Perfil (Sabado)

Fellini en Madrid

- MIGUEL ROIG*

Vi Giulietta de los espíritus a los 10 años y no volví a verla. Aquella vez fue a bordo de un transatlán­tico en cuyo cine los chicos entrábamos sin ninguna prohibició­n ni control. Con el paso de los años he ido conservand­o algunas imágenes y atmósferas de aquella película y por alguna razón no del todo clara he preferido preservar esas escenas, como si en su conservaci­ón pudiera tener un registro de mi mirada infantil. Ayer me reafirmé en esta actitud al ver algunos cortos de Fellini en una exposición que se está llevando a cabo en el Círculo de Bellas Artes en Madrid.

Fellini es el único realizador, a excepción, quizás, de los hermanos Lumière, al que se le dedica tiempo y espacio en museos y salas culturales de las principale­s salas de Europa fuera de los cines.

Como tantos otros creadores en el siglo pasado, Fellini se negó a trabajar en publicidad. Una de las pocas excepcione­s fue la Banca de Roma con la condición de poder hacerlo con total libertad.

Los tres spots que rodó giran en torno a los sueños y su interpreta­ción. En todos ellos el personaje que padece verdaderas pesadillas es el actor Paolo Villagio y, al final de cada episodio, aparece un psicoanali­sta, Fernando Rey, quien interpreta las escenas de casa sueño.

Villagio compone en todos los cortos un personaje adulto, similar al señor López, aquel hombrecito creado por Carlos Trillo y Horacio Altuna que abría puertitas a sus fantasías. En uno de ellos está vestido como un niño en un oscuro sótano y se cruza con una atractiva mujer a la que no puede entender porque ella le habla en holandés y que, según cuenta el personaje, era una vecina extranjera que vivía en el piso superior al suyo durante la infancia del hombre. El pequeño enamorado, hoy devenido en hombre, pide un traductor y acude, entonces, un león, el cual le explica que la mujer dice que no puede hacerle caso porque no es más que un niño. El personaje, presa del pánico ante el felino, comienza a llamar al portero, pero de repente calla al ver que al animal se le escapa una lágrima y él también, ante esto, deja correr las suyas en su rostro. El terapeuta le preguntará en la sesión por qué tiene un león en el sótano humillándo­lo, degradándo­lo, ¿por qué lo hace llorar?

La exposición se completa con los storyboard­s de las tres películas dibujados por el propio Fellini con viñetas de marcado carácter ingenuo y una composició­n muy elemental, casi infantil. Esa mirada es la misma que se descubre en el Libro de los sueños, un diario de los sueños personal que Fellini llevó desde la década del 60 –cuando descubre el psicoanáli­sis– hasta el final de su vida dibujando, día a día, las imágenes de sus sueños nocturnos.

Casi al acabar su carrera, Fellini rueda Entrevista y el centro del film lo constituye la aparición de Mastroiani ataviado como el mago Mandrake. El cineasta no tiene mejor modo de expresar la decadencia vital y creativa, arropada de una crítica feroz: “¿Qué haces con este disfraz?”, le pregunta Fellini. “Publicidad”, le contesta Mastroiani. “A mí no me ofrecen”, comenta el realizador. “Es una suerte”, remata el actor.

Después del encuentro, Mastroiani, siempre vestido de mago, se sube al coche de Fellini y van a la casa de Anita Ekberg, la actriz que protagoniz­ó junto a Mastroiani La Dolce Vita. Ekberg los recibe y monta una pantalla donde se proyecta la escena de la pareja en la Fontana di Trevi. Anita y Marcello se miran, treinta años después, y la nostalgia, cierta decadencia y la cercanía del final van cerrando Entrevista, que culminará con una escena entre apocalípti­ca y bufona. Escuchamos la voz en off de Fellini, que dice: “La película debe terminar ya y de hecho ha terminado. Me parece oír a uno de mis antiguos productore­s: ‘¿Cómo terminas así, sin un hilo de esperanza, un rayo de sol? Dame por lo menos un rayo de sol’, me suplicaba al principio. ¿Un rayo de sol? No sé, lo probaremos”.

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