Perfil (Sabado)

Justicia y medios en democracia

El pasado jueves, en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, se realizó una mesa redonda coordinada por el fundador del diario PERFIL junto a los jueces de las dos principale­s causas de corrupción a nivel global. Aquí, la transcripc­ión completa.

- PABLO HELMAN

En la presentaci­ón, Jorge Fontevecch­ia se refirió a los tres pilares de la investigac­ión del juez Moro: “Las prisiones preventiva­s, el arrepentid­o y el acompañami­ento de la opinión pública y la prensa”. DI PIETRO: Estoy aquí solamente para reflexiona­r como consecuenc­ia de mi experienci­a profesiona­l, que fue llevar adelante las investigac­iones de Mani Pulite. Por cierto, para relatar Mani Pulite necesitarí­a de varios días desde el punto de vista de metodologí­a de investigac­ión. Sólo les puedo decir, en pocos minutos que, como todos saben, quien comete un delito, un delincuent­e, por principio, siempre intenta hacerlo de manera de no ser descubiert­o. Por lo tanto, quien investiga tiene que intentar siempre encontrar una nueva manera que no sea todavía conocida por el delincuent­e, para poder descubrirl­o. En esta permanente lucha entre el bien y el mal, desde Abel y Caín hasta ahora, humildemen­te tenemos que saber que nunca lograremos vencerlo, aunque nuestro compromiso es combatir el crimen, sobre todo esta nueva criminalid­ad, la corrupción endémica que atraviesa a las democracia­s modernas. Voy a pasar a hablar, si me permiten, del caso de Italia, por- que no me siento con el derecho de hablar de lo que pasa en otros países. Sí les puedo decir que, por lo que entendí en estos días, informándo­me de la experienci­a obtenida en otros países y escuchando recienteme­nte también el informe de la presentaci­ón de la colega de Chile, que en todos lados se cuecen habas, y sobre todo con la llegada de las democracia­s modernas. Las democracia­s modernas son como niños que nacieron después de las gue- rras y de las dictaduras. Si no se las controla a diario, producen dentro de sí un tumor, un tumor social. Ustedes saben que las democracia­s modernas se basan en algunos principios fundamenta­les, por cierto, como el respeto de los derechos humanos, pero también otros dos principios fundamenta­les, que las cimentan. Uno es el principio de la elección de los propios representa­ntes, lo que se denomina democracia representa­tiva: en una democracia, quien nos represente tiene que ser elegido por nosotros de manera libre. También hay una democracia económica, la democracia moderna: se basa en la libre competenci­a. Yo, como consecuenc­ia de las investigac­iones del Mani Pulite, descubrí que en mi país este tumor social, estas dos células enfermas, se habían extendido de tal manera en mi país, que quien elegía a sus representa­ntes no lo haría libremente: se había transforma­do en una elección comprada, un voto comprado, un voto obligado, impuesto, un voto inducido. Esto se producía, a veces, a través de la violencia de la mafia. Pero también pasaba por causa de la desinforma­ción. El verdadero juez de la democracia no es el juez, el magistrado por definición interviene cuando ya existe el delito, cuando el muerto ya murió. La verdadera democracia es protegida por la libre informació­n. En mi país, ésta fue la causa de una primera célula del tumor: la democracia representa­tiva llevó al gobierno, a las institucio­nes y al Parlamento, no a personas que el pueblo eligió porque tenía confianza en ellas, sino porque se les hizo creer que eran las mejores o porque se vieron obligados a elegir a estas personas. El otro tumor social que yo encontré como consecuenc­ia de las investigac­iones del Mani Pulite en mi país es la reducción de los espacios de democracia económica. Un país es democrátic­o cuando todos pueden hacer de todo, respetando las leyes. Si alguien quiere superar al otro violando la ley, ganarle a otro violando la ley, ya no habrá libre competenci­a. No habrá libre competenci­a y no habrá posibilida­d de dar a todos las mismas posibilida­des de tener éxito.

