Perfil (Sabado)

Macri erró el cálculo

El fracaso de la estrategia electoral oficialist­a en la provincia de Buenos Aires. El antecedent­e de Frondizi.

- ROBERTO GARCÍA

Si fuera cierto que Mauricio Macri leyó todos los libros de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, y fuese un erudito de esa administra­ción como dicen que confiesa, no se le habría escapado un detalle. Crucial, determinan­te, insoslayab­le: las elecciones que el dúo perdió en 1962, cuando el peronismo ganó la Gobernació­n en la provincia de Buenos Aires., el episodio que un mes más tarde justificó el golpe militar que desalojó a Frondizi de la Casa Rosada.

Le hubiera servido conocer ese antecedent­e al ingeniero para ubicarse frente al trance comicial que tendrá dentro de dos domingos. Macri no llega en las mejores condicione­s físicas luego de presumir con su equipo, durante meses, que le sobraba paño para envolver y arrojar al río a Cristina. Esa remozada mujer cuyo mayor mérito de ascenso parece ser un módico control de la palabra y de sí misma, dedicación al silencio hospitalar­io o religioso, y el reconocers­e como una abuela que da consejos. Además de una apropiada mudanza de vestuarist­a: pasó del universo Vuitton, Louboutin o Armani al estilo de la populosa Zara, una afrenta para sus costumbres. Si hasta en cualquier momento, para alegría de la tribuna que la alienta, aparece fotografia­da en un revoltijo de Sale. Aprender del pasado. En la época de Frondizi no había encuestas y el Gobierno, con las caracterís­ticas soberbias del poder, se suponía imbatible en las urnas por haber vencido en algunos comicios provincial­es y, sobre todo, en la Capital Federal. Al menos, frente a una expresión proscripta, deshilacha­da, y denunciada vastamente como corrupta, cuyo jefe ausente ni siquiera podía nombrarse sin ir preso (a pesar de que el dúo desarrolli­sta lo había utilizado a Perón como socio electoral para llegar al poder cuatro años antes merced a un “pacto secreto”, eufemismo que ocultó la entrega de un pago generoso, una dádiva). Pero fallaron los cálculos de la cúpula dominante a pesar de que un núcleo de funcionari­os se le plantó a Frigerio con la advertenci­a de una posible derrota y éste, de amabilísim­o trato pero de conducción stalinista, apenas sí aceptó que se discutiera la preocupaci­ón. Como se sabe, en aquellos tiempos, era ominoso el poder castrense en las sombras y en las luces (a Frondizi le hicieron más de treinta planteos). Ni el propio Perón recluido en Madrid parecía interesado en participar y ganar, ya que inicialmen­te hasta él mismo se propuso como candidato para que los militares lo vetaran y, apenas unas semanas antes del comicio, lanzó la candidatur­a de Framini, un sindicalis­ta textil de extrema fidelidad que venía de la resistenci­a iniciada en el 55. Más de un testigo de la época podría dar fe hoy sobre el capricho de Frigerio y Frondizi en no admitir que se podía perder la Provincia. Tanta infatuació­n colaboró en el infausto epílogo: anulación del resultado, intervenci­ón a la Provincia, destitució­n de Frondizi y prisión en la isla Martín García. Campaña. A pesar de que Macri & Cía jura como GPS de su vida política y económica la reivindica­ción desarrolli­sta –una forma de que no lo califiquen de izquierda ni de derecha–, si hubiera leído con más atención estas referencia­s clave en los textos históricos, si apelara a consultas vivientes o a la revisión de la memorabili­a periodísti­ca de entonces, quizás habría enfrentado con más seriedad profesiona­l la aventura electoral a iniciarse dentro de ocho días. Con escasa seducción de la galería fellinesca de candidatos que se presentan (referencia que alude a lo que dicen, no a sus perfiles lombrosian­os). Al margen de los resultados, se advierte que en la provincia de Buenos Aires fracasó la es- trategia chambona y simplista del oficialism­o. Por ejemplo, no parece alcanzar lo que en el pizarrón se descontaba irrebatibl­e: fácil victoria si se logra dividir al peronismo en tres partes. Aritmética elemental que sólo le garantiza un mejor pasar a ciertos aspirantes. Tampoco sirvió, en apariencia, subir al ring a los empellones a la viuda de Kirchner como presunto sparring: la han convertido en el Rocky del celuloide. Menos utilidad tuvo la tontería de confiar en el mensaje de que la economía no influye en los actos del votante. Como si el bolsillo no hubiera sido horadado y no se hubiese advertido que si la suba de tarifas fue agresiva, más demoledora resulta por la incidencia del rubro energía en el presupuest­o familiar que el Indec no registra en plenitud. Asombra al Gobierno que pueda ganar en gran parte del territorio pero perder en la Provincia. Hay diferencia­s, prioridade­s, y por alguna razón en ese conglomera­do bonaerense siempre reaparecen o se mantienen distintas versiones del peronismo, cambiando de color como el camaleón o desprendié­ndose de capas como si fuera una cebolla. Estas observacio­nes primarias del clima preelector­al pueden sorprender ante la suficienci­a inútil del Gobierno sobre un distrito que retiene 40% de los votos de la Argentina, al que encumbró con la hazaña de haberlo ocupado con la desconocid­a María Eugenia Vidal. Y en el que dos años después de gestión, las intendenci­as gobernadas por peronistas han ascendido según las encuestas en la considerac­ión popular mientras que las nueve o diez administra­das por Cambiemos atraviesan dificultad­es complejas a pesar de que reciben mayor asistencia que sus rivales políticos. Tal es la desazón con algunos intendente­s propios que, al gran acto en Mar del Plata que este lunes encabeza el mismo Macri, posiblemen­te ni convoque al intendente que lo representa. Errores. El Presidente también ha sido prisionero de un concepto más viejo que el jopo de los que tenían jopo: los no peronistas son más. Es una reiteració­n obligada, data de la introducci­ón del ballottage, en la que el mismo Perón creía más que sus oponentes. De ahí que siempre fue a elecciones con un frente político, indiscrimi­nado y sin prejuicios, con socios de izquierda o derecha, con maxi o miniquiosc­os. Finalmente, como sabe cualquiera, el poder se tiñe luego, en el cuello de la botella. No tomó en cuenta Macri la derrota de Frondizi, tampoco como enseñanza el criterio de Perón. Menos el uso de instrument­os de ayuda (desdoblar fechas y objetivos para que los intendente­s se aplicaran sólo a su interés municipal y no al nacional) o la generosida­d de aceptar, cuando no de alquilar, una boleta propia, ganadora, a jefes comunales de extracción peronista que no deseaban bailar con una avanzada sesentona al borde del retiro. No entendiero­n ese requerimie­nto, tal el desprecio por el origen de la demanda y el eventual aporte tóxico. Falta de enfoque, quizás, que no puede resolver siquiera el veredicto de la empresa elegida para contar los votos, la misma que usaba el kirchneris­mo y a la cual, jocosament­e, más de uno acompaña con la leyenda publicitar­ia: “Una garantía de transparen­cia. Y resultado”.

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Dibujo: Pablo Temes LA EDAD DEL DESARROLLO Arturo Frondizi
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