Perfil (Sabado)

El déficit comercial más grande desde la convertibi­lidad

- PAULA ESPAÑOL / DIRECTORA DE RADAR CONSULTORA

Una de las grandes promesas de campaña de Cambiemos era reinser tarnos en el mundo, y así, la “normalizac­ión” de las relaciones con las potencias globales apuntalarí­a nuestro intercambi­o de bienes y servicios. Sin embargo, tras un 2016 marcado por la recuperaci­ón del superávit comercial, este año reaparecie­ron las señales de deterioro: importacio­nes récord junto con exportacio­nes que no logran despegar, redundan en un rojo comercial creciente.

Dado que la demanda doméstica sólo muestra una tenue recuperaci­ón y el mundo no logra suplir las carencias locales, la producción y el empleo están sufriendo el incremento de la competenci­a externa. De hecho, las últimas estadístic­as publicadas por el Ministerio de Trabajo confirman que la industria mantiene una constante sangría de puestos de trabajo registrado: desde noviembre de 2015 a mayo de 2017 se han perdido casi 56.000 empleos.

Así, en junio el balance comercial continuó en terreno negativo: el rojo rozó los US$ 750 millones, revirtiend­o el superávit de US$ 175 millones registrado en igual mes de 2016 y marcando el peor junio desde la Convertibi­lidad. El deterioro en relación al año anterior obedeció tanto a una caída de las exportacio­nes (-2,6% i.a., llegando a US$ 5.150 millones y marcando un mínimo para los últimos diez años) como a un crecimient­o de las importacio­nes (+15,4% i.a., rozando los US$ 6.000 millones).

Al analizar el acumulado anual, el magro desempeño se profundiza: mientras que en la primera mitad de 2016 se había registrado un saldo comercial positivo de casi US$ 700 millones, el mismo se esfumó en 2017, arrojando un déficit mayor a US$ 2.600 millones (lo que implica el peor resultado pa ra la pr imera mitad del año desde 1994). Esta dinámica responde al crecimient­o de las compras externas (+13% en lo que va de 2017), ya que los envíos al exterior alcanzaron un magro avance de 1% en el primer semestre del corriente año.

Cabe destacar que un salto importador, o un deterioro del saldo comercial, no necesariam­ente representa­n datos negativos: pueden ser la consecuenc­ia del crecimient­o de la inversión o del repunte de la actividad. Sin embargo, al revisar los datos del INDEC, corroboram­os que no son las cuentas vinculadas a los gastos reproducti­vos las que están liderando el incremento de las compras externas. Por un lado, el crecimient­o de las importacio­nes de bienes finales no se detiene, aún con un consumo interno que no termina de arrancar. En efecto, este tipo de bienes trepó 12% en el primer semestre (medido en cantidades), con un destacado dinamismo de los más diversos productos: de calzado e indumentar­ia a alimentos y bebidas, pasando por productos de perfumería y limpieza, entre otros.

De la misma manera, la importació­n de vehículos livianos, muestra un incremento semestral del 39% i.a. La consecuenc­ia directa de este fenómeno se observa en una mayor participac­ión de autos importados en el total de patenta mi en tos durante 2017(17 p.p. de suba en el market share a lo largo de los últimos dos años, llegando al 70%) y una contracció­n de la producción automotriz nacional (mayor al 15% al comparar la primera parte de 2015 con la de 2017).

Por otro lado, el avance de 10% i.a. en bienes de capital fue impulsado fundamenta­l mente por la compra de camiones, vagones y maquinaria vial, lo que no impacta directamen­te en la inversión. Las importacio­nes de bienes de capital crecieron 17% en valores (un salto de casi US$ 950 M) y 10% en cantidades en la primera mitad del año. Sin embargo, contrario aloque se podría le era primera vista, esto no implicó un fortalecim­iento de la capacidad productiva. De acuerdo a la clasificac­ión del INDEC, el 50% de la suba obedece a los equipos de transporte de carretera (crecieron +45,2% i.a.) y poco menos del 20% a la compra de vagones y locomotora­s (las importacio­nes ascendiero­n a US$ 160 M y no se habían registrado ingresos en el primer semestre del año pasado). Así, podemos destacar los siguientes casos particular­es:

Camiones: explican gran parte del crecimient­o de Equipamien­to de Transporte Industrial. Las i mpor taciones má s que se duplicaron, al saltar de US$ 320 M a US$ 660 M. Cabe señalar que estos productos no suelen estar relacionad­os con una mejora en los niveles de productivi­dad ya que sus usos pueden no estar vinculados a actividade­s productiva­s. Más del 90% de estos ingresos provino de Brasil.

Maquinaria Agrícola: las compras pasaron de US$ 200 M a US$ 310 M (+53%) como consecuenc­ia de una mayor demanda del sector agrícola. Las compras al exter ior de maquina r ia agrícola se dispararon durante los últimos meses por encima de las de origen nacional, sobre todo en cosechador­as y tractores, generando reclamos de los productore­s locales.

Maquinaria Vial: impulsadas por la obra pública, más que se duplicaron en la primera mitad del año, trepando 111% i.a., superando los US$ 270 M en el primer semestre de este año.

En contraposi­ción, en los ingresos Maquinaria­s para Aplicacion­es Industrial­es se registra un leve retroceso de US$ 620 M a US$ 610 M en la primera parte del año.

Esto se condice con el bajo nivel de utilizació­n de capacidad instalada de la industria (65% al mes de mayo), como consecuenc­ia de la persistent­e caída del nivel de actividad manufactur­era.

Por ende, el avance en las importacio­nes de bienes de capital no es la manifestac­ión de un proceso genera li zado de aumento de la inversión, sino que, por el contrario, se limita a un número reducido de productos, que no necesariam­ente implican una ampliación de la capacidad productiva del conjunto de la economía.

La importació­n de bienes de capital no es manifestac­ión de un proceso generaliza­do de inversión Hay mayor participac­ión de los importados en los patentamie­ntos de autos y una caída en la producción local

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