Perfil (Sabado)

Otra batalla cultural contra el autoritari­smo

- DAMIAN TOSCHI*

El Juicio a las Juntas constituye el hecho más importante de la Argentina en materia de derechos humanos desde 1983 hasta hoy. Representó una decisión política en búsqueda de verdad y justicia.

El 13 de diciembre de 1983, a tres días de haber asumido la Presidenci­a de la Nación, Raúl Alfonsín firmó los decretos 157 y 158. El primero ordenaba enjuiciar a los dirigentes guerriller­os de ERP y Montoneros. El segundo disponía el procesamie­nto de quienes condujeron el Proceso de Reorganiza­ción Nacional desde el 24 de marzo de 1976 hasta la finalizaci­ón de la Guerra de Malvinas. En este punto se destacaron los aportes teóricos de Carlos Nino y Raúl Borrás.

Al mismo tiempo, Alfonsín dispuso la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparici­ón de Personas. El cuerpo tenía por finalidad relevar, documentar y registrar casos y pruebas que acreditara­n delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. En este marco, resultó determinan­te el trabajo de Graciela Fernández Meijide, encargada de recibir las denuncias.

El 20 de septiembre de 1984, con 70 mil personas colmando Plaza de Mayo, Ernesto Sabato, presidente de la Conadep, entregó al jefe de Estado un informe de cincuenta mil fojas, el célebre Nunca Más. El documento contabiliz­ó 8.960 casos de personas desapareci­das. Estimacion­es posteriore­s elevaron la cifra a 30 mil, un hecho escalofria­nte e inédito en el mundo.

Las audiencias públicas del Juicio a las Juntas se extendiero­n entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. En esa instancia declararon 832 testigos. El 18 de septiembre el fiscal Julio César Strassera, acompañado por su adjunto Luis Moreno Ocampo, realizó el alegato correspond­iente.

El 9 de diciembre de aquel año la Cámara Nacional de Apelacione­s en lo Criminal y Correccion­al Federal de la Capital Federal condenó a los acusa- dos. El veredicto corrió por cuenta de Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, León Arslanian, Jorge Valerga Aráoz, Guillermo Ledesma y Andrés D’Alessio. Los jueces sentenciar­on a Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera a reclusión perpetua; Roberto Eduardo Viola recibió una pena de 17 años de prisión, Armando Lambruschi­ni 8 y Orlando Ramón Agosti 4 años. En clave histórica, hay varias acciones posteriore­s cuestionab­les: las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín; los indultos de Menem; la designació­n de César Milani como jefe del Ejército ordenada por Cristina Fernández y la sobreactua­ción del kirchneris­mo en materia de derechos humanos. También la híbrida mirada del gobierno actual en torno a esta temática. Aun así, la Argentina es el único país de América Latina que juzgó y condenó a los responsabl­es del terrorismo de Estado. Al plantear la imprescrip­tibilidad de los delitos de lesa humanidad, el proceso judicial sentó las bases de los juicios vigentes.

Por estas horas, sin embargo, la realidad es compleja. Mientras las especulaci­ones políticas sobre la desaparici­ón de Santiago Maldonado se conjugan con la partidizac­ión de los organismos de derechos humanos, emerge una velada apuesta a la violencia, organizada por grupos marginales pero muy activos. Entonces, es posible que, a caballo de demandas sectoriale­s, el clima de presión y zozobra trascienda las elecciones de octubre, cobrando centralida­d hacia fin de año, e incluso más allá.

Ante esto, todos los sectores democrátic­os deben aunar esfuerzos para reparar y recuperar el hoy dañado consenso general surgido hace 34 años: convivenci­a pacífica, diálogo, tolerancia y justicia. Dicha tarea, al igual que el Juicio a las Juntas, supone dar una vez más otra batalla cultural contra el autoritari­smo.

*Lic. en Comunicaci­ón Social (UNLP). Miembro del Club Político Argentino.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina