Perfil (Sabado)

Misa en Santa Marta

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Desde el inicio de su pontificad­o, el Papa Francisco celebra en los días laborables la misa a las 7.00 de la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta, donde él reside. Todos los días un grupo de fieles puede participar en la celebració­n eucarístic­a presidida por el Pontífice. La homilía, que nunca es un texto leído, es después publicada en Radio Vaticano y en L’Osservator­e Romano. La misa en Santa Marta queda suspendida durante el periodo de verano, desde julio hasta mediados de septiembre.

Todos somos preelegido­s

«Cada uno de nosotros puede decir “yo soy un elegido un preelegido, una preelegida”», con la certeza de un Dios que «juega fuerte» hasta «unirse a nosotros» haciéndose autoprisio­nero «por amor» y teniendo como criterio «la pequeñez». Porque si «Dios se ha hecho pequeño, solo los pequeños pueden escuchar su voz». Es «el gran misterio» que Francisco propuso en la misa celebrada el viernes por la mañana, 23 de junio, en Santa Marta.

«En la oración al inicio de la misa —hizo notar enseguida el Papa— hemos alabado a Dios porque en el corazón de Jesús nos da la gracia de celebrar con alegría los grandes misterios de nuestra salvación, de su amor por nosotros: es decir, celebrar nuestra fe; celebrar el hecho de que nosotros creemos que Él nos ama, Él se ha mezclado con nosotros en el camino de la vida y dio a su Hijo, y la vida de su Hijo, por nuestro amor». Y después, añadió, «son dos las palabras que en la primera lectura —tomada del libro del Deuteromon­io (7, 611)— llaman la atención: elegir y pequeñez».

«Elegir» es la primera palabra sugerida por Francisco. «Nosotros hemos sido elegidos», explicó, porque «no hemos sido nosotros quienes le hemos elegido a Él: Él nos ha elegido a nosotros, el generoso ha sido Él y cada uno de nosotros puede decir: “yo soy un elegido, un preelegido, una preelegida”». Pero «esta elección —afirmó el Pontífice— va más allá, porque Moisés dice: “El Señor en esta elección se ha unido a vosotros”, como si se hubiera hecho prisionero, prisionero de nosotros: se ha unido a nuestra vida, no puede separarse». Dios «ha jugado fuerte», insistió el Papa, «y permanece fiel en esta actitud: hemos sido elegidos por amor y esta es nuestra identidad». Es por esto que no tiene sentido afirmar: «Yo he elegido esta religión, he elegido...». Sin embargo, «no, tú no has sido elegido», aclaró Francisco. Porque «es Él quien te ha elegido a ti, te ha llamado y se ha unido». Y precisamen­te «esta es nuestra fe: si nosotros no creemos esto, no entendemos qué es el mensaje de Cristo, no entendemos el Evangelio».

«La segunda palabra» propuesta por el Papa «es pequeñez». Se lee en el pasaje bíblico de hoy: «No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos». Sino que Él «se ha enamorado de nuestra pequeñez y por esto nos ha elegido, y Él elige a los pequeños: no a los grandes, a los pequeños». Es más, «Él se revela a los pequeños: “Has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y las has revelado a los pequeños”». Por tanto, indicó Francisco, «Él se revela a los pequeños: si tú quieres entender algo del misterio de Jesús, rebájate: hazte pequeño, reconoce ser nada». Pero Dios «no solo elige y se revela a los pequeños»; Él «llama a los pequeños: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados: yo os aliviaré”». Se dirige a aquellos que son «los más pequeños por los sufrimient­os, por el cansancio». Es así como Dios «elige a los pequeños, se revela a los pequeños y llama a los pequeños». Se podría objetar: «¿Pero a los grandes no les llama?». La respuesta es clara: «Su corazón está abierto, pero los grandes la voz no consiguen escucharla porque están llenos de sí mismos». Sin embargo «para escuchar la voz del Señor es necesario hacerse pequeños».

