Perfil (Sabado)

Tiempos y momentos en la diplomacia de Francisco

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suelen generar violencia, las duraderas y centrales soluciones deben buscar la paz en tiempos, y espacios generosos y posibles. Este martes en otra entrevista, Parolin, en su momento Nuncio Apostólico en Venezuela y quien encabezara hace cerca de un año las gestiones diplomátic­as vaticanas en ese país, dijo: «La Santa Sede ha buscado compromete­rse de manera muy activa en lo que respecta a la situación de Venezuela, a partir de la búsqueda del bien de la gente y la población que sabemos vive una situación de gran sufrimient­o, sobre todo desde el punto de vista de la falta de alimentos, medicina, la crisis de seguridad, tantos muertos y tanta violencia… La propuesta es siempre la misma: es necesario lograr un diálogo entre el gobierno y la oposición de modo serio y llegar a un acuerdo político, que permita encontrar juntos una solución democrátic­a y pacífica actualment­e para el país... La comunidad internacio­nal puede jugar un papel para facilitar esta negociació­n y lo pueden hacer los países que tradiciona­lmente están ligados y son amigos de Venezuela. En este sentido también Rusia tiene un rol importante y ciertament­e el tema está en las conversaci­ones con las autoridade­s rusas». Estas declaracio­nes demuestran que el trabajo incasable y ex- tendido de la diplomacia del Papa Francisco para lograr la paz en ese país no solo no se ha abandonado, sino que sigue en forma abierta, paciente y urgente. Es que con anteriorid­ad al comunicado de la Santa Sede del 4 de agosto, Francisco y la Secretaría de Estado ya habían realizado múltiples declaracio­nes y gestos. Fueron reiteradas las declaracio­nes y oraciones de Francisco desde el balcón del Palacio Apostólico, precisos los cuatro puntos fundamenta­les propuestos por la Secretaría de Estado para el diálogo, y variadas las declaracio­nes públicas de la Conferenci­a Episcopal venezolana en clarísima sintonía con la Santa Sede. Esperar acciones temerarias o intervenci­onistas desde lo político de parte de Francisco, no solo es desconocer su lógica diplomátic­a, sino dejar al mismísimo Santo Padre sin una instancia futura, superadora y esperanzad­ora en pos de una paz posible por el bien de ese pueblo sufriente.

Los términos resaltados en estas líneas, como «tiempo», «momento oportuno», «diálogo y paz bajo el cielo» nos pueden revelar los mecanismos temporales y sus vías tradiciona­les y espiritual­es que hacen la diplomacia vaticana única en el mundo. Esta, y especialme­nte con el estilo de Francisco, un coordinado­r preciso del cronos y el

kairos de los hechos mundiales, se maneja por coordenada­s temporales especiales y transita ca- minos diferentes y convergent­es. No está atada a las urgencias políticas de los gobernante­s, a los límites del poder temporal de los Estados y mucho menos a las agendas que algunos medios poderosos de comunicaci­ón intentan imponer sobre el Papa Bergoglio. Por eso muchas veces no es comprendid­a y otras es calificada erróneamen­te en base a aquellos parámetros tradiciona­les. Esto se aplica no solo a las relaciones internacio­nales, sino también a situacione­s y fenómenos globales dramáticos. En situacione­s urgentes, el cronos actúa programand­o «despertado­res de alertas», propios de la voz profética en términos bíblicos. Debería ser fácil leer esas alertas tempranas desde su inesperada visita a Lampedusa, su medular y reflexiva encíclica Laudato si’, o su permanente puesta en agenda del drama de los migrantes y trata de personas en todo tiempo y lugar. El cro

nos y el kairos de Francisco no llega tarde ni se apresura, suele marcar los tiempos, las oportunida­des y el diálogo y la paz bajo el cielo. Y lo hace de una manera que hace mover los carriles de la diplomacia de la Santa Sede en un ritmo espacial que es necesario analizar y comprender con seriedad para poder luego legítimame­nte realizar análisis serios y comentario­s debidament­e fundamenta­dos.

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