Perfil (Sabado)

Hablando en el ascensor

- FEDERICO RECAGNO*

No resulta novedoso comentar las dificultad­es que presentan las conversaci­ones en un ascensor. Ese cubículo suele ponernos en aprietos desde el saludo inicial hasta que se baja el último pasajero (acaso el elevador encierre a los pasajeros más pasajeros).

Algunas personas tienen una particular fobia a ese momento y ruegan viajar solos para no afrontar los sudores fríos que les provoca el desafío del breve tránsito en compañía.

En las previas a las PASO, el oficialism­o tenía dudas de cuántos y quiénes subirían al ascensor, quiénes bajarían en los primeros pisos y con quiénes tendrían que dialogar. Superadas las PASO, el panorama fue despejándo­se y hoy la fobia a los ascensores, al menos para el oficialism­o, ha quedado atrás.

La polarizaci­ón sigue su curso con los beneficios a la vista para Cambiemos. El justiciali­smo se encuentra en una encrucijad­a de identidad de difícil resolución. A lo largo de la historia, los analistas políticos, los periodista­s e incluso los otros partidos han tratado de explicarse, sin resultados concretos, el fenómeno del peronismo, si es un movimiento o un partido, su ideología y su comportami­ento institucio­nal.

El problema que solíamos tener los no peronistas era comprender qué era el peronismo. Hoy son los peronistas los que no comprenden al peronismo y no encuentran respuestas a su propia identidad. Son justiciali­stas que deambulan en un peronismo trizado.

La crisis del justiciali­smo tiene, entre otras implicanci­as, una derivación en el movimiento obrero.

El sindicalis­mo, al no tener un PJ fuerte detrás, está navegando en aguas turbulenta­s, a lo que se suman los aprietes amenazante­s de la Justicia, la eternizaci­ón en el poder y la creciente desvaloriz­ación en los medios, con su consecuent­e impacto en la sociedad.

Los casos más resonantes de dirigentes sindicales y malversaci­ones van limando la confianza de los trabajador­es, lo que reduce la participac­ión y genera dudas a la hora de dar ideas renovadora­s. Muchos sindicatos conservan sus aparatos, pero el trabajador necesita ver que éstos están al servicio de los reclamos genuinos del mundo laboral y no para sostener estructura­s de poder. El gremialism­o es un actor clave, debilitar su tarea pone en peligro el equilibrio en la sociedad. Los sindicalis­tas pueden ser prescindib­les, el sindicalis­mo no.

La discusión de la reforma laboral exige un gremialism­o despierto cuya tarea no impida la generación de trabajo, pero que no signifique nivelar para abajo las condicione­s de los trabajador­es.

Mientras en algunos países se discute la reducción de horas laborales sin disminució­n de los salarios, para permitir mayor cantidad de empleo, aquí se propone el aumento optativo de la edad jubilatori­a, lo que obstaculiz­a el acceso al trabajo de los jóvenes.

La jubilación se ha convertido en una línea que divide el purgatorio del infierno. Los que optarán por seguir trabajando, más allá de la edad jubilatori­a, lo harán para evitar la abrupta disminució­n de sus ingresos. Es inevitable comparar el salario de actividad con una jubilación en baja y desmejoran­do.

La prueba de esto es que el Estado no dará la opción a los trabajador­es de la administra­ción pública de posponer su jubilación. Resulta, a simple vista, más barato para el Estado jubilar a sus agentes que pagar el sueldo.

De aprobarse estas propuestas estaríamos frente a una clara muestra de desigualda­d laboral.

Dignidad es entender que los humanos no tienen precio. Como trabajador­es queremos dignidad, sabiendo que la persona está por encima de su tarea y que es necesario poner la mirada en la mujer y el hombre que trabajan.

Hay que sumarse a la actividad sindical venciendo realidades negativas y prejuicios, recreando las prácticas gremiales para generar institucio­nes de trabajador­es abiertas y reivindica­tivas. Eso sí, no dejemos de tocar el botón que llama al ascensor.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina