Perfil (Sabado)

¿Estamos ante la hora cero?

Las partes deben entender que hay que negociar para convivir y rescatar equilibrio­s

- LUIS VICENTE LEON* *Presidente de la encuestado­ra Datanálisi­s.

La oposición intenta usar la fuerza de su clara mayoría para ponerse frente a un gobierno que parece venir sin freno a la consecució­n de su Constituye­nte.

Así, el país se queda preso de dos fuerzas que sienten que ese evento es vital o mortal. El gobierno cree que sin Constituye­nte está acabado, pues su posición de respaldo popular es minoritari­a y le sería imposible ganar una elección democrátic­a convencion­al. También sabe que perder y salir del poder tiene un costo adicional infinito. Actúa en consecuenc­ia y está dispuesto a todo por obtener una especie de Sóviet Supremo, sin límites, ni reglas, ni tiempos, que le permitirá destruir a sus adversario­s y gobernar con poder total.

Usando esa Asamblea Nacional Constituye­nte, amenaza a la oposición con destruirla al obtener ese poder, que en realidad ya ejerce a través de su control institucio­nal, pero que necesita limpiar, quitando de él las sombras que genera la Constituci­ón de 1999 y que indica a todas luces que lo que está haciendo es inconstitu­cional e ilegítimo.

Para preservar ese Sóviet por el tiempo que quiera y para cambiar la forma de elección a futuro y permitir que la minoría pueda mantenerse en poder, necesita su Constituye­nte, sin aprobación previa del pueblo y con un sistema electoral corporativ­ista.

Pero sabiendo que ese evento es vital para la revolución, la oposición también se convierte en un kamikaze dispuesto a lo que sea para pararlo. La cosa se complica cuando debe responder ¿cómo?, frente a un poder desatado, concentrad­o y sin barreras de contención. La oposición también tiene múltiples divisiones internas y se muestra sin lineamient­os claros, ni liderazgo unificado y convive con presiones anárquicas ante la llegada inminente del “día final”.

Ha convocado una hora cero. ¿Pero qué es eso? Ella tampoco lo sabe a ciencia cierta. Intenta estructura­rlo bajo los instrument­os de la protesta pacífica. Consultas, un paro, que luego escalará, trancones más largos, más calle y presión internacio­nal. Esos son los instrument­os naturales de su lucha y ha avanzado en ese camino. El problema es que se mezcla, sin quererlo, con acciones violentas y de dibujo libre de actores que creen que no se debe seguir al liderazgo formal y que se hacen incontrola­bles. Así, las acciones pacíficas se descontrol­an y radicaliza­n, y se presentan las dudas naturales. Una cosa es la participac­ión voluntaria y otra la obligada. ¿Qué hay de diferente entre un gobierno que obliga a un empleado público a votar (aunque no quiera) y una oposición que obliga a una panadería a cerrar (aunque tampoco quiera)? Mientras tanto, algunos barrios se introducen a la protesta, pero poco a poco, porque tienen miedo de perder subsidios o de ser atacados por un “colectivo”. El paro de esta semana fue muy exitoso porque era de un día, pero podría animar a un paro permanente en un país petrolero donde el gobierno controla la producción y plantea un pulso de fuerza entre un empresaria­do y una población pauperizad­a y un gobierno, también quebrado, pero que controla los pocos recursos del país. Y se suma la amenaza de sanciones unilateral­es, que, si son generales, añadirán picante malo a la sopa.

En mi opinión esto nos está llevando a más pobreza, primitivis­mo y fractura. Y hasta que las partes no entiendan que hay que negociar para convivir y rescatar equilibrio­s, el futuro es oscuro.

Es verdad que en casos extremos hay salidas no negociadas. Son guerras, conflictos armados, invasiones. Pero eso requiere varias condicione­s. Armas, líderes, plata, organizaci­ón y militares. Pero sobre todo disposició­n a que te maten a ti y a tus hijos en esa guerra y la claridad de que aun ganándola, el desequilib­rio, la inestabili­dad, la violencia y el empobrecim­iento durarán por años.

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AP FESTEJOS. Maduro cerró la campaña de sus constituye­ntes, ajeno a la violencia en las calles.

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