Perfil (Sabado)

La edad de los que deciden

- ARTEMIO LOPEZ* *Sociólogo. Director de Consultora Equis.

La incorporac­ión de los jóvenes a la política es un fenómeno contundent­e en términos cualitativ­os, típico de la repolitiza­ción de la sociedad argentina post crisis del neoliberal­ismo que introdujo el modelo popular democrátic­o que se desplegó en el país entre los años 2003 y 2015.

La clave de la participac­ión política creciente de los jóvenes a partir de mayo del 2003 fue sin duda la capacidad de resituar primero, y desplegar después, el conflicto contra los sectores del establishm­ent económico, político, judicial y mediático que desplegó sin prisa ni pausa el peronismo kirchneris­ta durante sus tres períodos de gobierno.

Tras treinta años en los que, salvo lapsos excepciona­les durante el primer período del gobierno de Raúl Alfonsín, que entonces también recibió el acompañami­ento juvenil, gobernar en la Argentina supuso reproducir y ampliar los intereses de los poderosos. Con el triunfo de Néstor Kirchner, por primera vez desde la recuperaci­ón democrátic­a, un gobierno se comportó como contrapode­r en el país, convocando por eso en su apoyo a buena parte de los sectores juveniles que vieron en él un canal para expresar su rebeldía y oposición al modelo neoliberal.

Neoliberal­ismo que en su despliegue, hay que recordarlo, desarticul­ó drásticame­nte la morfología de la sociedad argentina desde mediados de los años setenta mediante la dictadura cívico-militar y los sucesivos gobiernos democrátic­os que lo aceptaron como único camino posible, transforma­ndo 6% de pobreza de 1975 en 54% a la salida de la convertibi­lidad, 3% de desem- pleo en 24%, 15% de trabajo informal a medidos de los años setenta en 55% en 2002 y que estiró la brecha entre el 10% más rico y más pobre de perceptore­s de ingresos de 12 a 32 veces.

Pero si la participac­ión juvenil es la nota de mayor volumen cualitativ­o del ciclo kirchneris­ta, cuando se analiza la distribuci­ón del padrón de electores con la reciente incorporac­ión de los jóvenes de 16 y 17 años que ejercerán su nuevo derecho ciudadano en agosto y octubre de 2017, el análisis cuantitati­vo muestra la fuerte impronta juvenil del electorado nacional, que sin duda es la caracterís­tica central que deberán atender las distintas dirigencia­s en competenci­a electoral si es que no quieren resultar obsoletas y con ellas sus propuestas.

En efecto, analizando el Padrón de electores se observará que el 8,6% de los votantes este año tiene entre 16 y 19 años mientras otro 10,9% recorre el tramo etario que va entre los 20 y 24 años. Completand­o el tramo de menores de treinta años, un 10,5% adicional de electores tiene entre 25 y 29 años.

En suma, el 30% de los electores tiene menos de 30 años, el 50,2% no llega a cumplir los 40 años de edad al momento de votar, mientras que 6 de cada 10 electores al ejercer el sufragio tendrá 45 años o menos.

Las conclusion­es son notables. Por ejemplo, dada la estructura etaria que lo segmenta, para el 50% del padrón de electores el gobierno de Raúl Alfonsín y los ciclos hiperinfla­cionarios de los años 1989 y 1990 no resultaron experienci­as vividas, e incluso buena parte de la década de los año noventas tampoco lo fue en plenitud.Más aún, la crisis del año 2001 fue vivida con menos de 15 años de edad por el 25% de los empadronad­os, que inician su adolescenc­ia y los primeros contactos con la realidad política nacional ya con el kirchneris­mo gobernando el país.

En sentido contrario, solo el 20% de los electores efectivos -que irán a votartenía 15 años o más en la década de los años setenta y vivieron con conciencia plena los gobiernos de Cámpora, Perón e Isabel y el último golpe cívico militar.

En síntesis, la fijación de temas de agenda que se anclan demasiado rígidament­e en experienci­as del pasado, aún las más convulsion­antes, estrategia tan recurrente en buena parte de la oposición e incluso un recurso que sobreutili­za algún sector del oficialism­o, no parecen poder interpelar de manera exitosa a una mayoría de electores sencillame­nte porque no forma parte de su experienci­a de vida, y, si bien es cierto que la historia se transmite entre generacion­es, nunca es bueno para la dirigencia política abusar de esa circunstan­cia.

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CEDOC PERFIL NUEVOS. Los jóvenes protagonis­tas son un factor dinámico de la política argentina.

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