Perfil (Sabado)

Recuerdos implantado­s

- FABIAN CASAS

Hay una escena en Bla

de Runner, la película de Ridley Scott basada en ¿Sueñan los androides con

ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, que me impactó particular­mente. Es cuando se le hace un chequeo a una mujer observándo­le la pupila para ver si es replicante o no. Le preguntan por recuerdos que v iv ió, buscan saber si son auténticos. Los replicante­s, humanoides creados por una corporació­n, tenían recuerdos implantado­s. ¿Y quién no? Eso parece querer decir Dick. Cuántos recuerdos hay que suponemos que son nuestros y que nunca vivimos. Yo estaba seguro que una edición de Bruguera de

Tiempo de abrazar, la pri- mera novela de Onetti, tenía un prólogo del uruguayo donde contaba cómo y dónde había conocido a Roberto Arlt. Era uno de esos escritos que los narradores hacen para fundar su mito. En él, Kostia, un amigo en común con Arlt, lo llevaba a la redacción del diario El Mundo para que el autor de

El juguete rabioso leyera la novela de Onetti. La descripció­n que hace Onetti de su admirado Arlt es, en mi recuerdo, notable: Arlt está sentado en el escritorio de la redacción, con los zapatos gastados y el mechón de pelo rebelde en la cabeza y, según dice Onetti, cuando Kostia le pregunta que le parece la novela del joven uruguayo, dice que esa novela que está hojeando es lo mejor que se escribió en ese momento. Cuando di con el libro de Bruguera hace dos semanas, el prólogo no estaba. Se había esfumado. Pero sé que existe porque Ricardo Piglia para escribir tal vez su mejor relato, Homenaje a Roberto Arlt, lo usó, ya que es el mismo Kostia – el personaje que cita Onetti– quien conduce a Emilio Renzi a buscar un manuscrito inédito de Arlt. Kostia, si mal no recuerdo, se llamaba Italo Constantin­i. ¿Habrá existido? ¿O lo inventó Piglia?

Cuántos recuerdos hay que suponemos que son nuestros y que nunca vivimos

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