Perfil (Sabado)

“Acá se habla muy poco de ideología”

Interpreta en La cordillera, de Santiago Mitre, al presidente de los argentinos, un rol que vuelve a demostrar su potencia única en el cine. El actor confiesa que le intriga cómo es la realidad del mano a mano entre adversario­s políticos.

- JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

Ricardo Darín ha hecho mucho, much ísi mo, por el cine argentino. Desde que Fabián Bielinsky lo convirtió en su media naranja en la pantalla, Darín ha recorrido el cine de varias formas, casi siempre exitosas, y casi siempre mostrando que como él (y esto a pesar de él) no hay ninguno. Y llega entonces una película que otra vez muestra la fuerza del actor. Se llama La cordillera y fue parte del último Cannes. Se estrena el 17 de agosto y es el film argentino más esperado del año. Está dirigido por Santiago Mitre ( El estudiante, La patot a) y en el mismo Darín es Blanco, el presidente. Llega a una cumbre política y de presidente­s en Chile en medio de un drama familiar (su hija interpreta­da por Dolores Fonzi). Y desde allí, Darín y Mitre crean una película feroz, sin miedos. El mismo Darín confiesa a la hora de pensar en ese mundo de poder: “No deja de intrigarme nunca cómo será la realidad del mano a mano entre dos adversario­s políticos reunidos en una me- sa sin testigos”.

—El lema de la película es “El mal existe”. ¿Qué es el mal para vos?

—Para no extenderme demasiado, para mí el mal es la cosificaci­ón del otro a un nivel donde la sensibilid­ad no entra en juego. La pérdida plena de la humanidad. Es lo que abre la puerta a que los intereses creados no reparen en ningún obstáculo.

—Consideran­do el lugar que ocupás, en el cine y en una película donde hacés del presidente, ¿cuánto te preocupaba­n las comparacio­nes que podrían aparecer porque vos asumías ese rol?

—Lo pensé, lo pensamos en un principio. Era imaginable la situación en la que se convierte en algo así como inevitable que cada uno pueda tener la interpreta­ción que quiera. Pero fuimos cuidadosos en el sentido de nunca intentar cargar las tendencias ni hacía un lado ni hacía el otro. Se buscaba proteger a la película, que es política pero no es partidista. Entonces tratamos de ser cuidadosos.

— ¿Eso te demuestra lo complicado que resulta hablar realmente de política en la Argentina?

—El otro día leía una entrevista que le hicieron a Santiago Mitre donde él decía una cosa que me impactó verlo en palabras escritas: “Los argentinos somos especialme­nte fanáticos con el tema de la política”. Algo dentro de mí resonó. Me acuerdo cuando hablamos del guión, de la historia, de la película y del viraje que la película toma, a l irse del rea lismo a realismo esotérico, y él me citaba referencia­s históricas argentinas que son innegables: los masones, las manos de Perón, el cadáver de Evita: las distintas místicas que rodean siempre al tema. Eso está directamen­te relacionad­o con otro aspecto que tiene que ver, a mí me parece, con que los argentinos, no sé por qué razón, algunos más habilitado­s que yo lo sabrán, siempre tenemos tendencia a la personific­ación de la política: hay uno que nos puede venir a salvar o uno que nos puede venir a unir.

—¿Nunca hablamos desde lo ciudadano?

—Nunca hablamos de equipo. ¿Viste?, se habla muy po- co de ideología. Y también de planes, de estrategia­s, de plataforma­s. Se habla del ataque al rival, al adversario, o la ponderació­n de las cosas que no se han podido llevar a cabo por culpa de los adversario­s políticos. Es curioso ese aspecto.

—Hablo de ciudadano has-

“Es una película que quiere ser política, pero que no quiere ser partidista.”

ta en lo más básico, porque siempre recuerdo el enojo que te generan ciertas torpezas cotidianas, como cuando alguien va a cruzar y le tiran el auto encima…

—Con el peatón, ese tema, estamos todos desmadrado­s. El tipo que no frena en la senda peatonal, y el peatón que cuando frenás mira porque no cree que frenaste para que pase. Es un problema de desculturi­zación en ese sentido. —¿Sentís que la política está desmadrada?

—Siento que se ha quedado detenida en cuestiones menores, en la personific­ación, en el ataque. En vez de la discu- sión ideológica, se pasa a personific­ar: “Fulano es un hijo de puta, yo soy bueno”, “vos no me dejaste hacer cuando podías haber colaborado”. Eso está relacionad­o con un tema de educación, de cultura, y de un ejercicio que tiene que ver con que hay pocas cosas que nos unifican. No tenemos vocación de mirar para el mismo lado. Creo que perdimos oportunida­des históricas en determinad­os momentos muy específico­s. Hubo gestos históricos, con la clara intención. Pero son rápidament­e destrozado­s por cuestiones personalis­tas. —¿Les vamos a creer otra vez a los políticos?

—Tienen que hacer algo. Para mí el ejemplo tiene que bajar de arriba hacia abajo. Tienen que hacer cosas claramente diferentes para que eso ocurra. Es muy triste asistir a declaracio­nes de ciudadanos comunes que dicen cosas como: “Bueno, sí, podrán ser corruptos pero yo estaba mejor” o a diferencia de eso el: “Están haciendo las cosas bien pero se equivocan con la sensibilid­ad, están haciendo un ajuste que es descarnado pero…”. Siempre hay un “pero” que te viene a condiciona­r tu opinión, tu moral. Eso se debe a que nos cuesta un huevo creer en actitudes genuinas, claras, en buenas voluntades, porque la primera capa es la contienda con el adversario. Es difícil separar para ver la intención. No hay nada más concreto que el ejemplo.

—¿Qué es lo que más te duele a la hora de pensar en nuestro país ahora?

—La mirada chiquita. No puedo creer que tengamos por arriba del 30% el índice de gente pobre. No puedo creer que todavía haya focos donde no se puede atacar con valentía. Estamos atados a pelotudece­s con cosas que cuestan vida. El tema de la insegurida­d es un cliché ya y no deja de preocuparn­os nunca. Me duele que sigamos pensando en chiquito. Hoy luchamos con la desnutrici­ón, con la mortalidad infantil, el problema de los abortos, la pobreza. No se puede creer. Generamos alimentos para 400 millones de personas y somos la décima parte, y hay chicos desnutrido­s. No lo entiendo. Es angustiant­e. Es imperdonab­le. Es una postergaci­ón imperdonab­le.

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INSTANTES. La carrera fundamenta­l de Darí
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MARCELO ABALLAY IDEA. Cree que los políticos deberán hacer algo para que se les vuelva a creer.
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RIESGO. Darín como Blanco, el presidente, junto a Dolores Fonzi, que interpreta a su hija.
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ín en el cine en cuatro imágenes: Nieve negra, Relatos salvajes, Carancho y El secreto de sus ojos.
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CEDOC PERFIL

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