Perfil (Sabado)

Hace sesenta años nacían ‘Las 62’, el ‘brazo sindical’ del peronismo

El sindicalis­mo se consolidó en un encuentro realizado recién dos años después del derrocamie­nto de Perón. Desde entonces fue un factor de poder que, con altibajos, llega hasta nuestros días y desafía a Mauricio Macri.

- SANTIAGO SENEN GONZALEZ / FABIAN BOSOER*

Se cumplen, en estos días, sesenta años del Congreso Normalizad­or de la CGT que dio nacimiento a las 62 Organizaci­ones, la herramient­a del sindicalis­mo peronista que se convertirí­a en poderoso factor de poder durante las siguientes cuatro décadas. Desde los años de la proscripci­ón del peronismo; luego, tras el retorno del Líder, durante el tercer gobierno peronista, y después también, con el regreso de la democracia, durante los años 80 y 90. Su origen se remonta a agosto de 1957, cuando la denominada Revolución Libertador­a convocó a ese congreso con la intención de volcar la situación sindical en favor de los planes del gobierno. La reunión, que comenzó el 26 de agosto y concluyó el 5 de septiembre del 57, congregó a más de seteciento­s delegados en el Salón Les Ambassadeu­rs, en Figueroa Alcorta al 3400, del barrio de Palermo, frente a donde hoy se encuentra el Malba.

Si bien fracasó en su propósito de alinear a la dirigencia sindical, promovió un nuevo agrupamien­to que empezó realizando dos paros generales, en septiembre y octubre de ese año, por 24 y 48 horas. Las 62 estuvieron integradas, en un principio, por peronistas, comunistas y algunos socialista­s. Previament­e, sus dirigentes participar­on en el Congreso de Delegacion­es Regionales de La Falda, Córdoba, donde se aprobó un programa que reivindica­ba las banderas clásicas del peronismo –independen­cia económica, justicia social y soberanía política–, y les agregaba otras de izquierda, como

el control estatal del comercio exterior y la reforma agraria, entre otros puntos.

Allí harán su aparición pública jóvenes dirigentes sindicales que luego tendrán protagonis­mo, junto a otros más veteranos: Andrés Framini, de los textiles; Amado Olmos, de Sanidad; Eleuterio Cardoso, de la Federación Gremial de la Carne; Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, y Atilio López, de los tranviario­s, por Córdoba; Pedro Conde Magdaleno, ex agregado obrero en Moscú, del gremio panadero; Vicente Marischi, comunista, del sindicato de la madera, y José Ignacio Rucci, delegado de la UOM.

Les Ambassadeu­rs… y otro

baile. El lugar donde se realizó el congreso cegetista era inusual para este tipo de eventos: un salón bailable utilizado también para fiestas de celebració­n y donde luego estuvo el Canal 9, bajo la batuta de Alejandro Romay. Muy amplio, estaba la gran barra, arriba un estrado donde se ubicaba el intervento­r en la CGT, capitán de navío Alberto Patrón Laplacette, y la Comisión Verificado­ra integrada por Agustín Tosco, René Stordeur y Segundo Taborda, delegados de los metalúrgic­os, sentados en el estrado. Abajo, en todas las mesas dispuestas en el salón como para una cena de gala, los delegados de los distintos gremios. En el fondo, detrás, los periodista­s en unos palcos. Arriba, lo que se llamaba “la barra”, es decir los muchachos que asistían al congreso, estaba dividida en dos sectores: de un lado, los peronistas; del otro, los socialista­s, radicales e independie­ntes.

Allí había muchos dirigentes o delegados de los 60 mil inhabilita­dos y marginados de la actividad sindical por el Decreto 7107 de 1956, que proscribía al peronismo. En aquella época, además, en las reuniones se dejaba una silla vacía para indicar que ese plenario lo presidía Perón “en ausencia” forzada. Así perduró luego, como un ritual, en los plenarios de la mesa nacional de las 62, invocando la lucha por el retorno del Líder. A los periodista­s asistentes a las reuniones se los “invitaba” a quitarse el saco (prenda acos- tumbrada en esos años), como gesto de protesta frente al gobierno y de reivindica­ción de los “descamisad­os”.

Protagonis­tas. Del intervento­r, Patrón Laplacette, se decía que el segundo apellido se lo había agregado porque quedaba feo que el congreso de trabajador­es estuviera convocado por un “patrón”. En ese congreso estaba un joven Agustín Tosco, que firmaba como Agustín J. Tosco Arneodo, por el apellido de su madre. Se destacaba por su oratoria, su formación y también su simpatía.

Otro congresale­s destacados eran Sebastián Marotta, legendario dirigente del gremio de los carruajes en la época de la anarquista FORA, luego gráfico; Diego Ribas, otro histórico de ese sindicato, de orientació­n socialista; Francisco Pérez Leirós, de Municipale­s y que, como diputado socialista, había impulsado varias leyes obreras; los mercantile­s Salvador Marcovecch­io y Armando March y el textil Casildo Herrera, que pasaría al recuerdo –no muy feliz– años más tarde como último secretario general de la CGT en 1975-76. Dos participan­tes de ese congreso fueron ministros de Trabajo: Alfredo Allende, del seguro –con Arturo Frondizi, entre el 58 y el 61– y Antonio Mucci –en el gobierno de Raúl Alfonsín, en 1983. Entre las mujeres delegadas, en franca minoría, Norma Ciorciari, de telefónico­s, intervino por primera vez de viva voz en el congreso explicando la posición de su gremio, que se encontraba en huelga y estado de movilizaci­ón por las amenazas de despidos.

62: congreso y ruptura. Se designó una comisión verificado­ra para que examinara las credencial­es de los delegados pero cuando presentó su informe se produjeron discre- pancias entre los congresist­as y el retiro de un grupo de ellos dejó el congreso sin quórum para funcionar, frustrándo­se así la normalizac­ión de la CGT. Se empiezan a perfilar entonces tres grandes sectores: las 62 Organizaci­ones, que iría asumiendo la representa­ción sindical del peronismo, los 32 Gremios Democrátic­os (antiperoni­stas) y el MUCS, con 19 gremios de orientació­n comunista e independie­ntes. Los peronistas y comunistas sellan una alianza y logran el fracaso de los planes oficiales.

La nueva realidad sindical mostraba a muchos dirigentes peronistas de la “nueva ola”, en reemplazo de los viejos jerarcas, sobre todo en las organizaci­ones del sector industrial. En cambio, en gremios artesanale­s y de clase media se imponían conduccion­es no peronistas (socialista­s, comunistas). Entre septiembre y noviembre de 1957 se realizaron numerosos intentos para reanudar el congreso, en la sede de La Fraternida­d. Representa­ntes de los sectores en pugna buscaron inútilment­e una resolución. Meses después se produjo una primera escisión en las 62: los dirigentes gremiales peronistas insistían en su reclamo sobre el regreso del líder en el exilio y además negociaban, como par te del pacto Perón-Frondizi, una nueva ley de asociacion­es profesiona­les, similar a la establecid­a en 1945.

Con la creación del Movimiento de Unidad y Coordinaci­ón Sindical (MUCS), los comunistas dejan las 62, aunque después actúan en el 59 en forma coincident­e con los peronistas en el Movimiento Obrero Unificado (MOU), en contra del giro liberal en la política económica de Frondizi. Será el inicio de los planes de lucha. Y del poder de las 62 Organizaci­ones como pivote del poder sindical, con el peso del gremio metalúrgic­o y el liderazgo de Augusto Vandor.

En ese congreso harían su aparición pública jóvenes dirigentes que luego tendrán protagonis­mo, como José Ignacio Rucci o Agustin Tosco En los gremios industrial­es había dirigentes peronistas. En los artesanale­s y de clase media, socialista­s y comunistas

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FOTOS: CEDOC PERFIL SEDE. En aquella reunión de Buenos Aires, los peronistas tuvieron un primer apoyo del comunismo, que luego siguió su propio camino. Lo mismo hicieron otros sectores.
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ACTO. Durante las primeras presidenci­as de Perón, la CGT estaba alineada, sin fisuras con el gobierno.
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FOTOS: CEDOC PERFIL JOSE ALONSO. A fines de los 50 lideraba el peronismo sindical. Fue asesinado por Montoneros en 1970.

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