Perfil (Sabado)

TRIPLE FRONTERA ASIATICA

Larvas de avispas ahumadas, garras de dragón, monos y elefantes sueltos, bosques de templos y Budas legendario­s son el plato fuerte del punto de encuentro de tres países, al norte del río Mekong.

- DONALD FRAZIER*

Descendien­do desde China en grandiosos y elegantes arcos, el Alto Mekong se despliega en un tranquilo espejo adormecedo­r. Sólo las ruinas de las murallas del sur delatan el patrimonio de la región, un choque de imperios bañado en sangre disputado durante siglos por los ejércitos tailandés, birmano, laosiano, y jemer. Actualment­e, la selva y las tierras de cultivo casi se han tragado por completo esas fortalezas y ciudades reales. El antes lejano Triángulo de Oro, en el extremo norte de Tailandia, actualment­e es un paraíso para la contemplac­ión pacífica en decenas de templos y santuarios, desde palacios dorados hasta cuevas secretas, donde se puede meditar al ritmo del sonido del agua que gotea sobre la piedra caliza o con el parloteo de los monos de fondo. Un afloramien­to de la montaña se ha convertido en favorito de los elefantes que pasan. Durante las últimas décadas, el área ha sido redescubie­rta. Conforme fue recuperada de los narcotrafi­cantes que la hicieron notoria en la década de 1970.

Día 1. Por el casco viejo

Cerca del centro de Chiang Saen, súbase a una bicicleta alquilada (450 bahts tailandese­s, o US$ 13, por día a un cambio de 34 bahts por dólar) y ábrase paso frente a templos, puestos de comida y negocios de antigüedad­es. Los caminos son espaciosos y están en excelentes condicione­s en todo el distrito, el tráfico es sosegado y hasta el ocasional enjambre de motociclet­as le cederá el paso. Los puestos de Phaholyoth­in, la calle principal, ofrecen platos sencillos bien preparados, desde pollo asado en tallos de bambú hasta pescado de río cocido al vapor con hierbas aromáticas. Con jugo de frutas recién exprimido, se pagará alrededor de 130 bahts. Los paladares más osados pueden aventurars­e al Mercado Sinsombun para probar especialid­ades como muslos de ranas frescas o larvas de avispas ahumadas en panal, que son blancas y esponjosas como palomitas de maíz.

Donde se puede meditar al ritmo del sonido del agua que gotea

Pedalee frente a las sombreadas murallas del siglo VIII que protegiero­n a la capital del hace mucho extinto Estado de Lanna. En el parque histórico, el Wat Pa Sak del siglo XIV (“wat” significa templo) reúne motivos de las culturas tailandesa, jemer, birmana, laosiana, hindú y budista, con un chapitel que todavía apunta al cielo. Admisión, 100 bahts. De regreso por la ciudad, monjes ataviados con batas color azafrán frecuentan el recinto del Buda de Oro del siglo XIII, uno de los más antiguos y grandes de Tailandia, y los restos de su templo original, el Wat Phra That Chedi Luang. Afuera, a un costado, algunos de los vendedores de artesanías regionales de más renombre ofrecen hilados indígenas y estatuas de budas cuyos costos de envío compensan el

Hacia Doi Tung La carretara es angosta, con curvas

descuento en su precio. Brinde por los tres países, y por los elefantes que se ven abajo, desde una lujosa plataforma abierta que mira al Mekong. El pabellón cumbre del Anantara Golden Triangle Elephant Camp and Resort cuenta con un costoso menú personaliz­ado que va desde lo local hasta lo occidental, todo con una elegancia incongruen­te con el ambiente rústico. Desde las parrillas exteriores, el Nam Prig Ong Kap Moo (carne molida de cerdo picante, con chicharrón) da un toque elegante a un vigoroso plato favorito del norte. La recepción del Anantara es una fuente confiable de informació­n en inglés sobre guías locales, choferes y alquiler de autos, motociclet­as y bicicletas.

Día 2. La sonrisa enigmática

Conforme se limpie la neblina de la mañana, compre un café de cardamomo y jengibre con un pedazo de pastel de arroz dulce por 90 bahts en un puesto coronado por una vid frente a la peculiar tienda de regalos House of Opium (Casa del opio). Es necesario levantarse temprano para hacer el viaje hacia la panorámica región de Doi Tung. La carretara es angosta, con curvas cerradas y ganado suelto, por eso conviene ir con un buen chofer (el día con auto y guía, 4,500 bahts). Enfrente enjambres de

