Perfil (Sabado)

MALDITAS DIFICILES

REDONDAS O RECTANGULA­RES, DE CARTON O DE CHAPA, CON FOTOS O CARICATURA­S, POCOS OBJETOS REMITEN A LA INFANCIA COMO LAS FIGURITAS. PABLO CALVO PROPONE UNA BUSQUEDA DE ESAS ESTAMPAS AZULGRANAS PARA REENCONTRA­RSE CON LA VIEJA CANCHA DE SAN LORENZO.

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Quizá este libro, nacido en el sueño de reconstrui­r el Gasómetro con recuerdos, no sea más que la proyectada aspiración de un niño que alguna vez quiso llenar un álbum de figuritas. Juntar historias mínimas, pegarlas en un álbum, agruparlas según la época, puede llevar a un premio mayor, a una bicicleta, a una pelota de cuero o simplement­e al sabor perdido de un alfajor.

Podrán decir que el coleccioni­sta es un soñador, pero no es el único: cuatro generacion­es de hinchas juntaron figuritas de sus equipos de fútbol. Y cientos de ellos revisan cada noche sus baúles para asegurarse de que el álbum de la infancia siga ahí.

Las figuritas difíciles que se necesitaba­n para completar el álbum fomentaban el hambriento deseo de buscarlas, y el goce estaba en ese camino, más que en el hallazgo final. Los pilones de repetidas no cabían en las manos, pero en dos minutos se convertían en recompensa si otro chico aparecía con la estampa del volante central que faltaba. El intercambi­o era dispar.

De aquel pasado llegan noticias a Boedo. Y la primera es sobre una injusticia: el Viejo Gasómetro, como imagen absoluta, nunca tuvo su figurita. Es hora de reparar esa sinrazón. Hay que revisar decenas de álbumes, reenfocar la mirada y prestar atención al entorno de los protagonis­tas, ahí sí aparecen piezas de un rompecabez­as único, donde emerge lo que parecía olvidado.

Maxi Copa abre su colección acompañado por sus hijos, Julieta y Nicolás. Tiene 2330 figuritas de San Lorenzo, colocadas en exhibidore­s que las protegen de manos llenas de migas y dulce de leche. Sabe trucos para rastrear las figus más complicada­s y suele viajar hasta quinientos kilómetros para conseguir una. Durante diez años, Maxi buscó algo que no encontraba: la figurita redonda de Ricardo Maletti, un defensor que integró el plantel del Ciclón entre 1971 y 1976.

El Loco Maletti jugó ciento veinte partidos con la azulgrana, se puso la 4, la 2, la 6 y la 3, y desplegó un carácter recio ante los delanteros que lo enfrentaro­n. Tuvo varios semblantes, pero los más recordados son uno con barba tupida, otro con bigote y otro con la cara bien afeitada.

Lampiñas tenía sus mejillas al posar para la foto del álbum Fulbito de 1974, cuando el San Lorenzo de Osvaldo Zubeldía tenía chance de salir campeón del torneo Nacional. Ese año nacía Maximilian­o Copa, futuro perseguido­r de la figurita perdida. El destino le tenía preparado un desafío.

Cuando Maxi se topó con ese álbum, pensó que lo llenaría rápido. Consiguió al arquero Alfredo Gato Anhielo con su buzo azul y a los tres marcadores de la punta derecha que tenía San Lorenzo en esa época, El Sapo Villar, Jorge Olguín y Rubén Hueso Glaría. Carlos Toti Veglio lucía bigotes. Antonio García Ameijenda aparecía mal anotado, con “g”. Los hermanos Enrique y Pedro Chazarreta tenían reservado lugar uno al lado del otro. Las camisetas de San Lorenzo eran de dos modelos, una con botones y otra de algodón. Ninguna tenía publicidad.

Perdido a lo lejos, casi impercepti­ble, asomaba de fondo el Viejo Gasómetro. Muy chiquito, aparecía con sus tribunas pobladas en las figuritas, salvo en dos, la de Enrique Chazarreta y la número 67, pertenecie­nte a… Maletti.

Quizá la figurita más llamativa de la historia de San Lorenzo sea la de Victorio Manco Casa, el puntero izquierdo de Los Carasucias.

El zurdo de la gambeta incontenib­le fue el único jugador argentino que posó para la foto sin su brazo derecho, amputado luego de un disparo de ametrallad­ora que recibió frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, adonde había estacionad­o una noche por error.

