UN CENTRO CULTURAL NO COMERCIAL
“Me encanta cómo escribe Gonzalo Demaría –confiesa Andrea Bonelli–, y Juegos de amor y de guerra me pareció muy fuerte, porque tenía su impronta. La historia la sentí muy atractiva y me dio la posibilidad de trabajar con Barney Finn”. “La leí sabiendo que había sido un hecho verídico –continúa Luciano Castro–, y eso me cambió. Al principio creí que era una historia de amor, después descubrí otros temas. Demaría se mueve muy bien en este tipo de temática, y se sumó el poder ser dirigido por Barney Finn”. “Me apasiona hacer espectáculos de época –reflexiona ella–. Me pongo a investigar, informarme y estudiar para conocer más el contexto. Es parte del trabajo de actriz que me entusiasma. Hice desde el Medioevo hasta años 50 y década del 20. También cambia el lugar, no es lo mismo Buenos Aires que Europa. Esta obra estaba ubicada en la década del 40, fue un caso real que tuvo lugar en el Colegio Militar y desencadenó los hechos políticos que pasaron en el país mientras se estaba dando la Segunda Guerra Mundial. Se hablaba de clases sociales y castas, sin dejar de lado los vínculos familiares tumultuosos”. “Hice sólo tragedia griega, sin tiempos –finaliza Castro–. Esto nos obligó a investigar sobre la época. Después de estos acontecimientos nació el peronismo, que no es poco en este país, seas o no peronista. Hoy sigue pasando, pero creo que está más camuflado el tema de las clases sociales; en aquellos años era muy marcado, sobre todo para los inmigrantes. Todos los que estamos en el teatro lo hacemos por amor al arte. El Centro Cultural de la Cooperación es un lugar excelente, al no ser comercial nos sentimos más protegidos o resguardados. Siempre prefiero estos lugares porque me permiten mostrarme de manera diferente, en esta línea y con estas intenciones”.