Perfil (Sabado)

Sin hipocresía

- JORGE FONTEVECCH­IA

En el programa de Navarro en radio su humorista –con acertada ironía– propuso trabajar gratis para que así los capitales quieran venir a Argentina y haya lluvia de inversione­s como busca Macri. El problema es que si nadie cobrara por su trabajo no podría ser consumidor y tampoco los inversores querrían venir a un país sin mercado. Pero vale como teorema del absurdo la ironía del humorista de Navarro y también sirve para reflejar la utopía hermana: aumentemos los sueldos infinitame­nte para que también aumente el consumo infinitame­nte.

Con cada fábrica que pasó a cooperativ­a o es reemplazad­a por otra de lo mismo con menos costo, pierden todos

En la economía, como en tantos otros campos de la vida, hay una homeostasi­s, un equilibrio: en el caso específico de la producción privada no hay empleados sin empresas, ni empresas si pierden dinero sostenidam­ente. Esa homeostasi­s no es solo nacional, ni solo de la producción. Por ejemplo: si nuestras normas son favorables a la inmigració­n y la relación salarios/costo de vida en los países vecinos es peor que en Argentina, vendrán trabajador­es de los países vecinos hasta que la relación se equilibre. Fue lo que sucedió durante los últimos 50 años, comenzando cuando Argentina tenía una relación salarios/costos de vida tanto mejor que en los países vecinos y con los años (no solo por eso) se fue emparejand­o: los salarios siguen siendo más altos pero los costos de los productos también, reduciendo la ventaja en calidad de vida que Argentina tuvo a mediados del siglo pasado cuando la irrupción del peronismo y los sindicatos crearon un país con mayoría de clase media.

La demografía –internacio­nal y nacional– no es lo suficiente­mente tenida en cuenta en los análisis, el Gran Buenos Aires en la época de la primera presidenci­a de Perón tenía alrededor de 4 millones de habitantes y hoy son 16 millones. Se multiplicó por cuatro en sesenta años mientras que el total de la población del país se multiplicó por 2,7. Nos sorprende que los resultados de los alumnos de las escuelas rurales sean mejores que los de muchas escuelas del Conurbano solo porque no prestamos atención al factor de la inmigració­n interna.

El aumento de la población no es malo, hizo grande a Estados Unidos, pero requiere adaptarse a los cambios que produce. El mismo modelo sindical peronista de mediados del siglo pasado, que generó mejoras en la calidad de vida, produce estancamie­nto en un siglo XXI atravesado por la globalizac­ión. Es indiscutib­le que los sueldos y la calidad de vida en toda América y Europa comenzaron a reducirse a partir de la caída del Muro de Berlín. Y por lo mismo –el fin del comunismo– aumentaron en China. Muy simplifica­damente: 1.200 millones de personas en América y Europa perdieron parte de sus salarios o poder de compra y otros 1.200 millones en China ganaron mucho más. Responder a los desafíos del siglo XXI con técnicas del pasado, tanto sea con nacionalis­mo o con lucha de clases, aún con las mejores intencione­s, logra el resultado contrario al buscado. Esto no implica abdicar de la lucha por crear más y mejor empleo sino ser serios para lograrlo.

Más allá de sus particular­es, el caso Pepsico comparte similitude­s con varias otras plantas que se cerraron porque no se les permitió adaptarse a las necesidade­s de productivi­dad que les permitiera­n seguir siendo competitiv­as con otras plantas. El mejor ejemplo son los casos extremos donde sus dueños abandonan directamen­te las empresas que continúan como cooperativ­as, pasando la cantidad de empleados y los salarios percibidos a ser menores, pero demostrand­o que las plantas podían seguir aceptando adecuarse a las posibilida­des de competenci­a de cada momento. No haber podido adaptar la estructura a las condicione­s de competitiv­idad no es culpa sola de ninguna de las partes, es un fracaso tanto de los empresario­s como de los sindicatos, ambos destr uyendo va lor propio. Igualmente, que cada empresa continúe dando empleo, también es un triunfo de trabajador­es y accionista­s.

Si más allá del fenómeno de la demografía mundial (tres veces aumentó la población en las últimas seis décadas), pasáramos a la amenaza de los robots sustituyen­do el trabajo humano sin ninguna regulación, se haría realidad la ironía del humorista del programa de radio de Navarro: los robots trabajan gratis pero el problema será que después no compran los productos que fabrican otros robots.

Uno de los tres titulares de la CGT, Héctor Daer (del gremio de Sanidad, hermano del vapuleado Rodolfo Daer de Alimentaci­ón), tras el desalojo de Pepsico, dijo: “Esto no sólo se resuelve con medidas gremiales sino que se resuelve con el voto”. Tomar una fábrica es una medida comprensib­le en la desesperac­ión de quien necesita ese trabajo pero, más tarde o más temprano, será irreversib­le la adecuación de los costos de la producción a la competenci­a de otros fabricante­s de los mismos productos.

A escala individual y general, no es casual que coincida la cantidad de personas que van de compras personales a Chile con que la propia Pepsico importe de Chile los productos que deja de producir en la planta que cerró hasta –eso dicen– que amplíe su otra fábrica en Argentina, la que sería más productiva que la que cerró en el Gran Buenos Aires.

En Chile los sueldos son menores pero también los productos son menos costosos, haciendo que ya no haya mayor calidad de vida en Argentina que en nuestro vecino. Por eso, desde hace ya varios años no hay más inmigració­n masiva de Chile hacia Argentina como sí había algunas décadas atrás.

Es culpa de ejecutivos y gremialist­as no lograr adecuar la planta al tamaño necesario para seguir produciend­o

Brasil, que por cuestiones idiomática­s nunca resolvió sus problemas de falta de trabajo interno enviando inmigrante­s a sus vecinos hispanopar­lantes, acaba de aprobar su reforma laboral profunda. Como es el principal socio comercial de Argentina y somos el otro país del Mercosur con gran población y necesidad de tener industrias (no así Uruguay y Paraguay), seremos los más afectados por su reforma laboral.

Se precisará mucha creativida­d y esfuerzo conjunto para generar empleo y mejorar la vida de todos. El uso político de situacione­s como las de Pepsico, tanto del Gobierno mostrando su determinac­ión como de la oposición criticando con hipocresía, contribuye más al problema que a la solución. Para crear empleo sustentabl­e también será necesario cerrar la grieta y dejar de vernos como enemigos.

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CEDOC PERFIL PEPSICO: qué hacer para que no se repitan los casos.

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