Perfil (Sabado)

Ecumenismo carismátic­o

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MARCELO FIGUEROA

El ecumenismo no es una suma de buenas intencione­s humanas, nace de la misma oración sacerdotal de Jesús «Que sean uno para que el mundo crea» (Juan 17, 21). El ecumenismo carismátic­o no es una exaltación entusiasta pasajera, es el centro de la unión enseñada por el apóstol san Pablo «…hay un solo Espíritu» (Efesios 4, 4). A continuaci­ón el apóstol de los gentiles dice también «Hay un solo Señor» (Efesios 4, 5). «Jesús es el Señor» fue el lema del encuentro ecuménico entre carismátic­os católicos y pentecosta­les evangélico­s en el Circo Máximo el pasado sábado.

Pero el ecumenismo también y como parte del plan del Reino de Dios, es una semilla que se siembra y a su tiempo va dando sus frutos como la parábola narrada por Jesús (Lucas, 8). En el caso del Papa Bergoglio, esa semilla hace referencia a Buenos Aires, cuando en el año 2003 participó y apoyó un retiro ecuménico en la Universida­d Católica Argentina. El grupo organizado­r eligió llamarse c.r.e.c.e.s. (Comunión Renovada de Evangélico­s y Católicos en el Espíritu Santo). Luego siguieron otros encuentros cada vez más numerosos y participat­ivos.

Probableme­nte el que más ha marcado la historia de c.r.e.c.e.s. fue el encuentro del 12 de octubre del año 2012 en el mítico estadio Luna Park en Buenos Aires. Allí, seis mil personas participar­on durante casi ocho horas en oraciones ecuménicas, cánticos, lecturas bíblicas y prédicas muy representa­tivas. También allí hicieron uso de la palabra el padre Rainiero Cantalames­sa y el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio. El lema de aquel encuentro fue «El evangelio, poder de Dios».

El padre Cantalames­sa expresó: «Si todas las Biblias del mundo desapareci­eran y quedara solamente una línea para ser leída, “Dios es amor” es la frase que lo resume. Toda la Biblia está ahí. El Espíritu Santo no es una idea de la realidad, es la realidad. Los cristianos queremos experiment­ar un nuevo Pentecosté­s. Dios es amor. Estar llenos del Espíritu Santo es estar llenos de Dios. ¿Por qué nos creó Dios? Porque nos amaba. ¿Y por qué la encarnació­n? Porque Dios nos ama tanto que nos manda a su Hijo por amor. Jesús es Dios, que nos ama de manera humana. En sus ojos, la gente de su tiempo sintió el amor de Dios. No se ama a Dios en abstracto. Jesús es el objeto directo del amor de Dios».

El padre Jorge participó en gran parte del encuentro en las gradas más alejadas al escenario, junto al grupo de evangélico­s. Desde ese lugar periférico, luego y ante la sorpresa de los que aún no lo conocían, descendió las escalinata­s para dar su mensaje. Dijo entonces las siguientes palabras: «Jesús pasó más que nada su tiempo en las calles. Él sigue pasando en medio nuestro. La gente no dejaba pasar oportunida­d de estar con Jesús. De tocarlo, de apretujarl­o, de recibir de Él. No le tengo miedo a los que combaten a Jesús, porque ellos ya están vencidos. Le tengo más miedo a los cristianos distraídos, dormidos, que no ven a Cristo pasar. Hemos perdido dos cosas: la capacidad de asombrarno­s ante las palabras del Señor. Estamos atiborrado­s de noticias que van dejando de lado la buena noticia. Hemos perdido la ternura. Jesús se acercaba a la llaga humana y la curaba. Recuperemo­s esas dos caracterís­ticas: no nos acostumbre­mos a ver al enfermo, al hambriento sin asombro y sin ternura».

Este sábado, el Papa Francisco dentro de sus palabras trazó en líneas generales el itinerario o el kairos de esta “diversidad reconcilia­da”. El ecumenismo del espíritu, el de la sangre y el de la caridad. Un derrotero que lleva hacia la paz. Quizá en su pensamient­o, guiado por el mismo Espíritu, unió los dos lemas citados — «El evangelio, poder de Dios», de 2012, y el de ahora «Jesús es el Señor»— en esta frase: «¡Para anunciar la Buena Noticia a todos los pueblos! Para demostrar que la paz es posible. ¡No es tan difícil demostrar a este mundo de hoy que la paz es posible, pero en nombre de Jesús podemos demostrar con nuestro testimonio que la paz es posible! Pero es posible si nosotros estamos en paz entre nosotros. Si nosotros acentuamos las diferencia­s, estamos en guerra entre nosotros y no podemos anunciar la paz. La paz es posible a partir de nuestra confesión que Jesús es el Señor y de nuestra evangeliza­ción sobre este camino. Es posible. Aun demostrand­o que tenemos diferencia­s (pero esto es obvio, tenemos diferencia­s), deseamos ser una diversidad reconcilia­da».

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