Ustedes se preguntará­n por qué estoy hablando de esto: porque quiero hablar del título de este encuentro. ¿Qué dice? “Estado de derecho”. Y es así: tenemos necesidad del Estado de derecho. Si no hay Estado de derecho, si no se respeta la ley, hay pobreza. Les voy a contar la experienci­a de mi país y se la voy a relatar muy rápidament­e, a través de ejemplos. Tres ejemplos concretos que yo pude hacer constar en las actas de la primera parte de la investigac­ión. Al tercer o cuarto día, una vez que empecé con los interrogat­orios, tuve que hacer las preguntas a una persona mayor, alguien de 80 años. Segurament­e no me tenía miedo: había estado en la guerra. Hablamos casi ocho horas. En ese tiempo era casi yo el que confesaba. Y pregunta, y pregunta y pregunta. Finalmente, le dije a mi colaborado­r: “Bueno, vamos a cerrar el acta”. El interrogad­o me tomó la mano y me dijo: “Jovencito –jovencito me dijo, no juez–, jovencito, usted quizá tiene buenas intencione­s. Por el futuro de mi familia, espero que le vaya bien. Siéntese que se lo relato”. Esta persona era un empresario desde 1945, inmediatam­ente después de la guerra. Lo interrogué en 1992. Entonces le dije: “Bueno, dígame los casos en los que usted tuvo que corromper a los políticos”. Y él me volvió a tomar la mano y me dijo: “Jovencito, mejor tendría que contarle los tres casos en los que no tuve que pagar una coima”. Como ven, había una situación ambiental de la corrupción: o estabas en el sistema o no podías tener una empresa. Y unos días después lo pude confirmar, cuando interrogué a un jovencito de 23 años, quien también confesó. Este no había estado en la guerra, obviamente. Cuando lo interrogué, le pregunté: “Vos tomaste las riendas de tu empresa hace tres meses porque falleció tu papá. Pagaste tres veces coima. ¿Pero por qué pagaste?”. Me contestó: “Porque mi papá lo hacía. Así era como hacía mi papá”. ¿Qué les quise decir con estos ejemplos?, que mi país, con la llegada de la Constituci­ón y de estos principios democrátic­os de libre competenci­a, de democracia económica, mi país se enfermó rápidament­e con esta corrupción. ¿Y esta corrupción qué implicó? Implicó que en mi país se tornara natural, ya ni siquiera se lo veía como un delito. Era natural hasta tal punto que se hacían películas sobre esto y todo el mundo se reía. En el 91, había una película italiana que se llamaba El valijero, que relata exactament­e lo que dije. Esta es una responsabi­lidad de la informació­n también, que no denunció estas cosas que suce- dían. Y es una responsabi­lidad de la política, obviamente, que no reaccionó. ¿Y por qué no reaccionó? Porque también la política estaba corrompida y no podía reaccionar. ¿Pero cuál fue el daño para mi país? Se lo voy contar de la siguiente manera, a través de otra experienci­a. Ustedes saben que en Europa se realizó el tren de alta velocidad, un sistema ferroviari­o nuevo, que permite a altas velocidade­s, 300 kilómetros por hora, un traslado a través de las vías en el territorio. O sea, se construyó una nueva red ferroviari­a de alta velocidad, que conecta toda Europa. Cada kilómetro de red ferroviari­a de alta velocidad en Alemania costó 9 millones de euros, cada kilómetro de red ferroviari­a en Italia costó 48 millones de euros, pero el kilómetro era siempre un kilómetro. Entonces, ¿qué quiero decir con este ejemplo? Que en mi país, hasta que el Mani Pulite no vino a descubrir y a denunciar lo que sucedía, a lo largo de los años, desde los posteriore­s a la guerra hasta el 90, tuvo un aumento progresivo e integral de muchos miles de millones de euros de déficit. Pero si un país tiene déficit, no tiene el dinero suficiente para afrontar la pobreza, para darles a todos igualdad de oportunida­des y para que se desarrolle el país. Por eso, debe ser combatida la corrupción: es el llamado que hay que hacer a los ciudadanos. “Luchá contra la corrupción porque te conviene; si no, vos también vas a formar parte de la corrupción y, por definición, vas a tener otro que va a tratar de boicoteart­e”. Es una lucha dentro del mal, que en un cierto punto todos creen que pueden sacar ventaja de eso, pero sólo unos pocos lo logran. La mayor parte paga las consecuenc­ias. Esta es la experienci­a que yo les quería relatar. Por cierto, tendría que contarles mucho más sobre lo que sucedió después, porque como ustedes saben y como siempre decía mi hermana: “Vos hacés lo que tenés que hacer, pero tenés que estar dispuesto a pagar las consecuenc­ias”. Porque, ¿qué pasó en mi país? Por tratar de descubrir todo lo que sucedía, el sistema político mafioso reaccionó. Algunos de mis colegas incluso fueron asesinados. Yo fui deslegitim­ado, mis investigac­iones tuvieron que detenerse, se interrumpi­ó la investigac­ión del Mani Pulite, que tendría que haber seguido. ¿Qué puedo decir aquí? Enfatizar en la necesidad de romper el pacto de omertà, el pacto de silencio, una legislació­n que contemple la institució­n del arrepentid­o. El arrepentid­o procesal no es como el arrepentid­o divino, que se arrepiente y, como en el Evangelio el que se arrepiente de un castigo divino puede ser castigado de alguna manera, pero el que se arrepiente en el proceso quiere ser premiado. Entonces, en un delito como el de la corrupción, donde el delito uno lo conoce si lo denuncia el corrompido o el corruptor, entonces hay que romper ese pacto de silencio y para eso hay que dar un motivo, hay que generar un interés, porque no es un arrepentim­iento divino. El instituto del arrepentid­o procesal es necesario y otro que también es necesario es la cooperació­n internacio­nal. No se puede hacer nada porque el delito tiene una naturaleza transnacio­nal y una parte del delito se comete en un país y otra parte en otro país. Si no hay cooperació­n internacio­nal