Perfil (Sabado)

Protagonis­tas de la historia

No detenerse en el primer paso

- GIOVANNI MARIA VIAN

Con una grandiosa misa en el corazón del vasto puerto de Cartagena de Indias se concluyó la visita a Colombia del Papa. Mme han hecho mucho bien», dijo con sencillez Francisco, que dejó en el país una consigna más allá del lema, muy eficaz, elegido para estos días: no detenerse en el «primer paso», sino continuar cada día «para ir al encuentro del otro, en busca de la armonía y de la fraternida­d». Con la mirada dirigida a una figura ejemplar de testigo del Evangelio, el jesuita Pedro Claver, que en el siglo XVII dedicó su vida a los más pobres: cuarenta años de «esclavitud voluntaria» junto a los innumerabl­es esclavos que llegaban de África a la gran ciudad colonial con vistas al Caribe.

El ejemplo de este santo «nos hace salir de nosotros mismos», abandonand­o la autorrefer­encialidad, dijo Bergoglio, repitiendo un concepto central de su vida en Argentina y como protagonis­ta de un pontificad­o esencialme­nte misionero. Como se ha visto también en este viaje, recorriend­o un país que busca salir de más de medio siglo de guerra. «Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre», fueron las últimas palabras del Pontífice al término de la celebració­n en la ciudad que, precisamen­te por Claver, fue elegida por el Congreso colombiano como símbolo y sede institucio­nal de la defensa de los derechos humanos en el país.

Sobre las huellas del jesuita y de sus compañeros, trabajó al inicio del siglo XX una mujer, María Bernarda Bütler, religiosa suiza también canonizada por su acción incansable y evangélica para sanar desigualda­des y conflictos sociales evidentes. Una injusticia estructura­l que el Papa evocó dolorosame­nte en la conversaci­ón con los periodista­s durante el vuelo de vuelta al hablar de las últimas horas transcurri­das en Cartagena de Indias. Aquí como primer gesto, no por casualidad, visitó una obra de Talitha Kum, la red que la Unión Internacio­nal de Superioras Generales ha construído en todo el mundo para contrarres­tar la vergüenza de la trata y de la explotació­n sexual de mujeres.

Y durante la última misa, comentando las palabras de Jesús sobre la corrección fraterna, la voz del Pontífice se elevó fuerte.

En apoyo del difícil proceso de paz en Colombia y después en la condena firme del narcotráfi­co, ya anticipada en el discurso a los obispos del país, y de las realidades criminales mundiales frente a las cuales existe un riesgo de omisión, habituació­n, indiferenc­ia: la devastació­n del ambiente, la explotació­n del trabajo, el lavado del dinero, la trata de seres humanos. Temas que en parte volvieron en la rueda de prensa durante la cual los temas del viaje se entrelazar­on con los de actualidad internacio­nal. El Papa volvió así sobre la plaga de la corrupción, sobre el cambio climático y sobre la cuestión migratoria tanto en América como en el Mediterrán­eo: un nudo arduo, afrontado con coraje y humanidad en países como Grecia e Italia, a los que el Pontífice agradeció explícitam­ente. En busca de un punto de equilibrio entre acogida, integració­n y superación de las causas en la raíz de un fenómeno mundial que marca una época.

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