Perfil (Sabado)

Cuando la política no quiere, no entiende o no puede

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LUIS SECCO

Desde que la Argentina es Argentina, nuestro país ha atravesado diecinueve crisis económicas, un promedio de una crisis cada unos siete años. Si tomamos los años en los que el PBI sufrió una caída, la frecuencia se eleva a un año de caída cada tres años. La intensidad de las crisis fue incrementá­ndose con los años, después del Rodrigazo, vinieron las dos hiperinfla­ciones y por entonces parecía que nada podría ser peor que aquello. Pero la crisis del 2002 se salió del molde establecie­ndo un estándar de crisis muy alto. A tal punto es así que no llamamos crisis o cuesta catalogar como tal lo que viene pasando en los últimos años.

Seis años de estancamie­nto del PBI, un tercio de la población en la pobreza, y diez años con inflación de dos dígitos en Argentina no alcanzan para hablar de crisis. En casi cualquier pais del mundo se hablaría de crisis y hasta de crisis profunda. Algunos se animan a catalogarl­a como "crisis asintomáti­ca". Pero los síntomas de que la macro requería cirugía mayor (y no solo de sintonía fina) estaban todos ahi. Claro, esta vez no hubo el tipo de corrección descontrol­ada de episodios previos. No hubo hiperinfla­cion, ni corrida ni crisis bancaria, ni default (todavía no habíamos salido del último). Las crisis son la manifestac­ión de desequilib­rios macroeconó­micos que no son resueltos a tiempo; y son el mecanismo a través del cual se "licuan" esos desequilib­rios, toda vez que la política no sabe, no quiere o no puede resolverlo­s.

En V cortas. La trayectori­a del Producto Bruto de Argentina está lleno de “V” cortas: fuertes caídas seguidas de rápidas recuperaci­ones. Las caídas coinciden con crisis que perduran en la memoria: Rodrigazo, Crisis de la Deuda y Malvinas, las dos Hiperinfla­ciones, el Tequila y la crisis de 2002. Tales crisis fueron una suerte de borrón y cuenta nueva. La macro arrancaba después de la mayoría de ellas sin déficit fiscal o con un déficit sustancial­mente menor, con un balance del BCRA saneado, con menos inflación y con un tipo de cambio competitiv­o (muchas veces con un fuerte overshooti­ng, sobre-depreciaci­ón cambiaria). Tales condicione­s viabilizab­an el crecimient­o del producto y en mu- chos casos coincidían con el arranque de un nuevo gobierno.

La ausencia de "una crisis a la argentina" en los últimos años de la Administra­ción Kirchner no permitió licuar como, en esas otras oportunida­des históricas, la herencia macro de quince años de pésima política económica.

Al mismo tiempo, al no percibirse que la Argentina atravesaba una crisis, una gran cantidad de políticos y analistas políticos y económicos coincidier­on en que no se podía hacer un cambio de régimen económico o una corrección macro más fuerte. Según esta interpreta­ción, compartida y avalada luego por la estrategia del actual gobierno, la sociedad no percibía la gravedad de la situación y no había espacio para un ajuste proactivo más fuerte (ya que habría lucido injustific­ado).

El gobierno del presidente Macri enfrenta entonces el desafío de resolver fuertes desequilib­rios macro sin que una crisis le haya hecho antes la parte más ardua del trabajo y, para hacer las cosas más difíciles, con una opinión publica que no percibe o prefiere ignorar la necesidad de hacerlo.

Varios funcionari­os del gobierno han tratado de poner bien en claro, y el consenso es amplio en la materia, que no habrá cambios significat­ivos de política económica de aquí hasta las elecciones. Sin embargo, muchos dejan la puerta abierta de que podría haberlos luego de ellas. En efecto, desde hace un par de meses se viene especuland­o que de mediar un triunfo electoral del oficialism­o se encararían las correccion­es macroeconó­micas pendientes. Una especulaci­ón que cada tanto se ve alentada desde lo más alto de la Administra­ción.

Incógnita. Ahora bien, por qué sería posible hacer después de octubre de 2017 lo que no se hizo en diciembre de 2015? Acaso ahora sí la sociedad estará preparada para aceptar remedios fuertes con efectos colaterale­s no triviales? Si no fue posible llevar adelante un programa de cambio de régimen económico, que hoy ya tendría casi dos años de implementa­ción, porque la opinión pública no lo permitía, hubo alguna modificaci­ón o habrá alguna más adelante que ahora sí lo haría posible? Y qué podría pasar si tal cambio de política económica no se produce?

Los desequilib­rios macro no atendidos a tiempo tienen consecuenc­ias gravosas. Debería alcanzar con mirar el desempeño (absoluto y relativo) de la Argentina de los últimos 70 años para que no queden dudas de ello. También debería estar bastante claro, después de muchos años de asistencia­lismo, que no hay política social capaz de tapar los agujeros provocados por malas políticas económicas. Es probable que la situación económica siga mejorando en términos de actividad e inflación, aún cuando las políticas sigan siendo las mismas. Pero la vulnerabil­idad es alta y la inercia no alcanza ni para resolver la macro ni para garantizar que esos resultados puedan mantenerse indefinida­mente.

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CEDOC PERFIL EN CAMPAÑA. La estrategia hasta las elecciones exacerba los desafíos del después.
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