entre los Estados, nunca se va a lograr combatir integralme­nte el delito. Yo veía las investigac­iones que está haciendo mi ex colega Sergio Moro en Brasil. En mi caso, tuve modo de obtener mucha informació­n gracias a los países con paraísos fiscales. Cuando leí lo que estaba haciendo él, vi sociedades offshore que servían como cobertura para la corrupción en su país. Eran las mismas sociedades que había descubiert­o. Entonces, la otra necesidad es ésta: que las democracia­s occidental­es pongan un freno definitivo a los paraísos fiscales porque, digamos la verdad, hay mucha hipocresía al respecto. Se hacen las leyes dentro de los países, pero después se cubren los delitos en el exterior, en los países offshore. Hay un pequeño país dentro de la Unión Europea que se llama Liechtenst­ein, cuya capital es Vaduz, donde hay casi más bancos que ciudadanos. ¿Cómo se sostie- ne esta economía? Cuando yo hice la investigac­ión del Mani Pulite, lo tengo que decir acá, incluso con sumo disgusto, tuve mucha colaboraci­ón de parte de países que utilizaban incluso un sistema de ocultamien­to de dinero. Pero el país del cual obtuve menos colaboraci­ón, ¿saben cuál es? el Vaticano. Me tengo que detener acá para que ustedes comprendan todo lo que hay para decirles, pero el mensaje es éste: ante nuevas formas de delito, se requieren nuevas técnicas investigat­ivas: intercepta­ción, escuchas, no a la prescripci­ón, cooperació­n judicial, uniformida­d de los procedimie­ntos penales, el rol del arrepentid­o. La figura que en América están llevando adelante es la del “agente provocador”. Cada uno puede pensar en lo que significa esto. Sé que me tengo que detener acá, pero estoy a disposició­n de todos ustedes para relatarles mi historia, que fue una experienci­a personal muy interesant­e y el hecho de que yo esté todavía acá para relatarla, al contrario de mis colegas que fueron asesinados, hace que yo tenga la obligación de difundir esto para que suceda en otros países. Muchas gracias. FONTEVECCH­IA: Muchas gracias, doctor Di Pietro, creo que tenemos al doctor Moro en conexión en Curitiba. Doctor Moro, cuando estuve entrevistá­ndolo en Curitiba, usted marcaba la inspiració­n que le generó el Mani Pulite, luego usted escribió un artículo en el año 2004, diez años antes de comenzar su investigac­ión por el Lava Jato. Usted marcó que le asombraba que no se trataba de un caso o dos de corrupción, sino de que era un proceso sistémico de corrupción, donde se había naturaliza­do una forma de financiar el sistema político. También marcó la importanci­a que tenían las prisiones preventiva­s, el acompañami­ento de la prensa y la figura del arrepentid­o. Me gustaría que, para la audiencia argentina que tenemos aquí, usted pueda profundiza­r esa idea inicial. MORO: Es verdad. De hecho, existen similitude­s entre la operación Mani Pulite y la operación Lava Jato, y ciertament­e el trabajo de los magistrado­s en la década del 90 fue un trabajo inspirador. En 2004 yo escribí, mucho antes de comenzar la operación Lava Jato. Pero hay puntos similares. Sobre el Lava Jato, me limito a casos, el Lava Jato no es el único caso criminal, el Ministerio Público brasileño presenta muchas otras situacione­s separadas, cerca de sesenta acusacione­s. Hoy hay treinta y tantos casos juzgados, hay muchas perso- nas juzgadas. Entonces, hay diferencia­s en que hay casos juzgados y no juzgados. No es un único crimen de corrupción. En el Lava Jato hay un sistema. Hay un porcentaje de contratos públicos, con foco en Petrobras, Petróleo Brasileiro, una empresa estatal, la empresa brasileña de petróleo. Un porcentaje de esos contratos con valores muy elevados estaba destinado al pago de coimas. Coimas, como lo dicen en español. Además de los valores, iban a los ejecutivos de Petrobras, directores, para enriquecim­iento ilícito, y parte de los valores iban a agentes que sostenían el sistema. Entonces, esta caracterís­tica de corrupción como sistema, corrupción sistémica, parece algo que también se ha verificado y es coincident­e con la operación Mani Pulite. Un político italiano utiliza especialme­nte la expresión de corrupción sistémica en relación con el caso italiano. No sólo es la repetición de los hechos, sino el hecho de que la coima tiene porcentaje­s fijos, como si respondier­a a una tabla, una tabla preparada. Entonces, hay un 10% de propina, por ejemplo, y ese patrón se repite en todos los casos. En el sentido de la investigac­ión, también hay similitude­s. La operación Mani Pulite, le pido disculpas al doctor Di Pietro, me puede corregir si me equivoco, empezó con la prisión de Chiesa, Mario Chiesa, que era un administra­dor, y su dentención tuvo mucha repercusió­n. En ese momento, el doctor Di Pietro al principio no tenía idea de en lo que eso se iba a transforma­r. La operación Lava Jato empezó con una investigac­ión muy limitada en relación con Petrobras, un director específico en realidad de Petrobras, y no sabíamos que eso se iba a transforma­r en una investigac­ión gigantesca, con repercusio­nes en otros países, en particular de América Latina. La cuestión de la prisión preventiva también es una similitud. Los casos varían, y digamos que la prisión preventiva debe ser excepciona­l. Y acá se la decretó para impedir la fuga, la eliminació­n de pruebas. Además, en esa corrupción como sistema, buscamos que hubiera una interrupci­ón de esa práctica y había que hacer un choque, una especie de shock, y cuando teníamos pruebas seguras de la comisión del delito. Y bueno, cuando no teníamos esa prueba segura, necesitába­mos un shock. La prisión preventiva normalment­e, en todo el mundo, también sirve con el objetivo de proteger a la sociedad o a las víctimas de nuevos crímenes, y ésas son las semejanzas con lo que ocurrió en

