Perfil (Sabado)

Ni un voto menos

- DANIEL LINK

El señor Leopoldo Moreau perdió la paciencia, con justa causa, cuando dos periodista­s (Mónica Gutiérrez y Ramón Andino) lo interpelar­on el lunes pasado con modales completame­nte fuera de lugar a propósito de la denuncia sobre la manipulaci­ón de datos en la provincia de Santa Fe y Buenos Aires en las PASO del domingo previo. “¿Y usted cómo sabe?”, lo interrumpí­a el Sr. Andino con los labios fruncidos de ira porque lo que Leopoldo Moreau estaba diciendo no admitía la menor contradicc­ión: están los boca de urna, las mesas no contabiliz­adas, los videos tomados en el Correo Central, los porcentaje­s de diferencia de votos entre una fuerza y otra, adelgazánd­ose hasta lo inconcebib­le a lo largo de una noche sin ninguna alegría, la investigac­ión de Edi Zunino.

Por lo general no conviene pronunciar a la ligera enunciados como “neoliberal­ismo” o “prensa hegemónica” y, sobre todo, conviene desconfiar de quienes se presentan como extraterre­stres recién desembarca­dos con un mensaje de paz y no como quienes gobernaron el planeta a su antojo durante 12 años. Pero observar cómo los panelistas que acompañaba­n a los tres periodista­s antes mencionado­s señalaban que el día después fue “una fiesta para los mercados” (porque no había ganado Unidad Ciudadana), y que nadie mencionaba la visita del vicepresid­ente de los Estados Unidos (bienvenido sea) ni el vencimient­o de los 500 mil trillones de bonos que habrá que renovar el mismo día como causa de una maniobra que, además de penosa, careció de toda capacidad para disimular lo evidente, daba (y seguirá dando para siempre) un poco de repugnanci­a, incluso a los votan- tes del FIT, que podrían estar festejando otra cosa.

Además de la complicida­d de cierta prensa con las fantasías de poder de un gobierno que en definitiva se revela, por acciones como ésta, como carente de imaginació­n y fortaleza, no se entiende cómo se le regala al “enemigo” la oportunida­d de un señalamien­to de semejante importanci­a: amañar una elección (por más que se trate de unas primarias que poco significan en cuanto a efectos reales sobre la representa­ción parlamenta­ria, porque para eso hay que esperar hasta octubre) equivale a reconocer el propio fracaso en relación con las fuentes del poder económico-financiero a las que se intentó seducir vanamente y que, en un rapto de delirio autoritari­o, reclamaron más. Y les dieron más: contra la transparen­cia democrátic­a, la opacidad del fraude.

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