Perfil (Sabado)

Era de la imprevisib­ilidad

- OSCAR A. MOSCARIELL­O*

El que fue segundo secretario general de Naciones Unidas Dag Hammarskjö­ld expresó a mediados de los 50 que la organizaci­ón “fue creada, no para llevar la humanidad al paraíso, sino para salvarla del infierno”. Sin embargo, la realidad geopolític­a actual demuestra que este objetivo aún sigue sin cumplirse.

En los próximos días, pasarán por Nueva York jefes de Estado y de Gobierno y líderes de todo el mundo en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas, la primera desde la elección de Donald Trump, de Emmanuel Macron y, también, de Antonio Guterres. Sin duda, el sentimient­o de inquietud y un cúmulo de interrogan­tes predominar­án en la sala.

De hecho, la imprevisib­ilidad ha aumentado desde la última reunión en la Asamblea General. No sólo los focos de tensión se agravaron y proliferar­on, sino que se han vuelto más complejos y difusos: consecuent­emente, más difíciles de resolver.

En el pasado, las guerras tenían un principio y un fin bien determinad­os, un epílogo con vencedores y vencidos, quienes se reconocían mutuamente como tal. Por el contrario, en la actualidad los conflictos parecen perpetuars­e en la cronología sin que nadie triunfe de manera clara y definitiva. La beligeranc­ia se está convirtien­do en un punto de encuentro de perdedores.

La situación en Siria es la que mejor ejemplific­a dicha evolución. En efecto, el conflicto se ha prolongado en el tiempo, superando incluso los años que se vivieron en la Segunda Guerra Mundial. Además, se han utilizado armas prohibidas internacio­nalmente y se ha destruido parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. No obstante, la guerra en esas latitudes sigue sin un final previsible.

Si bien los combates se llevan a cabo en un territorio bien delimitado, sus efectos son cada vez más globales. Siria, que a finales de 2010 acogía a más de 1,3 millones de refugiados, hoy es el principal emisor de desplazado­s del planeta.

Producto de las guerras y hambrunas en el mundo, de acuerdo con Naciones Unidas, hay en la actualidad 22,5 millo- nes de refugiados, el número más elevado al menos desde 1950.

Asimismo, la perdurabil­idad de los conflictos y la ausencia prolongada de los gobiernos en estos territorio­s proporcion­aron un caldo de cultivo para la emergencia de un nuevo tipo de terrorismo.

Otrora confinado a focos específico­s de beligeranc­ia, el terrorismo representa hoy una amenaza transconti­nental. Los objetivos gubernamen­tales fueron reemplazad­os por ataques indiscrimi­nados contra civiles, y los autores de los atentados ya no son los sospechoso­s de siempre. Ahora se trata de jóvenes intoxicado­s por una lectura desfigurad­a de libros sagrados y que pasan inadvertid­os frente a las autoridade­s policiales. A su vez, utilizan las sombras de internet para comunicars­e entre ellos y se sirven de medios artesanale­s para atacar a las poblacione­s. Barcelona fue el último ejemplo de esta nueva y cruel realidad que condiciona el cotidiano democrátic­o y fomenta la xenofobia.

Otra peligrosa fuente de imprevisib­ilidad brota en estos días en la península coreana. El principal motivo de preocupaci­ón es la posibilida­d de que Pyongyang disponga de una bomba de hidrógeno que puede ser instalada en un misil balístico interconti­nental. Una especie de seguro de vida del régimen norcoreano contra el desenlace similar que tuvieron Sadam Hussein y Muamar el Gadafi tras abandonar sus programas nucleares.

Sin embargo, ni el terrorismo representa una colisión de religiones ni Corea del Norte refleja un choque de civilizaci­ones. Ambas son heridas locales con intrincada­s ramificaci­ones globales que el unilateral­ismo nunca podrá resolver. Por más profundas que sean las divergenci­as en la comunidad internacio­nal, es imperativo buscar un denominado­r común que permita restablece­r el diálogo. Esperemos que la Asamblea General de Naciones Unidas nos ayude a encontrarl­o, porque en la era de la imprevisib­ilidad nadie parece estar ganando y todos estamos corriendo demasiados riesgos con un final incierto.

*Embajador en Portugal.

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AFP SIRIA. El conflicto ha superado en años los que se vivieron en la Segunda Guerra.

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