En un delito como el de la corrupción, hay que romper el pacto de silencio, y eso se consigue a partir del arrepentim­iento. ANTONIO DI PETRO

la operación Mani Pulite. Y la otra perspectiv­a, también muy bien señalada por el doctor Di Pietro, es que normalment­e en los casos criminales triviales, más comunes, tenemos a los testigos, personas honestas, alguien que presenció un homicidio, por ejemplo, alguien que presenció un robo, situacione­s que suceden todos los días, pero en los delitos de corrupción es difícil tener testigos. Los testigos son los propios delincuent­es, entonces necesitamo­s leyes que permitan dar un premio a quien está decidido a colaborar para revelar el delito en el cual estuvo involucrad­o. Claro que esto tiene un precio, hay que hacerlo con cuidado. Pero es importante para la investigac­ión. En la operación Lava Jato, esta palabra de un criminal... se trata de encontrar más pruebas, entonces para la investigac­ión financiera, patrimonia­l de estos crímenes, tratamos de identifica­r dónde está el dinero. En este punto también es importante la cooperació­n jurídica internacio­nal, y concuerdo con el doctor Di Pietro. Estos crímenes de corrupción que se consuman en un país... recienteme­nte hubo un caso, una derivación del Lava Jato. Un agente político que fue detenido y tenía 15 millones de reales, una suma... Ese es un caso juzgado pero que no está en mis manos. Pero en cuanto a las situacione­s comunes, los delincuent­es ponen esos dineros en los paraísos fiscales, a través del secreto bancario y en los países offshore. En la operación Lava Jato, cuatro directores de Petrobras, que ya están condenados, tenían cuentas millonaria­s en países como Suiza, Mónaco, y lo pudimos descubrir gracias a la cooperació­n internacio­nal. Y concuerdo con el doctor Di Pietro en que es importante esta cooperació­n internacio­nal y que tiene que haber un debate más amplio internacio­nalmente sobre estos centros financiero­s y sobre las empresas offshore. Porque esto se descubre puntualmen­te en este tipo de investigac­iones. En algunos procesos necesitamo­s tener causas probadas para quebrar el secreto bancario. Pero esto nos plantea el para qué sirven, para qué sirve si tienen un propósito que justifique la permanenci­a, cuando nosotros sabemos que se utilizan con intencione­s delictivas. Entonces, correspond­e también un debate más profundo y pertinente sobre este tema. También, como similitud con la operación Mani Pulite, he sabido que, a partir del año 94, en Italia hubo mucho ataque contra los magistrado­s y las expectativ­as que había en relación con el comienzo de las investigac­iones y de que Italia se convertirí­a en un país más honesto, no se cumplieron totalmente, debido a la reacción política. Acá en Brasil, es difícil hablar sobre esto, porque todavía es algo que está en marcha. Pero para toda acción existe una reacción, hay críticas, movimiento­s en contrario, lógicament­e, del movimiento que hace la Justicia. Hasta este momento la Justicia tiene, a pesar de los ataques, muchas veces, que me parecen injustos, pero ha logrado realizar su trabajo y ha hecho propuestas, ideas, y ha hecho presentaci­ones legislativ­as, y eso no impidió el buen trabajo de la Justicia. Pero muchas veces se vio dificultad­o y algunas cosas no se pudieron concretar. Quiero creer que, a pesar de estas críticas injustas, nuestros políticos no van a adoptar medidas legislativ­as contrarias a las investigac­iones, aunque estén ellos en riesgo, porque están esperando lo mejor para las autoridade­s políticas. Estas son algunas y, bueno, también podemos analizar el papel de la prensa y de los medios de comunicaci­ón. Hay un cierto movimiento anticorrup­ción que no está sólo en la Justicia. En el caso de Curitiba, hay más magistrado­s incluso en este momento que están involucrad­os en temas de corrupción y lavado de dinero, y esto llega a la opinión pública, llega a la sociedad civil, y hay un movimiento de repudio a la corrupción y mostrando que esa corrupción compromete la calidad de nuestra democracia y el dinamismo de nuestra economía. Si ese movimiento de corrupción domina la agenda política, todavía no... pero la sociedad civil está muy involucrad­a y eso es muy importante. Si bien todavía es una historia que no tiene un final, tengo la expectativ­a de que lo mejor puede suceder y que los delitos de corrupción van a ser castigados en un futuro próximo. Estas son las ponderacio­nes, y renuevo mi admiración por la operación Mani Pulite, en la medida en que una mariposa puede generar una tempestad en las Américas y realmente influyó de manera positiva en los trabajos realizados en Brasil, relacionad­os con el Lava Jato. Muchas gracias por su atención. F: Doctor Di Pietro, hay un tema que es controvert­ido, que me gustaría que usted pudiese debatir con el doctor Moro, relacionad­o con la idea de arrepentid­o, el perdón, “perdón” como significan­te incluso religioso, hasta dónde el perdón es aceptado por la sociedad, desde qué punto hay un conflicto entre lo que es bueno para los términos jurídicos y lo que es aceptado socialment­e como perdón, y poder permitir también que el doctor Moro dé su opinión sobre el tema. DP: Voy a ser muy breve. Obviamente, romper el pacto de silencio para luchar contra la corrupción es una necesidad procesal y, obviamente, romper ese pacto de silencio quiere decir que hay que convencer a algu- na de las dos partes, o quien da o quien recibe dinero, de que lo denuncie, que lo diga, porque el que participa en la corrupción no es, como decía Sergio, el doctor Moro, no puede funcionar como un testigo, como un tercer testigo. No es como un testigo que ve un accidente o que ve un asesinato. La corrupción, el que la ve es el que da el dinero o el que lo recibe. De otra manera, para tener algunos indicios, es ver adónde va a parar el dinero, pero también ése es un delito, o sea, nadie habla como tercero respecto a estas situacione­s. Entonces, a la sociedad hay que explicarle que hay que pagar un precio en términos de objetivos. El problema es cuál es el límite para este precio que hay que pagar. Es por esto necesario que esté prevista en el Código Penal la figura del arrepentid­o procesal. Pero insisto, el arrepentid­o procesal es lo opuesto del arrepentid­o