Así, afirmó el Papa, «llegamos al misterio del corazón de Cristo», en el día en el que la Iglesia celebra precisamen­te la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Alguno llega a decir: «Pero el corazón de Cristo, sí, está bien, es una imagen para personas devotas». Absolutame­nte «no», es la réplica de Francisco: «el corazón de Cristo, el corazón atravesado de Cristo el corazón de la revelación, el corazón de nuestra fe porque Él se ha hecho pequeño, ha elegido este camino». Pablo usa estas expresione­s al respecto: «Se abajó, se humilló a sí mismo, se aniquiló a sí mismo hasta la muerte, muerte de cruz». Y esta es precisamen­te «una elección hacia la pequeñez para que la gloria de Dios pueda ser manifiesta». Así, explicó, «el soldado con un golpe de lanza atravesó el costado y salió sangre y agua: este es el misterio de Cristo, y esto es lo que nosotros celebramos hoy, este corazón que ama, que elige, que es fiel, que se une a nosotros, se revela a los pequeños, llama a los pequeños, se hace pequeño».

«Esta es nuestra fe» dijo una vez más Francisco. Y «si nosotros no creemos en este misterio, somos teístas: creemos en Dios, sí; sí, también en Jesús, ¡sí! ¿Jesús es Dios? ¡Sí! Pero el misterio es este, esta es la manifestac­ión, esta es la gloria de Dios». Por tanto, prosiguió, «fidelidad en el elegir, en el unirse, y pequeñez también para sí mismo: convertirs­e en pequeño, aniquilars­e». Por eso, afirmó el Papa, «el problema de la fe es el punto central de nuestra vida: podemos ser muy muy virtuosos, pero con nada o poca fe; debemos comenzar de aquí, del misterio de Jesucristo que nos ha salvado con su fidelidad».

En conclusión, Francisco pidió en la oración que «el Señor hoy nos conceda esta gracia de celebrar en el corazón de Jesucristo las grandes obras, las grandes obras de salvación, las grandes obras de la redención».

Fiarse de la promesa de Dios

En la última homilía de Santa Marta antes del descanso estivo el Papa comenta que deberíamos tener todos el adn de Abraham, padre en la fe, y vivir con el estilo cristiano del «despojamie­nto», siempre «en camino» sin buscar jamás la comodidad pero con la capacidad de «decir bien». Seguros de que no se necesitan horóscopos o nigromante­s para conocer el futuro, porque basta fiarse de la «promesa de Dios». He aquí las coordinada­s «simples» de la vida cristiana que el Papa Francisco propuso durante la misa celebrada el lunes 26 de junio en Santa Marta.

La primera lectura, hizo notar enseguida el Papa refiriéndo­se al pasaje extraído del Génesis (12, 1-9), «nos habla del inicio de nuestra familia, del inicio de nosotros cristianos como pueblo». Y «comenzó así, con Abraham —explicó— y por esto nosotros decimos que Abraham es nuestro padre». Pero precisamen­te «la manera en la cual fue llamado Abraham marca también el estilo de la vida cristiana, el estilo». Abraham, efectivame­nte, responde a la pregunta sobre «cómo debemos ser cristianos: si tú quieres, fácilmente vas allí, lees esto y tendrás el estilo». Un estilo que ciertament­e se encuentra «también en los Evangelios». Pero así «como en la semilla está el ADN [el ácido desoxirrib­onucleico] del fruto que vendrá después, también está en Abraham el estilo de la vida cristiana, el estilo de nosotros como pueblo».

Y «una primera dimensión de este estilo es el despojamie­nto» hizo presente Francisco. «La primera palabra» que el Señor dice a Abraham es: «vete». Entonces, «ser cristiano conlleva siempre esta dimensión de despojamie­nto que encuentra su plenitud en el despojamie­nto de Jesús en la cruz». Por esto «hay siempre un “vete”, “deja”, para dar el primer paso: “deja y vete de tu tierra, de tus parientes, de la casa de tu padre» es la orden del Señor para Abraham.

Pero «si hacemos un poco de memoria —prosiguió el Papa— veremos que en los Evangelios la vocación de los discípulos es un “vete”, “deja” y “ven”». Así es «también en los profetas, pensemos en Eliseo, trabajando la tierra: “deja y ven” —“pero al menos permíteme que salude a los padres”— “pero va y vuelve”». Es siempre el estilo del «deja y ven».

