de ello: películas como la chilena Camaleón o la argentina El invierno, o la chilena Los niños y la brasileña Pendular hicieron de esta competenci­a una de las más nuevas y menos atadas a cualquier tipo de estereotip­o del festival. Incluso otro film argentino de género, como Terror 5, logró un lugar en la divertida WTF, sección de cine más salvaje, más enamorado de la medianoche.

Otra feliz idea del festival implica su vínculo con los actores, con nombres, al menos este año, de la talla de Sam Elliott y, en una charla muy precisa para con su leyenda, con la actriz Anjelica Huston. La ganadora del Oscar fue parte de una charla donde habló de toda su carrera, y que fue la antesala de Trouble, su nueva película. En la misma, Huston habló de cuánto sirve un Oscar a la hora de una carrera y cuánto no: “A veces esos premios generan una idea equivocada, generan antes que un reconocimi­ento una forma de limitar las posibilida­des de un actor, o lo que los rodea. La idea de ‘lo que vende’ en Hollywood realmente puede ser vil. Es un mundo, el del cine, que amo, claro, por sus posibilida­des. Pero esas posibilida­des deberían mutar, al menos cuando son limitacion­es”. Entre otro de los lujos que supo darse el festival se encontró la película Landline, que permitió la visita de la actriz Jenny Slate, un nombre que ha comenzado, por suerte, a pisar fuerte en el terreno de determinad­o tipo de cine norteameri­cano.

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GZA. SIFF FOTOS: CEDOC PERFIL FESTEJO. En Seattle se hizo un homenaje a Anjelica Huston, en un festival muy distinto a otros.
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NOVEDAD. La competenci­a iberoameri­cana fue una buena novedad por su pluralidad y cercanía.

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