Un musical donde la historia familiar enaltece a las mujeres
Los espectadores atentos a los programas de mano de los musicales conocen muy bien el nombre de Belén Pasqualini. Encarnó a la mujer de Julio Chávez en Sweeney Todd e integró el elenco de Eva junto a Nacha Guevara. Participó en Despertar de primavera, Alicia en el país de las maravillas, Noche de reyes, Frustrados en Baires y también encaró el desafío que implica el teatro en verso como cuando formó parte del elenco de Los áspides de Cleopatra de Francisco Rojas Zorrilla. Hace muy poco convenció a Alberto Favero y Ariel Del Mastro para que la acompañaran en su primer unipersonal: Canciones a la intemperie (2013). Desde este año presenta otra historia, mucho más cercana. Su protagonista es Christiane Dosne Pasqualini, su propia abuela, una de las investigadoras que integraron el equipo de Bernardo Houssay y que se focalizó en el tema de la leucemia. Por eso ella misma se encargó de crear este género al que definió como “biomusical científico”. Este homenaje se transforma en un símbolo a tantas mujeres que realizan tareas fuera de su casa y suman labores domésticas, ya sea como esposas o madres. Es a través de la música y sus canciones –algunas de su autoría– que Pasqualini emprende esta labor de dignificar a tantas anónimas.
Ella no sólo interpreta y narra esta historia de vida, jugando con desdoblarse, sino que además de cantar toca el piano. Su profesionalismo se despliega como tantas veces lo hizo en otros escenarios pero aquí está más expuesta ya que la soledad y el despojamiento son la consigna. La dirección de Dennis Smith no siempre está a la altura del talento de esta protagonista.
Christiane aparece con fuerza y con rasgos propios, no sólo por el acento que le entrega Pasqualini, sino por los detalles de humor, ironía y cierta mirada diferente que se va colando en el relato. “Yo soy de las científicas –se escuchará– que cocinan, limpian, lavan el baño, ganan el premio Nobel y tienen hijos”. Su historia recorre parte del siglo XX, por lo cual las guerras no le son indiferentes y Argentina es un poco la tierra prometida. Por supuesto que no faltan las grietas políticas en este escenario. No son subrayadas pero están presentes. Con un único vestuario –casi un homenaje a La barraca de García Lorca– recorre tiempos y espacios sin más compañía que el piano y unos olvidables pizarrones. Belén Pasqualini y Christiane por momentos se fusionan y en otros se dividen pero en ambas late la misma pasión, ya que el arte y la ciencia exigen talento e imaginación en dosis iguales.