Perfil (Sabado)

La revolución egipcia

- DANIEL GUEBEL

Nueve años después de la Toma de la Bastilla, Napoleón Bonaparte, recién llegado de su exitosa campaña en Italia, es tentado por el Directorio para que emprenda una tarea imposible: invadir Gran Bretaña. El objetivo de mínima es sacar al joven general de la runfla de conspirado­res que pueden hacer tambalear al órgano gubernativ­o local; de máxima, que logre sus objetivos y Francia se convierta en el principal imperio europeo. Pero Napoleón aduce la superiorid­ad naval inglesa y a cambio propone estrangula­r económicam­ente al enemigo cerrando sus fuentes de aprovision­amiento de materias primas de la India. Para eso, primero hay que invadir y conquistar Egipto y Siria, por entonces bajo soberanía otomana.

El primer paso se cumple, y de ese paso deriva el surgimient­o de la egiptologí­a, el abarrotami­ento de los museos franceses y la erección de pirámides en las avenidas parisinas. Ya en El Cairo, el naturalist­a Etienne Geoffroy Saint-Hilaire, además de mandar a París, para el estudio de la taxidermia primitiva, numerosas momias de gatos, ibis, monos y mangostas, analiza el políptero bichir, un pez cuyas aletas se correspond­en con los miembros de los mamíferos. De su observació­n concluirá que todos los animales están constituid­os siguiendo un mismo plan evolutivo. Su amigo Cuvier, en cambio, afirma que las especies vivas siempre han sido las mismas y no experiment­aron cambio alguno desde que fueron creadas. Egipto es, entonces, y también, la cifra del mito religioso y del darwinismo.

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