Perfil (Sabado)

Asamblea Desconstit­uyente

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La mayoría de la población indica que no está de acuerdo con la Asamblea Nacional Constituye­nte. Pero la población no fue consultada ni lo está siendo hoy. Los mecanismos de elección de los constituye­ntistas fueron “distintos” a la tradición electoral democrátic­a venezolana y mundial, y la fuerza opositora se abstuvo y rechazó el evento, denunciánd­olo de inconstitu­cional.

Esto dejó a la Asamblea Nacional Constituye­nte en manos de una sola fuerza política, el chavismo, encargada nada más y nada menos que de reestructu­rar el Estado y redactar el nuevo Pacto Social de la Nación, que es su Constituci­ón. No hay que hacer una explicació­n sofisticad­a para entender que es imposible darle legitimida­d a un Pacto Social, en el que no participa la otra parte, fundamenta­l, del país. Y es que si fuera al revés, y se tratara de la ausencia de una minoría, tampoco funcionarí­a, pues se trata precisamen­te de un pacto que intenta garantizar la convivenci­a, la integració­n, el respeto a la disidencia y organizar la vida en sociedad de personas que no tienen por qué pensar igual.

Convocar una Constituye­nte y anunciar que será usada como arma contra el adversario, para defenestra­r institucio­nes que difieren de los planes y estrategia­s de la revolución, apresar adversario­s políticos, incluyendo líderes, gobernador­es, alcaldes, diputados elegidos por el pueblo (acusados de traidores a la patria), no es lo que uno podría llamar precisamen­te el camino a un nuevo Pacto Social.

Sin acuerdos previos para resolver este problema, y con una elección nariceada, vamos directo a un drama, que tendrá que ser atendido por acuerdos y negociacio­nes poste- riores, que siempre son más difíciles e impredecib­les. El problema no es sólo para una de las partes, sino para todo el país. Está cantada la radicaliza­ción política y económica posconstit­uyente.

Para el gobierno, obligarla en contra de la oposición y la mayoría de la comunidad internacio­nal moderna es ir a la batalla final del kamikaze. Puede que tenga su Constituye­nte y su Constituci­ón pero el resto del país y el mundo va a hacer todo lo que esté a su alcance por desconocer­la y elevar at infinitum su costo, con la garantía de conflicto a futuro.

Para la oposición, arranca el momento de probar si es verdad que ser mayoría, pero sin armas, ni organizaci­ón, ni recursos y sin un liderazgo unificado, es suficiente para enfrentar la batida radical de un gobierno dispuesto a todo para preservars­e.

Y, finalmente, para el pueblo en general y los empresario­s e inversioni­stas, representa la incertidum­bre de vivir en un país bloqueado, radicaliza­do, destruido, empobrecid­o y sin horizonte claro para la crisis.

El tiempo posconstit­uyente está amenazado por una crisis política signada por la radicaliza­ción de ambas partes. En lo social, por la conflictiv­idad, el empobrecim­iento y la emigración; y en lo económico, por el destape del iceberg de la crisis, del cual hoy sólo estamos viendo la punta.

Aquí estamos pues. En el escenario “perfecto” de quienes creen que no es necesario negociar. Que su fuerza es suficiente para destruir a su adversario. Veremos ahora si los radicales de ambos lados son tan fuertes como dicen.

Mi opinión es que después de todos los errores previos, veremos un país mucho más débil, primitivo y peligroso, que terminará haciendo después lo que antes hubiera evitado mucho dolor: negociar, pero en peores condicione­s.

¿Constituye­nte? No, Desconstit­uyente.

La crisis política de Venezuela está signada por la radicaliza­ción de ambas partes

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AFP JURA. Miles de militantes chavistas festejaron ayer afuera del Parlamento.
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LUIS VICENTE LEON*

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