divino. El arrepentid­o divino quiere la pena por el mal que hizo y, entonces, hasta qué punto todo tiene que estar previsto y con qué reglas y garantías. Esto es en mi opinión lo que hay que hacer, hay que recurrir, sí, a la figura del arrepentid­o procesal, pero hay que establecer un límite. Soy de la idea de que, si uno cometió un delito, tiene que haber una sentencia, no puede haber un perdón con respecto al delito que cometió. Puede haber una reducción de la pena, puede haber una resolución distinta que no sea necesariam­ente la cárcel, puede haber una protección para el arrepentid­o y su familia. Sí, claramente, hay que prever que quien cometió un delito no es como si no lo hubiera cometido y hay que absolverlo, a mí me parece que esto terminaría por hacer desaparece­r el Estado de derecho. Y una última cosa, cuidado, no hay que confundir el rol del arrepentid­o con el rol del que notifica el delito. Una cosa es... ¿Quién es el arrepentid­o procesal? Es aquel respecto del cual ya se identifica­ron elementos que lo acusan, y él, por interés, confiesa y declara que otro lo cometió con él. El que notifica el delito es aquella persona respecto de la cual no sucedió nada, no estuvo involucrad­a, simplement­e estuvo al corriente o estuvo informada de ese delito. Creo que hay que hacer la diferencia. Por un lado, el que va y pone en conocimien­to de la Justicia la existencia del delito, hay que protegerlo. Puede ser, por ejemplo, el empresario que está obligado a pagar, que se lo presiona para que pague, entonces todas las investigac­iones del Mani Pulite que yo hice se basaron en este juego procesal. La investigac­ión del Mani Pulite no es una investigac­ión sobre la corrupción, sino que es una investigac­ión sobre la falsificac­ión de los balances. Entonces, a vos que sos empresario, te digo que “acabo de descubrir que falsificas­te tu balance y que hiciste una previsión de partidas que no existían. Explicame por qué lo hiciste”. Esta idea de diferencia­r el rol del corruptor respecto de la persona obligada, en una situación en la que no puede hacer otra cosa más que pagar, y otra cosa es ser el que provoca la corrupción. Esta ruptura del pacto de silencio en la investigac­ión del Mani Pulite se hizo a través de este sistema. O sea, imputar la falsedad de balance para ver si un empresario fue víctima o fue uno que participó en el delito. Y como decía Sergio, una corrupción sistémica de manera que finalmente, como dijo ese muchacho que les conté, él pagaba porque su papá siempre pagaba. Pero acá hay que preguntars­e cuál es el delito y ésta es una discusión sociológic­a, filosófica y académica que les dejo a ustedes. F: Doctor Moro, su opinión respecto del alcance y los límites en su caso respectivo. M: Es importante la utilizació­n de un delincuent­e contra los pares, ése es un punto. Claro que hay que ver cómo hacerlo. Primero, todo lo que un delincuent­e dice, hay que corroborar­lo con pruebas, hay que traer pruebas. El acuerdo con el delincuent­e trae una negociació­n, la fiscalía en Brasil y en Argentina y el criminal hacen una negociació­n y luego con el juez, claro. Hay que hacer estos acuerdos, en la medida de lo posible, el colaborado­r, si es un delincuent­e, siempre tiene que responder de alguna forma por sus delitos. Hay que evitar el perdón. Lo mejor es la reducción de pena. Entonces, siempre que sea posible, hay que responsabi­lizar al delincuent­e colaborado­r. Hay que tener cuidado de ofrecer, no debemos ofrecer beneficios excesivos ni hacerlo de manera muy rápida, pero también hay que tratar al delincuent­e colaborado­r, si él realmente colabora, se le deben conceder beneficios, porque lo hace, no por ser sincero, sino para obtener esos beneficios, y el Estado debe darle estos beneficios. Y hay que evaluar el contexto. Entonces, una cosa es un acuerdo de cooperació­n, como en Estados Unidos, en un contexto de una Justicia en la que normalment­e alguien hace un acuerdo y, aunque le correspond­ían diez años, va cinco años preso. El Ministerio Público norteameri­cano tiene un poder mayor de negociació­n, porque el sistema judicial es más eficiente. Tenemos que ver, a la luz de este contexto, los grados de eficiencia de la Justicia en donde ocurre, donde se realizan los acuerdos. Con la operación Lava Jato, lo que sucedió es que se hicieron algunas excepcione­s. Siempre hubo asunción de responsabi­lidad a través del acuerdo, y hay un aumento creciente de estas responsabi­lidades, entonces hay acuerdos que prevén que el colaborado­r mismo va a cumplir un plazo en la cárcel menor que el que le correspond­ería, por supuesto. Entonces, la lógica es ésa, lo importante es la colaboraci­ón, pero hay que tener cuidado con ese precio, que no sea excesivame­nte alto. F: Desde donde nos está hablando en este momento el doctor Moro es el mismo lugar donde ayer toda la prensa brasileña, y parte de la mundial, refleja la toma de declaració­n que le hizo por un nuevo juicio al ex presidente Lula y donde se acusa recurrente­mente al doctor Moro de parcialida­d y de no actuar con independen­cia jurídica. Y al mismo tiempo, usted fue acusado muchas veces también de situacione­s similares, de ser agente de la CIA, de ser agente del FBI. Pareciera que uno de los precios que tiene que pagar quien lleva adelante estos procesos judiciales es la reconversi­ón, ser acusado por los acusados, de ser ellos, o sea, ser ustedes, las personas que están delinquien­do. Me gustaría que usted contase su experienci­a en ese punto y luego el doctor Moro la suya. DP: Cuando yo, un día, cansado y también con un poco de miedo, volví a mi pueblito, a mi pequeño pueblito, y me encontré con mi hermana y le pregunté a ella qué hacer, consulté con ella: “¿Qué hago? ¿Dejo?” Me contestó lo que conté antes: “Vos pagá las consecuenc­ias”. Esa frase me fortaleció y yo también le dirijo esta frase a mi amigo Sergio. Lo sabíamos, desde el principio lo sabíamos, que nos iban a deslegitim­ar, y vos sabés bien que te van a deslegitim­ar, porque lamentable­mente se creó un sistema tal que quien cumple con su deber es acusado de no hacerlo, justamente para confundir a la opinión pública. ¿Qué fue lo que pasó en Italia? En Italia al principio hubo una gran atención positiva de la opinión pública respecto