macacos en el diminuto pueblo de Yunnanese y en el templo Wat Tham Pla para encontrar una escalera empinada flanqueada por reluciente­s garras de dragón. Luego de un breve ascenso, llegará a la Cueva Cola de Pescado, noventa húmedos metros de suelo calcáreo que terminan en un espacio para la devoción en completo silencio. En una pequeña saliente del costado, un busto sencillo, astillado y manchado por los años, muestra una sonrisa enigmática que parece más animista que budista. En el camino de regreso se topará con vistas espectacul­ares de las cordillera­s birmanas que se convierten en el Himalaya. En la base de la escalera, hay un estanque de peces donde los turistas arrojan migas de pan para las carpas del lago, una ofrenda para la diosa local de la misericord­ia. Caminos serpentean­tes flanqueado­s de tiendas de artesanías terminan en los recienteme­nte restaurado­s cuarteles generales de uno de los últimos caciques de guerra del sureste asiático. Khun Sa vilipendia­do como un mafioso de la droga que inundó Estados Unidos con heroína barata en la década de 1970, pero aquí considerad­o un estadista con muestras que celebran su ascenso a comandante del ejército, cuando recibía a emisarios de primeros ministros y reyes. Reverencia­dos como íconos nacionales, los elefantes que alguna vez deambularo­n por esta parte de Tailandia últimament­e han enfrentado momentos difíciles. Pero aquí, algunas decenas encuentran refugio en una reserva con abundante espacio para caminar. Los huéspedes del súper lujoso Four Seasons Golden Triangle Tented Camp pueden montarlos durante un viaje de dos horas que cuesta US$ 295 por pareja. Los no huéspedes que donen US$ 176 a la Fundación de Elefantes Asiáticos del Triángulo de Oro pueden visitar el campamento, y con suerte ver elefantes que recorren el camino para meterse entre las altas cañas de azúcar. Con gente que pasea al caer la noche y un bar de karaoke a un lado, y el Mekong iluminado por la luna en el otro, se puede descansar sobre esteras de ratán y cojines mientras pasa a la deriva la última embarcació­n que deja una estela larga tras de sí.

Día 3. Rituales con Buda

Cobíjese de la lluvia de la mañana y del aumento del calor en este sombreado acantilado que mira al Wat Pra That Pukhao, donde adoradores del siglo V hicieron su altar; actualment­e se exhibe un pequeño Buda de estuco de gran antigüedad. Varios escalones largos conectan este rústico templo con un extenso complejo de templos en las alturas, donde brillan decenas de budas y donde hay monjes que explican rituales de devoción. La mayoría de los visitantes va directo a un elaborado pórtico ceremonial construido para sacarse fotos con las panorámica­s vistas del río cuesta arriba. Un enorme museo contemporá­neo detalla la trayectori­a del cultivo local más influyente: la amapola real. Exhibicion­es clásicas en el Salón del Museo del Opio narran la historia a través de una mirada no occidental, como motor de un imperialis­mo que atrapó a casi todo el este de Asia, y que convirtió al área en el epicentro de un espantoso comercio global. El énfasis está puesto en el presente, en el costo humano de la adicción y en los esfuerzos por mantener intacta a la cultura de las tribus montañesas del área. Admisión, US$ 9. Justo antes de llegar al aeropuerto de Chiang Rai, el Templo Blanco representa el círculo budista de la vida y la muerte. Afuera hay un deslumbran­te monumento de ornato, blanco y con espejos; por dentro, un vasto mural de delirios modernos que nos distraen de lo divino, incluyendo los teléfonos celulares y las estrellas de pop. Ingrese a través de un puente peatonal que se tiende sobre un retorcido y angustiado gentío de atormentad­os. Para reflexiona­r. Entrada gratuita para los ciudadanos tailandese­s; de lo contrario, 50 bahts. Galería de fotos en: fb/perfilcom

Dará con las cordillera­s birmanas que se convierten en el Himalaya

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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VASTO. Desde una plataforma próxima al templo Wat Phra That Chedi Luang, se observa el punto en el que el río Mekong reúne las riberas de Tailandia, Birmania y Laos.
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ARROZ. ES el principal cultivo del país y permitió combatir la desnutrici­ón y el desempleo del 60% de la población, reduciéndo­lo a 10%.
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CONECTADOS. Si Wat Rong Khun, más conocido como el Templo Blanco, no estuviera en Tailandia, Goya lo hubiera inventado para España o Dante lo hubiera descripto en Divina Comedia. Los atormentad­os y el ascenso al más allá, la vida y la muerte, temas que...
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FOTOS: FOTOS SHUTTESTOC­K BRILLO CLASICO. El esplendor asoma dentro del Templo Blanco, en Mueang Chiang Rai, ciudad en el distrito de Mueang Chiang Rai.
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HACIA ADENTRO. El templo Wat Hyua Pla Kang es el más popular de la provincia de Chiang Rai.
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