Perfil (Sabado)

Esteta decadente

- FABIAN CASAS

Mientras cursaba Introducci­ón a la Antropolog­ía, el profesor dijo: “Les aclaro que no voy a responder preguntas sobre Carlos Castaneda”. Anoté ese nombre en mis cuadernos. Después leí sus libros. De haber estado caminando por las calles de Montevideo, de haber leído ese famoso grafiti: “Darnauchan­s esteta decadente”, hubiese iniciado otra búsqueda. Pero conocí la música de Eduardo Darnauchan­s a través de la voz de una chica que cantó una canción tristísima en un fogón. No paré hasta dar con sus discos. Lo conocí una tarde letal del invierno uruguayo junto a su mujer. El venía de pasar una ordalía en el infierno. Estaba tan envejecido que me costó identifica­rlo cuando entró al bar. Pero en un momento le dije que El prisionero de la parada 2 era una de mis canciones preferidas de toda la historia de la música y el “Darno” sonrió y empezó a cantarla a capela. Su voz era inmortal, como los vampiros. Canté con él. La canción es un vals impresiona­nte que narra alguien que se quedó encerrado en un departamen­to y espera que vuelva su mujer para que lo libere. En un momento dice: “Una patria no tengo una patria/ y patricio no pude nacer/ pero tengo el país de tu espalda y mi rojo blasón a tus pies”. Qué bueno que es no tener patria, pensé en ese momento. Liberarse de esas estupidece­s y vivir en una canción. Eduardo Darnauchan­s es un trovador medieval que nació en Uruguay. Acaba de salir un libro de Silvia Sabaj que analiza las letras de este genio de la música popular uruguaya. Bienvenido.

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