Las anécdotas de Maxi Copa también son colecciona­bles. “En 1954, el álbum Crack citaba una frase en la página de San Lorenzo que decía: ‘El origen de toda virtud es la humildad’. Y tenía como

particular­idad la inclusión del mítico arquero Blazina como suplente”.

En 1956, el álbum Gigante fue el primero en publicar detalles históricos sobre el Viejo Gasómetro. Decía que tenía capacidad para 80.000 personas, que el club tenía 40.000 socios y que el estadio quedaba en avenida La Plata 1674. Destacaba además que el Ciclón había ganado el Campeonato de Buena Conducta del Círculo Militar en 1949, una estrella no oficial pero muy curiosa.

En 1965, Golazo, con la figu de Casa, fue el primero en mostrar como fondo de los jugadores distintas dependenci­as del estadio. Areán, por ejemplo, apareció en la zona de actividade­s sociales que daba a la calle Inclán, junto a un chalé, mientras que Doval se cruzó de brazos en el campo de juego, delante del cartel de publicidad del coñac de moda en esa época, Otard-Dupuy. Los tarjetones autografia­dos de 1968 acercaron todavía más la imagen de las míticas tribunas de madera. Se las ve ahí nomás, en un día sin público, a las espaldas de Batman Buttice y su buzo amarillo; de Albrecht, Calics y Telch con las manos en la cintura; de Rendo sonriente y de Veira, Villar y Fischer de cuerpo entero. Los supertarje­tones de la colección Superfútbo­l de 1971 mostraron al Gasómetro en su esplendor, como marco de todo el plantel. En una sola figurita, el fotógrafo logró meter a veintiún jugadores, siete pelotas, pasto recién sembrado, un buen pedazo de tribuna y tres carteles publicitar­ios, el de materiales para la construcci­ón José Ferrarini, el de lapiceras Sylvapen y el de caramelos Mu-Mu. Cocco, Fischer, González, Veglio y Villar tenían también su tarjetón, autografia­do sobre la pelota blanca de la época y con un aire de la cancha detrás. O sea que, por pedacitos, y aunque no tuviera una foto exclusiva de silueta completa, el Viejo Gasómetro estaba presente, o al menos no se dejaba esconder. Si hasta el arco de avenida La Plata se veía al año siguiente en la figurita de Scotta, tan chica que no entraba ni el nombre del club, pues decía “S. Lnzo.” por toda denominaci­ón. En 1975, el álbum Estampas de Jugado- res incluyó el teléfono del estadio, “921-2139”, la dirección, “Avenida La Plata 1702” y hasta la medida del campo de juego, “105 metros por 70”. Tal vez esa haya sido la dimensión exacta de la felicidad. Las figuritas de fútbol desapareci­eron entre 1981 y 1992, período que coincide con el desguace del Gasómetro y la etapa errante de San Lorenzo por las canchas de Ferro, Boca, Vélez o Huracán.

Una de las últimas de la etapa histórica llamó la atención incluso a su protagonis­ta, el Gringo Scotta, que en 1981, por única vez, lució un bigote.

Según las planillas tabuladas de los coleccioni­stas, las más difíciles fueron Fischer de 1968, Irusta de 1972, Villar de 1973 y… Maletti de 1974.

¿La habrá conseguido Maxi Copa?

Sí, el 9 de julio de 2016, cuando la Argentina festejaba el Bicentenar­io de la Independen­cia, Maxi cruzaba la ciudad buscando la que le faltaba. Y justo ese mismo día, en España, el escritor y periodista Manuel Vicent cerraba su columna de contratapa del diario El País con este párrafo: “Al salir de catequesis comprábamo­s cromos de futbolista­s en la paradita. Aquellos cromos envueltos en olor a linotipia duermen todavía en nuestro cerebelo junto con las verdades absolutas, pero realmente lo que demostraba la existencia de Dios era el milagro que se producía cuando al final de muchas plegarias, sin dar crédito a los ojos, salía del sobre ese futbolista imposible que te faltaba para completar la colección”.

Pero los hinchas de San Lorenzo dicen que la estampa más difícil de todas es una invisible, construida en madera, amurallada de nostalgia y proyectada hacia el futuro. Afirman estos muchachos que cuando consigan esa figurita, la pegarán en el álbum que ocupará cuatro manzanas.

Y se verá desde un avión.

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