Desapariciones misteriosas: el drama de los familiares y la búsqueda sin fin
La mujer del piloto del helicóptero del Operativo Sol perdido en 2011 y la hija de un tripulante del velero Tunante II cuentan sus historias y aconsejan “no bajar los brazos”.
Doce días sin resultados: ésa es la situación que desespera a los familiares y amigos de los tripulantes de la avioneta perdida tras partir de San Fernando, y de la que aún no hay rastros (ver aparte). Para los familiares de otros casos de desapariciones misteriosas –el helicóptero del Operativo Sol que se perdió en 2011 y el velero Tunante II, en 2014–, la falta de razones concretas es lo más difícil de superar.
Consultados por PERFIL, cuentan cómo es vivir sin saber lo que les pasó a sus seres queridos. “Es desesperante. El caso de la avioneta me hizo revivir todo aquello, y caer en la misma depresión y angustia de aquella vez”. Así de directa es Estela Illarra, la esposa de Alejandro Ferzola, el piloto del helicóptero que desapareció el 2 de enero de 2011. “Cuando se conoció este caso caí en un pozo depresivo, tal como sucedió aquella vez”, agrega con la voz entrecortada. Illarra encuentra algunos puntos de similitud entre ambos casos: el principal es la falta de rastros en los radares. “Deberían registrar las señales si tienen algún siniestro. Dos naves no pueden desaparecer y no dejar señales. De todas maneras, espero que al menos en este caso encuentren alguna pista”.
Policía retirado y piloto privado, Ferzola trabajaba para la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV). En la causa que se abrió por su desaparición, fue declarado “presunta- mente fallecido”. En los veranos, cuando patrullaba para el Operativo Sol, Estela lo acompañaba, pero aquel domingo ventoso y de neblina viajó solo. La pareja quedó en encontrarse en Pinamar, pero Ferzola nunca llegó. A las 16.30 de aquel día, la ANSV lanzó la alarma y se organizó el operativo con 18 aeronaves, entre oficiales y privadas, que recorrieron unos 9 mil km sin resultados.
Si bien en algún momento los familiares cuestionaron el operativo –en especial la medre de Ferzola, María Beatriz Marascio–, la resignación ganó terreno. “Buscaron hasta en el Uruguay, pero sin resultados. Algunos creen que cayó en la zona de pantanos de Punta Indio, que son muy pro- fundos. Si bien tengo la tranquilidad de que lo buscaron, nunca voy a entender cómo no dejó ningún rastro. Era un helicóptero grande, no pudo haber desaparecido de la nada”, afirma. La investigación quedó archivada en 2012, sin resolución.
Es desesperante vivir sin saber lo que le pasó a mi marido. Nunca voy a entender cómo un helicóptero grande no dejó ningún rastro ESTELA ILLARR
El piloto y experto en rescates Gustavo Brea asegura que “en el Amazonas existen más de cien desaparecidos en pleno vuelo, de los cuales nunca más se supo nada. Quienes volamos en el Delta sabemos que la vegetación es tan exuberante que a pesar de volar a unos 150 metros de altura hay casas que no se ven, salvo que estés justo sobre el lugar”. Perdido en aguas brasileñas. Los argentinos Jorge Benozzi, Horacio Morales, Mauro Capuccio y Alejandro Vernero navegaban a bordo del Tunante II cuando el 27 de agosto de 2014 fueron sorprendidos por una tormenta con vientos de 80 km/h a la altura de Porto Alegre. A partir de ese momento comenzó una búsqueda incansable: sus allegados y amigos, que iniciaron campañas en medios y redes sociales. Si bien a lo largo del tiempo aparecieron pistas en satélites y radares, nunca se los pudo encontrar.
“La búsqueda activa duró un año y medio, y tuvimos expectativas hasta que agotamos todas las posibilidades estudiadas de sobrevida. La decisión más dura fue dejar de buscar”, cuenta Luana Morales, hija de Horacio, uno de los tripulantes. Y cuenta: “Hice el duelo de forma gradual, nunca necesité la aparición de un cuerpo para llorar a mi papá”.
La búsqueda estuvo a cargo de los gobiernos de Argentina y Brasil, y se interrumpió y reactivó varias veces. A los
La decisión más dura fue dejar de buscar. Hice el duelo de forma gradual, nunca necesité un cuerpo para llorar a mi papá LUANA MORALES
veinte días de la desaparición se suspendió pero luego reaparecieron imágenes y se reanudaron los esfuerzos, aunque sin suerte. “Tanto la búsqueda como la investigación tuvieron falencias desde el primer momento”, denuncia Morales. La familia im- pulsó su búsqueda propia, con especialistas y voluntarios, igual que en el caso de la avioneta. La última pista concreta llegó el 14 de octubre de 2014, cuando un barco pesquero recuperó la balsa salvavidas del navío perdido. Y si bien el mismo día, un avión que sobrevolaba el lugar afirmó haber descubierto un velero medio sumergido cerca de las coordenadas satelitales, nunca se confirmó. Hoy, las familias de los tripulantes están enfocadas en cerrar el caso. “Estamos esperando el informe final para saber qué pasó”, afirma Morales. Y agrega: “A las familias que pasan por esto les aconsejaría que no bajen los brazos en la búsqueda”.