Perfil (Sabado)

Tras las PASO, surgen rispideces en el G5 que motoriza Vidal

- EZEQUIEL SPILLMAN

La casa que tiene Guillermo Montenegro en San Isidro comenzaba a llenarse el viernes pasado por la noche. El candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires quería agasajar con un asado al G5, el pool de candidatos que anima María Eugenia Vidal, y decidió invitarlos con sus parejas.

Sin embargo, con el fuego ya prendido, Graciela Ocaña y Héctor “Toty” Flores se bajaron por motivos personales.

El dato revela que la armonía que intentó imprimirle Vidal a sus candidatos no está en su mejor momento. Quien genera más ruidos internos es Ocaña y, en segundo lugar, “Toty” Flores. El trío que conforman Esteban Bullrich, Gladys González y Montenegro es, lejos, el que mejor funciona: se conocen desde los comienzos del PRO en la Ciudad y, en el caso de los dos hombres, fueron compañeros de gabinete seis años. El trío se sumó a la obediencia que requirió la primera parte de la campaña.

En el macrismo explican que, tras ser la candidata más votada de la Provincia, Ocaña comenzó a demandar privilegio­s que no tienen los otros. Por caso, poder armar su propia agenda, tener días libres y no tener que someterse a los medios del interior. “Hace lo que quiere”, resume un funcionari­o bonaerense con ac- ceso irrestrict­o a Vidal.

En este contexto, las dos semanas posteriore­s a las PASO la orden que emanó de la jefatura de la campaña, a cargo de Federico Salvai, fue que los candidatos no den más notas. Indiscipli­nada, la “hormiguita” habló en Radio Mitre dos veces, realizó una entrevista con Clarín y culminó su raid mediático en los programas de Luis Majul y Jorge Lanata.

Para peor, Ocaña hizo pasar un mal trago a Bullrich cuando destrozó la gestión de Carlos Regazzoni en el PAMI, un amigo del candidato a senador, y quien lidera la boleta a concejal por Almirante Brown. Lo hizo en TN ante una pregunta sobre la prestación médica a los jubilados. Fuego amigo inesperado para el ex ministro.

Como broche de oro, su impuntuali­dad enerva a los candidatos. Una costumbre poco macrista: en la Ciudad el PRO había diseñado una sanción de 100 dólares para los ministros que llegaban más de quince minutos tarde a las reuniones.

Por su parte, Flores también pidió algunos días libres. Pero su particular­idad es el temor a los aviones, con lo cual cuando tiene que viajar al interior se sube a una Chevrolet Meriva y evita el aire. Pero, además, también evita el discurso uniforme del oficialism­o: prácticame­nte no tuvo media coaching y es el más libre de los candidatos. Es más: se bajó el WhatsApp hace poco tiempo pero, con dificultad, lo abre pocas veces al día, y lee tarde las recomendac­iones del comando de campaña.

Por suerte, para la cena en lo de Montenegro –quien espera el día posterior a la elección para volver a probar suerte como intendente de San Isidro contra el radical, ex massista, y ahora macrista Gustavo Posse– la candidata a senadora, junto a su marido, y titular de la Cámara de Diputados, Manuel Mosca, habían convidado con un tinto muy particular –casi jocoso– de la bodega “Mosquita muerta”.

Montenegro organizó un asado para el equipo, pero Ocaña y Toty ya se bajaron

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CEDOC PERFIL OTROS TIEMPOS. En junio, cuando se anunciaron las candidatur­as.

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