La libertad y los lobos
El 11 de marzo de 2004, en Madrid, murieron 193 vecinos en un tren sembrado con mochilas con bombas. Después llegaron los camiones: en el Paseo de los Ingleses en Niza, en un mercado navideño en Berlín. Hubo otra mochila en el Manchester Arena.
El jueves una furgoneta embistió 13 vidas en las Ramblas de Barcelona. El viernes, después del minuto de silencio que se ofrendó a las víctimas en la Plaza de Cataluña, Anne Hidalgo, alcaldesa de París, afirmó que no hay que elegir entre libertad y seguridad. Hobbes, cuando nos recuerda nuestra condición de lobo, dice que nadie está a salvo y siempre estamos amenazados ante nuestra propia traición. Podemos conjeturar que la traición es declinar la libertad para defendernos en la búsqueda y captura de los «lobos solitarios», tarea, por cierto, ingente.
La expresión «lobo solitario» surge de la identificación que se dan a sí mismos los supremacistas estadounidenses. Uno de ellos arrolló con un coche a la joven Heather Heyer, matándola, durante los disturbios en Charlottesville . Ese colectivo, neonazi, tiene como principal soporte al presidente de su país. No es sencilla la construcción del sentido aunque Hobbes nos asista. Yuval Noah Harari sugiere que somos los únicos que podemos derrotarnos a nosotros mismos, si reaccionamos de modo excesivo y erróneo a las provocaciones terroristas. Peor es ponerse de su parte.