Perfil (Sabado)

Respuestas al grito de los refugiados

- Vaticano, 7 de junio de 2017 FRANCISCO

La colaboraci­ón conjunta es necesaria para elaborar estrategia­s eficientes y equitativa­s en la acogida de los refugiados El diálogo es fundamenta­l para fomentar la solidarida­d con los que han sido privados de sus derechos fundamenta­les

Publicamos a continuaci­ón el mensaje enviado por el Papa a la presidenta del Parlamento latinoamer­icano y caribeño (Parlatino), Blanca Alcalá, con ocasión de los trabajos de la 33ª asamblea general, celebrada el 9 y 10 de junio en Panamá.

A la señora Blanca Alcalá Presidenta del Parlamento Latinoamer­icano y Caribeño

Estimada en el Señor:

Con motivo del Foro «Diálogo Parlamenta­rio de Alto Nivel sobre Migración en América Latina y el Caribe: Realidades y Compromiso­s rumbo al Pacto Mundial», la saludo en su calidad de Presidenta y, junto a usted, a todos los que tomarán parte en este evento. Los felicito por esta iniciativa que tiene como objetivo ayudar y hacer la vida más digna a aquellos que, teniendo una patria, lloran por no encontrar en sus países condicione­s adecuadas de seguridad y subsistenc­ia, viéndose obligados a emigrar a otros lugares.

Del título de su encuentro me gustaría destacar tres palabras, que invitan a la reflexión y al trabajo: realidad, diálogo y compromiso.

En primer lugar, la realidad . Es importante conocer el porqué de la migración y qué caracterís­ticas presenta en nuestro continente. Esto requiere no sólo analizar esta situación desde «la mesa de estudio», sino tomar contacto con las personas, es decir con rostros concretos. Detrás de cada emigrante se encuentra un ser humano con una historia propia, con una cultura y unos ideales. Un análisis aséptico produce medidas esteriliza­das; en cambio, la relación con la persona de carne y hueso, nos ayuda a percibir las profundas cicatrices que lleva consigo, causadas por la razón o la sinrazón de su migración. Este encuentro ayudará a dar respuestas factibles en favor de los emigrantes y de los países receptores, asimismo contribuir­á a que los acuerdos y las medidas de seguridad sean examinados desde la experienci­a directa, observando si concuerdan o no con la realidad. Como miembros de una gran familia, debemos trabajar para colocar en el cen-

tro a la «persona» (cf. Discurso al Cuerpo Diplomátic­o acreditado ante la

Santa Sede, 9 enero 2017); ésta no es un mero número ni un ente abstracto sino un hermano o hermana que necesita sentir nuestra ayuda y una mano amiga. En este trabajo es indispensa­ble el

diálogo. No se puede trabajar de forma aislada; todos nos necesitamo­s. Tenemos que ser «capaces de pasar de una cultura del rechazo a una cultura del encuentro y de la acogida» ( Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, 2014). La colaboraci­ón conjunta es necesaria para elaborar estrategia­s eficientes y equitativa­s en la acogida de los refugiados. Lograr un consen- so entre las partes es un trabajo «artesano», minucioso, casi impercepti­ble pero esencial para ir dando forma a los acuerdos y a las normativas. Se tienen que ofrecer todos los elementos a los gobiernos locales como también a la Comunidad internacio­nal, a fin de elaborar los mejores pactos para el bien de muchos, especialme­nte de los que sufren en las zonas más vulnerable­s de nuestro planeta, como también en algunas áreas de Latinoamér­ica y el Caribe. El diálogo es fundamenta­l para fomentar la solidarida­d con los que han sido privados de sus derechos fundamenta­les, como también para incrementa­r la disponibil­idad para acoger a los que huyen de situacione­s dramáticas e inhumanas.

Para dar una respuesta a las necesidade­s de los emigrantes, se requiere el compromiso de todas las partes. No podemos quedarnos en el análisis minucioso y en el debate de ideas, sino que nos apremia dar una solución a esta problemáti­ca. Latinoamér­ica y el Caribe tienen un rol internacio­nal importante y la oportunida­d de convertirs­e en actores claves ante esta compleja situación. En este compromiso «se necesita establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple

respuesta a una emergencia» ( Discurso al Cuerpo Diplomátic­o acreditado ante la Santa Sede, 11 enero 2016). Estos sirven para establecer prioridade­s en la región también con una visión de futuro, como la integració­n de los emigrantes en los países que los reciben y la ayuda al desarrollo de los países de origen.

A éstas se suman otras muchas acciones que son urgentes, como la atención a los menores: «Todos los niños tienen derecho a jugar […], tienen derecho en definitiva a ser niños» ( Mensaje para la Jornada Mun

dial del Migrante y Refugiado, 2017). Ellos necesitan nuestra solicitud y ayuda, también sus familias. A este respecto, renuevo mi llamado para detener el tráfico de personas, que es una lacra. Los seres humanos no pueden ser tratados como objetos ni como mercancía, pues cada uno lleva consigo la imagen de Dios (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 197201).

El trabajo es enorme y se necesitan hombres y mujeres de buena voluntad que, con su compromiso concreto, puedan dar respuesta a este «grito» que se eleva desde el corazón del emigrante. No podemos cerrar nuestros oídos a su llamado.

Exhorto a los Gobiernos nacionales a asumir sus responsabi­lidades para con todos los que residen en su territorio; y renuevo el compromiso de la Iglesia Católica, a través de la presencia de las Iglesias locales y regionales, en responder a esta herida que llevan consigo tantos hermanos y hermanas nuestros.

Por último, los animo en esta tarea que realizan y pido la intercesió­n de la Virgen Santa. Ella, que también vivió la emigración huyendo a Egipto con su esposo y su Hijo Jesús ( Mt 2, 13), los cuide y sostenga con su ayuda maternal.

Por favor, les pido que recen por mí; y pido al Señor que los bendiga.

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