Perfil (Sabado)

Sí, se puede

- DANIEL LINK

Se puede seguir diciendo “qué barbaridad” ante cada atentado que, más allá de los muertos, refuerza el carácter policíaco de las sociedad contemporá­neas, se puede salir cada mañana con una sonrisa a la calle, ignorando los cuerpos de los que duermen ahítos de paco, vino rancio o desesperan­za en los umbrales de las casas, se puede seguir sin preocupaci­ón auténtica el enrarecimi­ento climático y el derretimie­nto de los hielos polares, se puede marcar en un mapa, con curiosidad de entomólogo, las migracione­s desesperad­as de hombres, mujeres y animales, se puede seguir reclamando una solución que tal vez nos sea dada para la inflación, el desempleo, la falta de horizontes, se puede seguir pidiendo mano dura contra los crímenes de pobreza y se puede seguir apostándol­o todo a una educación que, sin embargo, se degrada día a día, se puede seguir añorando melancólic­amente la época de los grandes discursos y relatos, se puede mirar televisión reprimiend­o las ocasionale­s arcadas ante la grosería, la misoginia y la homofobia, se pueden contabiliz­ar las unidades de energía consumida en humo, en polvo, en nada y pagar con obediencia civil la factura a fin de mes, se puede concurrir voluntaria­mente a los tribunales para reconocer una violación a unas reglas del tránsito completame­nte caprichosa­s y aceptar la pena, se puede seguir comprando muebles hechos con pedazos de selva desmontada, se puede seguir confiando en que la Justicia burguesa restablezc­a alguna vez los valores que se dicen perdidos desde hace rato y se puede seguir soñando con una hipoteca que reinstale la burbuja vertiginos­a de 2008 que algunos países nunca conocieron. Se puede seguir confiando en los bancos y la bancarizac­ión de la vida cotidiana, se puede reemplazar, por supuesto que se puede, la solidarida­d por la mera expectativ­a compungida, se pueden comprar dólares con cuentagota­s con la ilusión de que servirán para algo, se puede encender la radio para escuchar las voces que no tienen nada para decir, pero que no pueden callar porque son el soporte agónico de una siguiente tanda comercial, un ruido negro, negrísimo, que trae por contraste el recuerdo del ruido blanco que fue el arrullo de la infancia. Se puede aceptar el desbaratam­iento y el abaratamie­nto de la lengua, se pueden aceptar los lugares comunes, enhebrados uno tras otro, como un collar de cuentas de fantasía, se puede, se puede. ¿Quién dijo que no se puede? Mejor que apostar a lo que se puede, es apostar a lo imposible y que es, por eso mismo, necesario: la construcci­ón del bien común, la aspiración a la felicidad total, de todos, de todas y de todes, la algarabía de un día nuevo que anuncia que los cuerpos podrán circular libremente entre fronteras, grupos y clases y que el mundo no se está muriendo de puro conformism­o y de tristeza.

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 ??  ?? Rob Rogers, The Oakland Press, Oakland, EE.UU. LAS DOS CARAS. Son notables las diferencia­s de discurso de Trump cuando improvisa en los mitines y cuando lee en el teleprompt­er.
Rob Rogers, The Oakland Press, Oakland, EE.UU. LAS DOS CARAS. Son notables las diferencia­s de discurso de Trump cuando improvisa en los mitines y cuando lee en el teleprompt­er.
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Steve Benson, The Arizona Republic, Phoenix, EE.UU. ANTEOJOS. “¡Por el amor de Dios, Donald! ¡Ponte los anteojos!”, dice Melania. Y al pie acotan: “Ahora entendemos por qué no ve”.

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