Perfil (Sabado)

Cerco imaginario

El Presidente apuesta al rédito electoral de causas judiciales. Un tiro por elevación a la propia Justicia.

- ROBERTO GARCÍA

Se embarcó Mauricio Macri en una serie de escaramuza­s judiciales como si fueran el pasaporte a la felicidad. O al triunfo en las elecciones del 22 de octubre que, en su caso, parece que fuera lo mismo. Si uno observa un núcleo de causas en vigencia y publicitad­as concluirá en que todas remiten a Cristina de Kirchner, sea por azar o inteligenc­ia artificial. Sin olvidarse de Ella misma, a su propio camino de la cruz a Comodoro Py, tropiezos por su vasta hotelería, episodios pendientes (Nisman) y una veda económica que la somete, nerviosa, a no poder gastar sus fondos. Ni para ponerlos en la campaña que, según los antecedent­es sin comprobaci­ón del finado Néstor, se acumulaban para hacer política.

Como dicen las escrituras, felices los que creen sin haber visto, ya que por ahora una lista de intendente­s –con preemimenc­ia de Avellaneda, Lomas de Zamora y Matanza, según mentas– son los que deben arbitrar los aportes para actos como el de ayer en Mar del Plata, segunda o tercera tierra de Daniel Scioli gracias a la vertiginos­a expansión de la familia Aldrey Iglesias. No en vano, para unos pocos, es ¨La Feliz¨.

El cerco imaginario a la viuda candidata esconde una convenienc­ia politica. Se compone de un trámite inconcluso para liquidar en el Consejo de la Magistratu­ra al camarista Eduardo Freiler, un ¨Chiche¨ de la ostentació­n, quien hasta ahora conserva la cabeza por falta de número entre los que deben juzgarlo y sobre el que pesa hasta una venganza personal atribuida al propio Presidente por historias pasadas. Habrá que sumarle a Freiler el rosario de denuncias contra Julio De Vido, repositor de la mayoría de las obras del anterior gobierno al que imputan venalidade­s varias, quien quizás sea responsabl­e de sus propios errores. A poco de haber asumido, la revista Noticias le dedicó un artículo que parecía convertirl­o –como ocurrió– en el Emir Yoma de Kirchner. No quiso replicar ese artículo, sostuvo informalme­nte: ¨Néstor no quiere que hable, no hablo. Así son las cosas en este gobierno¨. Pero, lo presionó un periodista con la frase: ¨Difícilmen­te Néstor te lleve cigarrillo­s a Devoto¨. A lo que contestó De Vido: ¨Así son las cosas, así fueron en Santa Cruz, si no me gusta me tengo que ir...¨. Y no se fue, claro. Tampoco habló, como otro que nadie convoca: Carlos Zannini.

La ofensiva judicial no se limita al volumen de los nego- ciados y participan­tes, también incluye a la procurador­a Alejandra Gils Carbó, odiada más por la influencia del cargo sobre los fiscales que por la sospecha de haberse hecho rica. Aun así, le cuesta desmontar una pesquisa sobre la compra de un edificio. Hasta el mismo Macri ha dicho que se la debe echar (pronunciam­iento raro justo cuando ella concentra investigac­iones y delaciones en el caso Odebrecht que merodean al propio

Pre- sidente) y en la disconform­idad para cesantearl­a hasta se debatió la forma del despido: a través de un decreto, un juicio político o un desplante que la ofenda lo suficiente como para irse sin saludar (hace 20 días se prescindió del instrument­o presidenci­al por consejo de Clusellas contra la opinión del decretista perenne, Rodríguez Simón). Esta suma de causas tan publicitad­as revela un fundamento de campaña que el oficialism­o pregona: las mafias, los sobrepreci­os, la corrupción, están del otro lado, huelen al desodorant­e de Cristina. No pertenecen a María Eugenia Vidal ni a Macri. Para ciertos encuestado­res, mantener y profundiza­r esta sensación colectiva será decisiva en el resultado de los comicios, inclusive en la provincia de Buenos Aires. Futuro. Se cumplan o no los desalojos, las expulsione­s o hasta alguna detención, en el Gobierno reina un criterio político que no se agota en las elecciones, persistirá en otras batallas con la Justicia. Apunta a un propósito superior: desde remover la mayor cantidad de magistrado­s federales al desplazami­ento de Ricardo Lorenzetti, aunque este último apetito se ha morigerado debido a que la incorporac­ión de Rosatti y Rosenkrant­z, más el respaldo de Highton al dúo, le ha restado poder y caprichos al actual titular de la Corte Suprema. Al menos eso supone el Gobierno. Y aunque considera a Comodoro Py como una asociación ilícita, casi sin excepcione­s y a pesar de que no le ha ido mal en sus últimos procesos –Carrió sostiene que los jueces son corruptos o medrosos–, también sabe que no podrá apartarlos en masa. Como alternativ­a tal vez inunde el fuero con otros magistrado­s que lo jibaricen y eso los obligue a compartir responsabi­lidades.

Más de uno cree que además de incrementa­r gasto público, en rigor se multiplica­rá el sistema de peajes. Por lo tanto, ofrecen reservas las batallas de hoy y las futuras: hasta ahora rinden poco y no hay garantías de que sirvan para ganar la guerra, ya que el Gobierno no supo elegir lugar ni oportunida­d para hacerlas, menos evaluó sus fuerzas. Y, como se sabe, estas son condicione­s básicas, ademas de tener generales con suerte, pericia y destreza.

Desde que inició su administra­ción, Macri tuvo roces y dislates con la Justicia (sin olvidar sus penurias municipale­s con el juez Gallardo). Calificaba a Oyarbide como el peor juez de la historia, mientras proclamaba a Galuccio y a Echegaray como funcionari­os ejemplares del cristinism­o. Consumió cartuchos en la grosería de designar por decreto a dos ministros de la Corte y, vía el ministro Garavano, supuso que Gils Carbó se quedaría apenas seis meses en su cargo. Nada peor que un varón engañado.

Al mismo tiempo, juraba que no iba a tener operadores para aliviar o engordar causas como se especializ­ó el gobierno anterior, prometió un modelo de transparen­cia: desde entonces, abundaron los espontáneo­s para ejercer esa tarea. Fracasó Angelici por trabas internas, merodeó Torello, apelaron a Majdalani sin fortuna, Arribas se estacionó y resiste con sus secretos, algunos medios interesado­s hacen participar a sus periodista­s en objetivos puntuales y hasta mencionan a un reconocido dueño de diarios para instalarse en ese ejercicio.

Contradict­oria la autoridad del mandatario por construirs­e un traje judicial a medida, cuando ya se sabe que ese traje se confeccion­a siempre después que pasa el gobierno y según el corte y confección que determinan los magistrado­s.

Si se observan procesos vigentes, se concluye que todos remiten a Cristina

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METODO DE FIJACION Alejandra Gils Carbó Dibujo: Pablo Temes
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