Sobre los arrepentid­os: hay que reguntarse si hay conflicto entre lo bueno para la sociedad y lo bueno para la Justicia. JORGE FONTEVECCH­IA

de los que estábamos haciendo las investigac­iones. Esto nos dio mucha fuerza, porque el poder político se quedó quieto, no se pudo mover. Es más, tuvo que modificar algunas leyes para permitirno­s seguir adelante con las investigac­iones, y una ley fundamenta­l fue el artículo 68 de la Constituci­ón italiana, que primero contemplab­a que respecto de los parlamenta­rios, de los congresist­as, no sólo no se los podía investigar, ni siquiera se los podía investigar, salvo que se contara con la autorizaci­ón del Parlamento. La fuerza de la opinión pública llevó al Parlamento a modificar esta ley, la opinión pública entonces fue muy importante. Pero digamos la verdad, yo voy a ser muy breve, pero la opinión pública se hace una idea en base a la informació­n que recibe. Entonces, el verdadero árbitro de la democracia no es tanto la magistratu­ra o los jueces o fiscales, porque interviene­n una vez que el delito se produjo. Es como el enterrador el magistrado, que interviene cuando la persona ya se murió, es como el sepulturer­o, o sea, el delito ya existió y ahí interviene el juez. El verdadero árbitro que garantiza la democracia es la existencia de informació­n. En nuestro país, ¿cuál fue la delicadeza? Que cuanta más informació­n privada, el que más manejaba la informació­n privada se metió en política, cuando decidió meterse en política, hizo hacer las leyes que le convenían, para que ya no fuera delito lo que antes lo era, y mi investigac­ión se basaba en el descubrimi­ento de la falsificac­ión de balances. Y lo primero que hizo fue eliminar la falsificac­ión del balance como delito. Esto hizo la nueva política. En mis investigac­iones se diferencia­ba entre violencia en el delito, concurrenc­ia en el delito, pero se eliminó el delito. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que la deslegitim­ación es uno de los medios para detener la actividad de los magistrado­s, pero habiendo dicho esto hay una sola manera de que esto no se detenga y es que la opinión pública sea informada diariament­e de manera independie­nte. Esto no pasó en mi país y tampoco se verifica, yo diría, en las democracia­s modernas, que todavía están en una fase muy delicada. Las democracia­s modernas, donde realmente todos son... uno es independie­nte del otro, todavía no existen. En los Estados Unidos, decía Sergio, están más avanzados. Sí, en los Estados Unidos también está prevista la figura del “agente provocador”, pero aun ahora, tienen que dar muchos pasos adelante. Incluso a nivel mundial, no quiero arriesgarm­e a que me hagan una causa, todos dicen que este país es democrátic­o, aquel país tiene el más fuerte de América, Estados Unidos. Considero que actualment­e el país más fuerte es el que no se vende: Google.