«Un cristiano debe tener esta capacidad de ser despojado» insistió el Pontífice. «Por el contrario, no hay cristianos auténticos» y cierto «no lo son los que no se dejan, digamos despojar y crucificar con Jesús en la cruz», como por ejemplo hizo san Pablo. Y «Abraham, dice la carta a los Hebreos, “por fiel obedeció” partiendo para una tierra que debía recibir en herencia y salió sin saber a dónde iba». Por otro lado, afirmó el Papa, «el cristiano no tiene horóscopo para ver el futuro; no va al nigromante con la bola de cristal» porque «quiere que le lea la mano: no, no sabe dónde va, hay que guiarle».

«El despojamie­nto», entonces, «es como una primera dimensión de nuestra vida cristiana». Y esto «¿por qué? ¿Por una ascesis quieta? No, para ir hacia una promesa». Y he aquí, entonces, «la segunda» dimensión indicada por Francisco: «Nosotros somos hombres y mujeres que caminan hacia una promesa, hacia un encuentro, hacia algo —una tierra, dice a Abraham— que debemos recibir en herencia».

«A mí me gusta ver —confió el Pontífice— cómo se repite en este pasaje, y en los de este capítulo que siguen, que Abraham no edifica una casa: pone una tienda, porque sabe que está en camino y se fía de Dios, se fía». Y «Él, el Señor, le hará saber cuál será la tierra. Hemos leído que se la ha hecho ver: “a tu descendenc­ia, yo daré esta tierra”». Por su parte, «¿Abraham qué edifica, una casa? No, un altar para adorar al Señor: hace el sacrificio y luego recoge la tienda y sigue caminando».

Por ello está «siempre en camino». Una actitud que nos recuerda que «el cristiano quieto no es verdadero cristiano: el camino comienza todos los días por la mañana, el camino de encomendar­se al Señor, el camino abierto a las sorpresas del Señor, tantas veces no buenas, tantas veces feas —pensemos en una enfermedad, en una muerte— pero abierto, porque yo sé que tú me llevarás a un lugar seguro, a una tierra que tú has preparado para mí». He aquí entonces, prosiguió el Papa, «el hombre en camino, el hombre que vive en una tienda, una tienda espiritual: nuestra alma, cuando se coloca demasiado, cuando se instala demasiado, pierde esta dimensión de ir hacia la promesa y en lugar de caminar hacia la promesa, lleva la promesa y posee la promesa». Pero «esto no va, no es propiament­e cristiano».

«Otra caracterís­tica, otra dimensión de la vida cristiana que vemos aquí, en esta semilla del inicio de nuestra familia, es la bendición» explicó Francisco. «Por cinco veces —hizo notar— se dice la palabra “bendición”, cinco veces en este pequeño fragmento de nueve versículos» extraído del Génesis. Porque «el cristiano es un hombre, una mujer que “bendice”, es decir dice bien de Dios y dice bien de los demás, y que se hace bendecir por Dios y los demás por la forma en la que va adelante».

En resumen, afirmó el Papa, «esto es un esquema, digamos así, de vuestra vida cristiana: el despojamie­nto, la promesa y la bendición, ya sea la que Dios nos da como la que nosotros le damos a los demás». Porque, advirtió, «todos, incluso vosotros laicos, debéis bendecir a los demás, decir bien de los demás y decir bien a Dios de los demás. Y esto es “bendecir”». Pero «nosotros estamos acostumbra­dos —advirtió Francisco— a no decir bien muchas veces y la lengua se mueve un poco como quiere, ¿no?».

Por esta razón, añadió, «me gusta el mandamient­o que Dios da a nuestro padre Abraham, como síntesis de la vida, como debe ser él: “camina en mi presencia y sé irreprensi­ble”». Por ello, explicó, «“camina en mi presencia”, es decir ante mí, dejándote despojar por mí y tomando las promesas que yo te hago, fiándote de mí, “y sé irreprensi­ble”». En el fondo, comentó Francisco, «la vida cristiana es así de simple».

Y sugirió no olvidar el estilo del «despojamie­nto, la promesa con el fiarse de Dios y la tienda —sin prepararse e instalarse demasiado— y la bendición».

Deberíamos tener todos el ADN de Abraham padre en la fe, y vivir con el estilo cristiano del despojamie­nto, siempre en camino sin buscar nunca la comodidad pero con la capacidad de decir bien

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