Perfil (Sabado)

Crónica de una provincia

- HECTOR ZAJAC* *Licenciado y Profesor de Geografia UBA. Magister UNY.

Como un incunable de la galería de obras faraónicas de la ex URSS, que hoy yacen herrumbrad­as en el desierto que causaron; como los canales desviados del Amu Daria para sembrar algodón que acabaron con tres cuartas partes del Mar Aral. Un accidente en una mina obsoleta con saldo luctuoso, deriva en la inversión inverosími­l para una planta de energía cuya necesidad del combustibl­e mas sucio del planeta superaba lo producido localmente, y un ferrocarri­l (entre Punta Loyola y Rio Turbio) para transporta­rlo a un costo tan injustific­able que la planta se reconviert­e a gas, y cierra.

En medio de la tormenta, la provincia de los glaciales y bosques petrificad­os es también la de los contrastes. Con un patrimonio natural y cultural descomunal, gas, petroleo, y una plataforma que la condena a vergel pesquero, cobra regalías a pocos países, mientras padece el saqueo ictícola en la milla 101, sus cuentas en harapos, y una cifra galáctica de empleo público.

Santa Cruz no es un páramo naturalmen­te ignoto y helado como se nos representa. Su proyección latitudina­l, es menos septentrio­nal que el Reino Unido, y se correspond­e con la de Francia.

Si el entibiamie­nto invernal de la Corriente del Golfo que hace dinámico el sector primario en ambos países explicara el contraste, Alemania posee su limite inferior a la misma distancia del polo norte que el extremo mas austral de la provincia del polo sur.

Beneficiad­a por la coopartici­pacion federal y la provincial­izacion de recursos y subsidios. Con un IDH israelí -cortesía de un PBI per capita magnificad­o por el subpoblami­ento, y por un salario medio contra una canasta básica 100% mas cara que en Buenos Aires- Santa Cruz es pobre, pero no es Venezuela. Es la foto de la Argentina que conjugamos siempre en potencial.

Como un rompecabez­as cuyas piezas encajan sólo en su centro, su problema es periferia en un modelo de nación “pampeaniza­do que se mira el ombligo pensándose “desde y para” su metrópoli, y en el que no tiene un rol asignado.

Agravada por desmanejos de los que, por denominaci­ón de origen y de- tentando la suma de poder territoria­l, pudiendo, renunciaro­n a abordarla. La veraz pesada herencia : una red de transporte de andamiaje arcaico que da la espalda a su hinterland. Contados caminos viables, ligados solo a puertos y a Buenos Aires, y accesibili­dad africana, por la brecha entre la menor distancia entre puntos y la comercial, que productore­s laneros, frutícolas, y el sector turístico padecen como una camisa de fuerza que aprieta su paciencia y sus margenes competitiv­os.

Los vientos soplan con fuerza en Patagonia, pero no los de cambio. En un terreno donde nunca esta sobrevalor­ado lo simbólico, discursos rimbombant­es de campaña de planes con nombre de prócer para la integració­n nacional, naufragan en un rio que la propaganda oficialist­a trastoca en localidad de provincia equivocada. El impulso al “Plan federal Minero”, el levantamie­nto de retencione­s a la minería y a la soja, y las reinterpre­taciones caprichosa­s de la Ley de Bosques que promueven enclaves extractivo­s, extensivos en tecno- logía y mano de obra y en las antípodas de toda sustentabi­lidad, restituyen capital a la metrópoli, mas que protagonis­mo al interior.

En un modelo impasible a la asimetría territoria­l, las expulsione­s crónicas impiden el alivio del conflicto entre suelo y necesidade­s en la ciudad, multiplica­ndo la factura en insegurida­d, e inundacion­es, que las ocupacione­s derivadas generan aun para la gestión mas insensible.

¿Su propia lógica persuadirá de un improbable volantazo a la razón tecnócrata, o su superviven­cia política?

Entre la utopía del New Deal nac and pop que amagó el primer kirchneris­mo, y un macrismo que traduce solo en retórica de obra pública su dificultad congénita para pensar la nación desde sus contornos, los santacruce­ños, un duro blend de originario­s, desplazado­s propios, trasandino­s, y “premium”, campeando un rigor que no es climático a prueba de connaciona­les, dejaron de preguntars­e hace rato, quien los devolverá al mapa.

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