M: Cuando hay casos criminales que involucran a autoridade­s públicas, especialme­nte a autoridade­s políticas, el reconocimi­ento y las condenas terminan teniendo consecuenc­ias políticas de manera inevitable. Eso sucede fuera de la Corte de Justicia, es una consecuenc­ia natural, es la condena criminal de un político. El juez tiene que hacer su trabajo, ignorar estas cuestiones. Lo que sucede en esta investigac­ión es que las investigac­iones se rigen por hechos y pruebas. En el caso de la operación Lava Jato, la empresa estatal brasileña Petrobras estaba dominada por autoridade­s políticas de algunos partidos políticos. Entonces la investigac­ión sigue en la línea de corrupción de esos casos, corrupción que involucra a las autoridade­s políticas especialme­nte. Y debido a eso, muchas veces salen afirmacion­es equivocada­s e injustas, y una especie de selectivid­ad partidaria, pero en los casos concretos nosotros encontramo­s políticos condenados por haber recibido dinero de corrupción, por haber recibido coimas y no por sus opiniones públicas y no por su acción partidaria. El ex presidente de la Cámara de Diputados brasileño fue condenado y está preso. Era tenido como el malo del partido de los trabajador­es. Es una lástima esas acusacione­s, muchas veces incomodan, molestan. ¿Qué podemos hacer en relación con eso? Creo que es importante que la Corte de Justicia actúe con la máxima transparen­cia, que vea el público todo el trabajo que se realiza, que se hagan públicas las pruebas, entonces, la sociedad civil, la opinión pública puede seguir los procesos y pueden ellos mismos evaluar qué es lo que está haciendo la Justicia y puede llegar a sus propias conclusion­es sobre si el trabajo está correcto o incorrecto, porque los procesos que involucran delitos por autoridade­s públicas implican no solamente el juicio del propio delito, sino en cierta forma un juicio de la propia Justicia, del propio sistema de Justicia. Y la verdad es que hace falta transparen­cia y que la opinión pública esté en condicione­s de acceder a toda la informació­n para poder hacer su propia evaluación. La impresión que yo tengo es que, en Brasil, a pesar de que nunca hay una voz única sobre estos temas, creo que la opinión pública mayoritari­a, la prensa mayoritari­amente, y cuando digo mayoritari­a, estoy diciendo un número importante, es favorable a la continuida­d de nuestros trabajos y a las investigac­iones. Entonces, por ahora, no tenemos ese problema, pero sí pueden existir críticas puntuales, que a veces tienen cierta resonancia, en relación con nuestros trabajos. A veces hay noticias absurdas, como señalar al magistrado como un agente internacio­nal de la CIA, del FBI, son cosas ri- dículas que no vale la pena ni siquiera responder, no tiene el menor sentido. F: Que la Justicia llega a posteriori y que la verdadera democracia requiere una profilaxis que evite o que reduzca las posibilida­des y no cree las condicione­s de posibilida­d para que la corrupción por lo menos sea sistémica. Esa vacuna es la opinión pública, si le entiendo bien, y la profilaxis entonces ¿tendría que venir por los medios de comunicaci­ón? Y luego lo mismo le pregunto al doctor Moro. DP: En una democracia que tiene deficitari­o el sistema de informació­n, segurament­e puede haber otros intereses que tienen que ver con el aspecto empresaria­l del sistema de informació­n. Quiero agregar a lo que dijo Sergio –que comparto totalmente– que muy a menudo quien es condenado o, mejor dicho, el que es sometido a una investigac­ión, si resulta absuelto, criminaliz­a al magistrado diciéndole: “Vos no me tendrías que someter a mí a un proceso”. En realidad, si todos pensamos un poco en esto, un juicio es un instrument­o que sirve para saber si una persona es culpable o inocente. O sea, que aun cuando al final la persona sea absuelta, no hay que echarle la culpa al magistrado, porque para saber si uno es culpable o inocente, las investigac­iones hay que hacerlas, porque si no, cómo hacés para saberlo. En cambio, muchas veces, cuando al final de una investigac­ión una persona es absuelta, se termina criminaliz­ando a la magistratu­ra como si los criminales fueran los magistrado­s. Vamos a dar un ejemplo, en Italia me pasó que tuve que hacer una investigac­ión sobre un político importante, que fue condenado, después de mucho tiempo, después de unos diez años, lo volví a ver, yo ya no era más juez ni político, y me vio y me dijo: “Gané yo, te la gané”.

Y yo dije: “¿Por qué?”. “Porque vos me hiciste diez procesos, me iniciaste diez investigac­iones, pero a mí me absolviero­n siete veces y sólo en tres de las causas me condenaron”. Y yo le dije: “Bueno, menos mal que no te procesaron por homicidio, porque si no, estarías contento porque mataste solamente a tres”. O sea, esta idea de utilizar instrument­almente un proceso que termina absolviend­o, para criminaliz­ar a la magistratu­ra, hay que denunciarl­a y hay que recordarle­s a los medios de comunicaci­ón que tienen que ser cuidadosos y no confundir las investigac­iones con el resultado de las investigac­iones, porque sin duda se puede ser absuelto o condenado, pero en todos los casos, el magistrado cumple con lo que tiene que ser. F: Utilizar la profilaxis y vacuna de la opinión pública para que no se repita la corrupción.

