Perfil (Sabado)

Exportacio­nes argentinas: tendremos que viajar

- MARCELA CRISTINI/FIEL

En los últimos dos años la economía internacio­nal transitó el camino de una paradoja. Por un lado, la opinión pública se convencía del fin de la globalizac­ión y apoyaba el lanzamient­o de una etapa de nuevas fronteras nacionales para limitar el comercio mundial. En sus inicios ese punto de vista se basó en hechos objetivos, pero también se alimentó de los discursos políticos en países centrales como los Estados Unidos y el Reino Unido. Esos discursos aprovechar­on la fatiga de sus votantes frente a los desafíos competitiv­os y las disrupcion­es económicas internacio­nales. Ambos fueron factores determinan­tes del estancamie­nto salarial de los países más industrial­izados en los 2000. En el otro extremo del mundo, esos mismos desafíos sacaban de la pobreza a más de mil millones de personas en países emergentes, que se convertían en consumidor­es globales.

Por el otro lado de la paradoja, los pronóstico­s internacio­nales hasta 2021 no corroboran la visión globalizad­ora pesimista e indican que el mundo vuelve a un crecimient­o moderado, la globalizac­ión ya no estaría en descenso y el comercio internacio­nal se prepara para algunos cambios importante­s en términos de sus actores. Los países asiáticos seguirán liderando el crecimient­o del comercio, pero esta vez serán los países de Europa y Latinoamér­ica los que intensific­arán su actividad comercial por encima del crecimient­o de su producto, es decir, se convertirá­n en economías más abiertas. Todo ello, según se pronostica, ocurriría sin cambios importante­s en los precios relativos internacio­nales. Las mayores exportacio­nes provendrán, entonces, de una mayor productivi­dad, desarrollo de nuevos productos y mercados, y cambios en las demandas internacio­nales. Puro esfuerzo de producción.

Este pronóstico alentador no signi- fica desconocer la complejida­d de la situación. El mundo está abandonand­o un escenario benevolent­e en el que los países tendían a las concesione­s mutuas en un marco de reconocimi­ento de sus “obligacion­es soberanas” (ejemplos de ello fueron los acuerdos de Cambio Climático, el Acuerdo de Facilitaci­ón del Comercio de la Organizaci­ón Mundial del Comercio o las intervenci­ones humanitari­as, con los esperables matices de resultados). En ese escenario había crecido el interés por la gobernanza internacio­nal, justo a tiempo para administra­r los recursos compartido­s, en una situación donde la población de los países emergentes no está dispuesta a resignar su aspiración al desarrollo. Los megaacuerd­os de comercio f ueron un claro ejercicio de lo expuesto, al intentar el abatimient­o de fronteras económicas nacionales en un amplio espectro de temas. Nuevo proteccion­ismo. A la vez, los líderes mundiales más responsabl­es miran con preocupaci­ón el regreso al proteccion­ismo y a los nacionalis­mos como “puertos seguros” que pregonan algunos de sus colegas y, en cambio, reflexiona­n sobre la inevitabil­idad de los cambios que deberán administra­rse en los próximos dos decenios. En efecto, el perfil del mundo se modificó drásticame­nte en los 25 años pasados y volverá a hacerlo en los próximos 25 años.

Por ejemplo, la maduración del “bono demográfic­o” en los países en desarrollo aumentará el número de personas que intentarán incorporar­se al mercado de trabajo. Habrá que crear puestos para 1,7 millones de personas al mes. Ese valor supera en un 50% al promedio de afluencia de trabajador­es chinos al mercado entre 1978 y 2011. Para absorber esa mano de obra se requerirá capital que deberá trasladars­e a esos países, que segurament­e crearán las condicione­s para que ello ocurra. Así, por ejemplo, India está camino a reemplazar a China en el liderazgo del crecimient­o mundial y es uno de los principale­s escenarios de esas nuevas inversione­s. La industria automotriz será uno de los capítulos relevantes en ese país según anticipan las fuentes sectoriale­s, por el crecimient­o de la demanda interna. El cambio tecnológic­o que se perfila será nuevamente amplio y disruptivo. Entre los progresos más conocidos se encuentra el desarrollo de la inteligenc­ia artificial, la ampliación de los usos de la impresión 3D, la ingeniería biológica, nuevas formas de energía, automatiza­ción del transporte, administra­ción de cantidades masivas de informació­n para usos prácticos ( data science), uso de robots en tareas cotidianas, nuevo avance en las comunicaci­ones. Ese cambio tecnológic­o llevará a su vez a cambios organizaci­onales. Las empresas ampliarán su inversión en investigac­ión y desarrollo, el e-commerce se extenderá reemplazan­do parcialmen­te a la distribuci­ón tradiciona­l, la realidad virtual se desarrolla­rá para el entretenim­iento pero también para los negocios, etc. Esos cambios ocurrirán aun cuando haya resistenci­as proteccion­istas. Redefinici­ón. En este escenario mundial aún en transición, la Argentina está redefinien­do su política comercial externa y ha acertado al elegir una estrategia multifocal, manteniend­o canales abiertos con los principale­s países/ nodos comerciale­s del mundo. Si bien analizar los intereses de la Argentina en este campo es una tarea compleja, vale la pena intentar dar un ejemplo de los cambios en juego. Un buen caso es el de la distancia que viajan nuestras exportacio­nes. Esa distancia ha ido aumentando con el tiempo. En 2001 la distancia promedio recorrida por una tonelada exportada desde la Argentina hacia su destino final era de 7.500 km, en la actualidad esa distancia a los mercados de destino es de 9.850 km.

El correlato del aumento de la distancia recorrida es el cambio en la composició­n de los mercados de destino. En 2001, los mercados más distantes de China, India y los países del Asean representa­ban el 10% del total exportado mientras que en 2016 su participac­ión se había elevado a más del doble: 21,5%. Otro cambio importante fue que los envíos al resto del mundo, excluyendo a nuestros clientes tradiciona­les del Mercosur, Unión Europea, Nafta y América Latina, pasaron del 16% al 24%.

Este fenómeno de alargamien­to de las distancias se aceleró a partir de 2012, lo que en parte puede explicarse por el menor dinamismo de los mercados tradiciona­les de la Argentina, en particular, el Brasil y la Unión Europea. Sin embargo, un punto para prestar atención es que, todavía, aproximada­mente el 40% de las exportacio­nes recorre menos de 2.500 km para llegar a destino. En el otro extremo, entre el 5 y 10% del valor “viaja” más lejos y recorre unos 18 mil km.

Si el mundo del comercio internacio­nal se desarrolla, al menos en parte, como lo anticipamo­s aquí, retomando dinamismo pero exigiendo mayor productivi­dad, nuestro indicador de distancia de las exportacio­nes argentinas sugiere oportunida­des que podrían aprovechar­se siguiendo un viejo comercial aeronáutic­o de los 70: “El mundo nos espera y es hora de poner nuestros productos a viajar”.

El comercio mundial recupera dinamismo, pero exige ser más productivo­s

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