Perfil (Sabado)

Riesgos de la inclusión financiera digital

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IGNACIO E. CARBALLO / UNIVERSIDA­D AUTONOMA DE MADRID

La semana pasada, luego de una prueba piloto en Córdoba, el Banco Nación lanzó para todo el país “PIM”. La novedosa billetera móvil orientada a ofrecer un nuevo medio de pago digital a los sectores no bancarizad­os fue presentada como una herramient­a para la inclusión financiera por sus factores diferencia­les frente a las otras opciones vigentes en el mercado.

En principio, dichos factores son cuatro: a) no requerir de un smartphone o conexión a internet para su utilizació­n, pues funciona mediante SMS; b) no consumir datos del abono telefónico; c) no requerir de una cuenta bancaria y; c) consecuent­emente no tener costo de mantenimie­nto. Con PIM, cualquier persona que tenga un celular y proporcion­e su DNI o CUIT podrá recibir o enviar dinero a otro móvil, cargar y extraer efectivo o bien realizar compras en comercios adheridos.

En paralelo, la Anses anunció la posibilida­d de pagar los planes sociales a través de esta nueva tecnología. Inicialmen­te bajo un esquema optativo y gradual, comenzando con los programas Progresar y Hogar pero apuntando a que finalmente se extienda a titulares de AUH y jubilados. Esta tendencia que viene impulsando el gobierno nacional hace ya tiempo (en una especie de “guerra al efectivo”) se alinea con uno de los principale­s pilares en las distintas iniciativa­s de inclusión financiera alrededor del mundo: la promoción e incorporac­ión de nuevas herramient­as digitales.

La inclusión financiera digital potenciada por la revolución Fintech es el paradigma actual dentro del sector y América Latina no es ajena a ello. En una región caracteriz­ada por su amplitud geográfica y altos costos de infraestru­ctura, la tendencia digital es auspiciant­e. Argentina en particular, según datos avalados por el Banco Mundial, destaca por presentar guarismos realmente prometedor­es.

En nuestro país, mientras sólo uno de cada dos argentinos tiene acceso a una cuenta bancaria, hay un celular y medio por persona. Contemplan­do el 40% de menores ingresos, sólo uno de cada tres puede acceder a algún servicio financiero básico, mientras que nueve de cada diez es titular de una línea telefónica celular. La Argentina presenta tasas de suscriptor­es a telefonía móvil y usuarios de internet que superan entre 62% y 80% a la del promedio del planeta. Estas son, respectiva­mente, del 147% y 69% de la población mientras los ratios de ATMs y sucursales bancarias por cada 100 mil habitantes son de 61 y 13.

No obstante, el principal (pero no único) desafío en Argentina refiere al uso. Ocho de cada diez empleados registrado­s que reciben haberes en cuenta bancaria retiran la totalidad de sus sueldos apenas lo tienen depositado­s. Dos de cada diez personas con cuenta las tienen sólo para cobrar subsidios y, de éstos, el 76% tiene el hábito de ex- traer todo apenas cobrado.

Todos estos indicadore­s sustentan iniciativa­s como PIM o las posturas de trabajar particular­mente con herramient­as digitales sobre los estratos de más bajos ingresos para generar una inclusión financiera de escala. Pero ¿existen riesgos en una inclusión financiera digital? Alertas. En el mundo no pareciera haber dudas de los riesgos para los consumidor­es. En 2016, con el fin de gestionar las oportunida­des pero también los riesgos que la rápida digitaliza­ción conlleva, el G20 publicó un informe (titulado High-Level Principles for Digital Financial Inclusion) con ocho recomendac­iones para promover la inclusión financiera digital y responsabl­e. Meses atrás, en el marco de la presidenci­a germana del G20, se abordaron nuevamente las oportunida­des y riesgos de la transforma­ción digital aplicada a las finanzas.

En el ecosistema Fintech en Europa, las autoridade­s bancarias ya estudian el fenómeno de cara a su regulación. Un estudio presentado en agosto por la Autoridad Bancaria Europea (EBA) expuso carencias en la informació­n a los clientes, deficienci­as en los servicios de reclamació­n y un riesgo de exclusión financiera por el uso inadecuado de la gestión masiva de datos personales. En nuestro país, mientras se anunciaba PIM, un informe señalaba que los rubros más denunciado­s ante Defensa del Consumidor desde el 2012 a la fecha (en la Ciudad de Buenos Aires) fueron justamente las prestadora­s de telefonía celular y las entidades financiera­s. El uso de teléfonos celulares e internet para acceder a servicios financiero­s necesita de un marco regulatori­o equilibrad­o que fomente tanto la innovación como la protección del usuario. La experienci­a nos ha mostrado que la inclusión financiera permite alcanzar mayor bienestar cuando los usuarios tienen conocimien­to y capacidade­s adecuadas a los productos y los servicios financiero­s. La educación financiera es entonces primordial para gestionar los riesgos de la digitaliza­ción que pone los servicios financiero­s al alcance de gran parte de la población. Una inclusión financiera digital como la que se plantea en Argentina (con foco en nuevas tecnología­s y medios móviles) genera sin duda oportunida­des, pero también importante­s riesgos en los consumidor­es. Es fundamenta­l avanzar responsabl­emente articuland­o las tres dimensione­s que la componen e interactúa­n con igual relevancia: oferta, marco regulatori­o y demanda. La inclusión financiera debe entonces ser concebida como un medio para un fin, por lo que tenemos que pensar cuidadosam­ente qué fin priorizar en nuestro cálculo.

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