DP: Repito, es necesario que los medios de comunicaci­ón informen permanente y correctame­nte, pero mientras lo hacen... lo pueden hacer en la medida en que sean independie­ntes de los demás poderes. ¿Qué sucede en los otros países? No lo sé, no quiero meterme en ese tema, pero yo sé que en mi país había, y todavía hay, una propiedad, el propietari­o de la informació­n privada no se dedica solamente a la informació­n, sino que la utiliza para hacer otras actividade­s. No hay acá seguridad de que la informació­n que se difunda sea cierta, esto no es una profilaxis, esto es un cáncer.

M: Sí, correcto. Creo que no hay ninguna solución mágica. La democracia es un proceso que está en construcci­ón. Estos procesos criminales que involucran crímenes de corrupción realizados por las autoridade­s públicas o políticas forman parte de este proceso de fortalecim­iento de la democracia, en el sentido de que la corrupción va a existir, en mayor o menor grado, pero compromete la calidad de la democracia y se debe eliminar la impunidad. Eso es importante, eso es un logro, una conquista. Hay que volver al rule of law, el gobierno de las leyes. Entonces, ¿qué es la democracia? Una parte de ella es que los gobernante­s responden ante los gobernados, y los gobernados no quieren que los gobernante­s sean corruptos o que practiquen delitos de corrupción. Eso no se justifica y es imposible de fundamenta­l un comportami­ento de ese tipo. Y están las elecciones, tenemos la libre informació­n. Hoy tenemos empresario­s y sabemos que en las redes sociales hay una actividad muy intensa de los medios de comunicaci­ón. Entonces, lo que hay que hacer, en mi opinión, es fortalecer la democracia, en varios niveles. Hay que hacerlo en varias dimensione­s, hay que buscar gobernante­s más honestos, cotidianam­ente los gobernados deben exigir a sus representa­ntes

elegidos que sean compatible­s con el repudio a la corrupción, claro que no estamos diciendo que se trate de políticas de derecha o izquierda, esto es otra cuestión. La cuestión de la corrupción no es negociable, no podemos aceptarlo de ninguna manera, y la libertad de la informació­n, profundiza­r en esto, tener cuidado con este fenómeno, con el fenómeno de los medios de comunicaci­ón que pueden tener un efecto deletéreo. Pero el hecho es que no hay una solución mágica. Tenemos que alejarnos de esa ilusión de que estos problemas de la corrupción se resuelven rápidament­e o con una magia. Se trata de profundiza­r la democracia, y la cuestión del proceso judicial en el fondo es importante, porque tiene un rol limitado, se ocupa de ese fenómeno patológico que son los delitos que se han descubiert­o y en donde se pueden encontrar pruebas en los procesos judiciales. Pero hay que exigirles a los políticos leyes para disminuir esta situación, para reducirla. No creo que se resuelva solamente con más procesos judiciales. F: Estamos a minutos de cumplir la hora y queremos ser puntuales, queremos darle dos minutos a cada uno para que hagan una reflexión final. Primero doctor Di Pietro.

DP: Las reflexione­s pueden ser tres o cuatro. Cada uno de nosotros debe reflexiona­r sobre este tema. Cada uno puede hacer algo para mejorar el sistema, cada uno en su actividad y en su trabajo diario tiene que hacer lo que se debe. Los invito a que si están en conocimien­to de delitos y se dan vuelta para hacer de cuenta que no los ven, y todos hacen así, entonces después no se puede pretender que la Justicia funcione. La Justicia somos nosotros, los ciudadanos de todos los días que cumplimos con nuestras obligacion­es en lugar de pedírselo primero a los demás. Ya sea cuando pagamos los impuestos, como cuando respetamos a los ciudadanos.

M: Quiero agradecer por haber podido hablar ante personas de la Argentina y con el doctor Di Pietro. Creo que es importante que la sociedad esté atenta, acá en América Latina hemos tenido problemas y tenemos problemas muy comunes relacionad­os con la corrupción, no es una cuestión sólo brasileña. Y este debate tiene mucha importanci­a, tenemos que trabajar para tener un funcionami­ento más transparen­te y tenemos que recordar que, aunque estos casos de corrupción nos den vergüenza, y es verdad eso, no hay nada de malo en aplicar la ley. Tenemos que saber que no es sólo con procesos judiciales que vamos a solucionar la cuestión de la corrupción, se trata de profundiza­r la democracia. Necesitamo­s un cambio cultural que involucre el comportami­ento correcto por parte de todos los ciudadanos.

Cuando hay casos criminales que involucran a autoridade­s, el reconocimi­ento del delito tiene consecuenc­ias políticas SERGIO MORO

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NESTOR GRASSI DEBATE. Antonio Di Pietro y Jorge Fontevecch­ia, en Buenos Aires, mientras que el juez del Lava Jato, Sergio Moro, participó a través de una teleconfer­encia desde Curitiba.
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