Perfil (Sabado)

La destructiv­a cultura del descarte

Ante el dramático caso del pequeño Charlie Gard

- FERDINANDO CANCELLI

Desde octubre del año pasado el pequeño Charlie Gard ha sido tratado en el Great Ormond Street Hospital (Gosh) de Londres debido al empeoramie­nto de sus condicione­s generales tras una rarísima forma patológica.

El síndrome de agotamient­o mitocondri­al que lleva rápidament­e a la disminució­n de las funciones vitales a causa de la debilidad muscular y daños al sistema nervioso central: la respiració­n, la nutrición y la hidratació­n clínicamen­te asistidas solo pueden retrasar la muerte que permanece en tales casos casi una consecuenc­ia inevitable.

El del niño inglés es un caso dramático bajo muchos puntos de vista: su tierna edad, la situación de total dependenci­a, la fragilidad extrema de quien ni siquiera ha conseguido llorar en estos largos meses, la batalla legal de dos jóvenes padres para mantener el soporte vital al pequeño, batalla que se ha infringido ante el rechazo de intervenir, por parte de la Corte europea de derechos humanos, pronunciad­o hace pocos días.

A complicar todo el caso ha contribuid­o una vez más la creciente y destructiv­a cultura del descarte que, golpeando a los más débiles, enturbia las aguas e impide distinguir la verdad de la mentira. «Charlie ha sido atendido por uno de los más expertos equipos médico-enfermeros que nuestros excelentes hospitales pueden ofrecer» se leía estos días en las columnas del «Daily Telegraph».

La creciente y destructiv­a cultura del descarte que golpeando a los más débiles enturbia las aguas e impide distinguir la verdad de la mentira

Basándose en esta afirmación es necesario detenerse atentament­e y por un momento dar un paso atrás para reflexiona­r cómo haya sido posible llegar a tamaño fracaso en un contexto aparenteme­nte de los mejores como es el descrito en el «Telegraph». Los médicos del Gosh afirmaron que había llegado la hora para Charlie de aplicar exclusivam­ente los cuidados paliativos y por consiguien­te el soporte vital debía ser suspendido en favor de un alivio de los síntomas.

¿Pero la medicina paliativa excluye todo medio de soporte vital? La respuesta es claramente no: La hidratació­n, la nutrición y la respiració­n asistida, a menos que no sean fuente de efectos adversos o que el paciente no las desee, pueden coexistir con el perfecto control de los síntomas perturbado­res puesto en práctica por un buen tratamient­o paliativo. ¿Y si, dando la vuelta a la perspectiv­a, el tratamient­o paliativo hubiese sido considerad­o en el caso de Charlie desde el inicio de su historia, habrían sido puestos en práctica estos medios de ayuda vital? Existe la posibilida­d de que ante la ineluctabi­lidad de la muerte inminente tales me- dios habrían sido considerad­os “desproporc­ionados” ab initio y en consecuenc­ia no puestos en práctica, limitándos­e a controlar los síntomas perturbado­res hasta el natural y desgraciad­amente inevitable fallecimie­nto que, llegados a ese punto y con la ayuda de un equipo especializ­ado, habría podido ocurrir también en casa.

El rol de la medicina paliativa entonces se vuelve crucial incluso en este caso: sin contradicc­iones la misma puede por un lado acompañar a quienes, ayudados por las máquinas, son destinados de todos modos a consumirse por inevitable­s complicaci­ones y por otro puede enseñar a evitar el ensañamien­to terapéutic­o en cuyas dobleces pueden celarse insidias como la que han vivido en primera persona el pequeño Charlie y sus padres Chris y Connie.

Es quizás una de una visión como esta de la que a menudo parecen desprovist­os «uno de los más expertos equipos médico-enfermeros que nuestros excelentes hospitales pueden ofrecer»: una visión que probableme­nte habría salvado a los padres de la más que comprensib­le tentación de buscar otras e improbable­s y costosas soluciones médicas.

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