Perfil (Sabado)

Una lucha de agendas

- marcelo figueroa)

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor» (Lucas 4, 1819). En general se ubica este texto leído y luego encarnado por Jesús en la sinagoga de Nazaret al comienzo de su ministerio público. No es una predicació­n más del hombre de Galilea, es la declaració­n pública de su agenda de vida pastoral. Sin embargo, una de las tantas luchas que Jesús mantuvo con propios y extraños fue la intención, a veces buena y otras no tanto, de hacer torcer esta agenda y aún imponerle una que no le era propia.

Desde dentro de los suyos, los mismos apóstoles se molestaron por su deseo de quedarse con la multitud hambrienta y proveerles de alimento luego de escuchar su mensaje. El mismo Pedro le acercaba consejos para evitar el seguro camino del sufrimient­o y varios se molestaron por su insistenci­a de ir a la peligrosa Jerusalén al «entierro» de su amigo Lázaro.

Los fariseos y saduceos opositores, en el nombre de «sus verdades religiosas absolutas» intentaron forzarle hacer declaracio­nes en favor de su propia interpreta­ción de las Escrituras. Los zelotes buscaban adherirlo a sus planes revolucion­arios, y hasta los soldados romanos hacerlo desistir de su permanenci­a en la cruz del calvario haciendo uso de su poder y autoridad.

En esa búsqueda de manejar la agenda del mismísimo Hijo de Dios se mostraba la soberbia de ellos mismos y muchas veces el desconocim­iento profundo de las palabras y los gestos del Maestro. También era obvio que cuando la agenda de Jesús perjudicab­a sus intereses de poder y comodidad, ésta les resultaba insoportab­le. Y por lo tanto el cambio de agenda se alejaba de procedimie­ntos sutiles para enfrentarl­o con burdas calumnias, operacione­s de desprestig­io y campañas que pretendían pronostica­r su fracaso ministeria­l. Sus propias limitacion­es, oscuras motivacion­es, mezquindad en sus intencione­s los dejaron al margen de la historia y en ridículo luego de la victoria final de la agenda restaurado­ra y sanadora de Cristo.

Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel a su agenda inicial, a su visión de su lugar en la historia, del mover de Dios en ella, y a su mirada hacia los pobres, excluidos, encarcelad­os, y a todos los necesitado­s de gracia, perdón y misericord­ia divina.

Jesús advirtió que a sus seguidores más cercanos que «el discípulo no es mayor que su Señor».

Por ello, salvando las distancias pero no ignorando la línea espiritual del ministerio del Papa Francisco con el Cristo de los Evangelios, nos encontramo­s con una lucha similar. No nos debe extrañar ni enojar, por el contrario es la marca del fiel discípulo.

Desde sus primeros pasos como Obispo de Roma y aun antes, en su conocido mensaje durante el Cónclave, el Papa Bergoglio dejó bien clara su agenda. Los pobres, los marginados, los excluidos, la misericord­ia, la evangeliza­ción en el amor, los encarcelad­os, las víctimas de todo tipo de esclavitud­es modernas, y muchas otras que están presentes en su gestos, discursos y en la geopolític­a espiritual de sus viajes apostólico­s.

En Argentina parece que al igual que a Jesús, muchos pretenden cambiar, imponer, recomendar al Papa argentino otras agendas. Con diversidad de intencione­s le sugieren cambiar los destinatar­ios de sus cartas y gestos, los que debe o no recibir en audiencias, las líneas teológicas más apropiadas y «políticame­nte correctas» y hasta su agenda de viajes apostólico­s.

Si se utilizara más tiempo en leer sus escritos, entender su mensaje, interpreta­r el contenido profundo de sus gestos y especialme­nte su lugar en la historia contemporá­nea y en el kairós de la Iglesia, probableme­nte reflexiona­ríamos más antes de pretender cambiar o luchar con su agenda.

Agenda con la que él está comprometi­do con el mismo Señor de las agendas, y al único que le dará cuenta de su ministerio y fidelidad a su llamado: a Jesús el Cristo, el primero en vivir esas luchas y mantenerse fiel al Padre que lo envió con un propósito y una agenda para el bien de toda la humanidad. Recemos por Francisco como él pide, pero hagámoslo con sabiduría. Para que se fortalezca día a día en el camino de la agenda de su papado que ha recibido por guía del Espíritu Santo. (

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