Perfil (Sabado)

Diálogo con los intelectua­les: las cartas al ex presidente en el exilio

En un fragmento del libro El exilio de Perón, Fernando J. Devoto, cuenta en detalle cómo fue la comunicaci­ón del político con pensadores que lo apoyaban y sus críticos.

- FERNANDO J. DEVOTO

Estos intelectua­les, que por lo demás tenían entre sí posiciones diferentes, como representa­tivos de un conjunto más amplio ni tampoco como portavoces de un determinad­o segmento o grupo político, aunque a veces lo fuesen (ni menos aún como arquetipos), sino más bien de pensar a esas cartas que le enviaron a Perón como testimonio de sí mismos y de una actitud o un modo de colocarse ante él y en algunos casos ante los otros escritores aquí incluidos. La voluntad de no generaliza­r no impide que tratemos de dar una rápida mirada de conjunto sobre ellos mismos atendiendo a algunas pocas recurrenci­as y muchas diferencia­s.

Todos ellos, con excepción de dos, Walter Beveraggi Allende, que supo ser durante un tiempo de su trayectori­a un economista profesiona­l, y Diego Luis Molinari, que fue también durante una parte de su vida un historiado­r profesiona­l, cultivaron un género muy prolífico en la Argentina: el ensayo. Lo hicieron, sin embargo, desde diferentes lugares. Seis de ellos (Luna, Puiggrós, Ramos, Galasso, Scalabrini y Molinari) se ocuparon intensamen­te del pasado argentino y dejaron sobre él obras más o menos eruditas, más o menos logradas, pero en cualquier caso siempre influyente­s. Dos, Sánchez Sorondo y Jauretche, por lo demás con estilos muy diferentes, se ocuparon de reflexiona­r sobre la sociedad y la política argentina. Una fue una novelista de éxito ( Lynch) y el otro un periodista español influyente, Emilio Romero. Dos cosas tenían todos en común: la inclinació­n por hacer de la escritura la principal forma de comunicaci­ón y el interés por la política y por ello, inevitable­mente en el caso argentino, por el peronismo. Sin embargo, con la excepción de dos de ellos, Diego Luis Molinari y Rodolfo Puiggrós, no estuvieron estructura­dos orgánicame­nte en ese movimiento político. Desde luego que el único que fue consecuent­emente antiperoni­sta fue Félix Luna. Otros (Beveraggi, Lynch) procedían de distintos lugares del mundo antiperoni­sta, como lo reconocen en sus cartas, pero en ciertos momentos se acercaron al “movimiento nacional”. Los restantes simpatizar­oncon el peronismo (y a menudo más con el peronismo que con Perón) en una parte de sus trayectori­as vitales, pero no dejaron de moverse con independen­cia (Jauretche o Sánchez Sorondo) y tuvieron, en distintos momentos, ocasionale­s o reiterados cortocircu­itos en su relación con él o con su movimiento político. Nada sorprenden­te. El campo que suele denominars­e “nacional” se amplió y se redujo a lo largo de las décadas y la intermiten­cia de los intelectua­les que suelen rotularse en él fue quizás más frecuente que las imágenes lineales quede ellos se construyen. Además, hay casi siempre entre los intelectua­les —aun en los que parecen más obsecuente­s— al menos un residuo de inconformi­smo. Que este sea también a menudo una puesta en escena o un modo de salvar la cara ante genu-flexionesq­ue los dejarían desairados ante sus pares es bien posible pero, como estas cartas muestran, ninguno llega al extremo servilismo que sí está permitido a los políticos (y no solo en el peronismo).

Un modo sencillo de comenzar es obser var cómo se dirigían aquellas reconocida­s figuras de la Argentina a Perón. Esa forma implica distintos grados de distancia y diversos niveles de deferencia. A ello concurren de la inevitable presentaci­ón del yo ante los otros a su específico posicionam­iento ante Perón y el peronismo, del grado de confidenci­a con él a sus conflictos previos y también su idiosincra­sia. Desde luego, por las razones que apuntamos antes, ninguno lo llama “jefe” (como lo hace por ejemplo López Rega), ni “mi primer camarada” (como lo hace Ricardo Maurente, el secretario de la Alianza Libertador­a Nacionalis­ta).

Con la excepción de Félix Luna,que en el encabezado de su carta lo llama simplement­e “señor Juan Perón”, indicando de modo implícito que general no era, ya que había sido dado de baja formalment­e del Ejército, los otros se dirigen a él en esa condición. Lo hacen con extrema formalidad (Molinari) “excelentís­imo general don Juan Perón” (pero en la formalidad hay ya una distancia o unestilo), o simplement­e como “general”.

 ?? CEDOC PERFIL ?? Arturo Jauretche tuvo una proximidad mayor con el movimiento que con su líder. Félix luna nunca fue peronista.
CEDOC PERFIL Arturo Jauretche tuvo una proximidad mayor con el movimiento que con su líder. Félix luna nunca fue peronista.
 ??  ?? CERCA Y LEJOS.
CERCA Y LEJOS.
 ??  ?? LIBRO. Intelectua­les que estuvieron en contacto.
LIBRO. Intelectua­les que estuvieron en contacto.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina