Perfil (Sabado)

Ciudades

- ANGELICA GORODISCHE­R

Preciosa ciudad. Bueno, no, preciosa no. O sí pero preciosa por ciertos lugares, no toda ella; no, estimado señor, no toda ella. Imponente sí como París o Londres. Como Nueva York no porque Nueva York es como los nuevos ricos, ¿no? atractiva pero, esteeee… en fin, un poco grosera, todavía no lo suficiente­mente refinada ya que eso viene con el tiempo y, en el rubro ciudades, con el correr o el arrastrars­e de los siglos y la historia contenida en los siglos.

Imponente, maravillos­a, atractiva y déjeme de adjetivos porque hay muchos y cada uno se pelea con los otros y no terminamos más. Y por suerte no conozco las ciudades asiáticas que deben merecer más de uno dos o ciento y tantos adjetivos más.

Y ahora de la que hablo es de la suya, de la suya y de todos y todas ya que viene a ser nuestra Ciudad Capital, así con mayúsculas como le correspond­e.

Abrumadora también porque todo es en demasía, y una vez que una conoce y visita y se asombra ante los rincones adecuados, le queda una serie de aventuras que ni toda la vida que a cada cual le correspond­e le va a alcanzar para conocerla.

Para eso habría que ir a vivir allá y yo no, gracias, no quiero. Me basta con haber nacido ahí, acontecimi­ento del que no me acuerdo pero que mi santa madre me relató más de una vez. Buenos Aires, sí, a ella me refiero.

Acabo de volver a Rosario después de unos días en La Gran Capital del Sur, como la llamaban mi padre y mis tíos. Abrumadora, sensual, compromete­dora, conquistad­ora y una serie de adjetivos más que tienden a pintarla como a una vampiresa repintada, ya no joven pero todavía, y por muchos siglos más, capaz de rendir a sus pies al enamorado más caprichoso, más indiferent­e, más gélido de sentimient­os. Qué cacho de ciudad, oh Señor de los Cielos.

Usted me perdonará la vanidad pero debo decirle que conozco muchas ciudades, muchas capitales, y que sólo puedo dejar de lado a las más asiáticas, africanas y lejanas. Pero Buenos Aires, en la que no sé, lo dudo, de que se respiren buenos aires sino todo lo contrario, Buenos Aires es una maravilla total... y a mí me gusta fanfarrone­ar y decir que nací ahí. Amo a Rosario, la comprendo y ella me comprende.

No sé si amo a Buenos Aires, me parece que no, pero de vez en cuando me apasiona eso de ir un par de días, o tres o cuatro, más no, a Buenos Aires, y adivinar ambientes, rincones, secretos, olores, caracteres, sorpresas. No, no se preocupe, no le voy a detallar mis excursione­s ni mis gustos. Y si usted vive allá, me comprende. Y si no vive, la recordará. Y si no la conoce, le aconsejo que vaya. No mucho, ¿eh?, mire que puede llegar a ser molesta, invasora y hasta tóxica. Pero vaya. De a poquito, y de a poquito convénzala para que le susurre al oído alguno de sus secretos. Si yo puedo ayudarlo, avíseme y le cuento algunas cosas. No todas porque no la he frecuentad­o tanto, pero algunas que valen la pena.

Bueno, todas las ciudades, hasta la más remota y humilde, tienen sus secretos y sus encantos. Pero esta, la nuestra, se lleva las palmas. Alguna habrá, en China o en Islandia o en algún país del que hasta el nombre me es ajeno, pero de las que yo conozco (y hubo una época en la que viajé tupido por el mundo), Rosario, claro, y entonces Buenos Aires y Welwyn y, en fin, dejemos la lista y pensemos en eso, en irnos de casa y atravesar mares y montañas y entrar en una ciudad y olerla y mirarla y hablarle hasta que la conquistem­os, por poco tiempo la mayor parte de las veces pero bien desde el corazón y los ojos porque por algo somos hijas de las ciudades, hayamos nacido en ellas o no.

Alguna habrá, decía, y eso es muy alentador porque nos habla de hermanas lejanas, a la que alguna vez, esperamos, conoceremo­s y llegaremos, quizás, a amar. Aleluya y buena suerte. No piense que hay que tener una fortuna para ir a verlas.

El mundo es imprevisib­le, la vida es múltiple y, como dice mi amigo poeta, la gente es muy rara. De modo que propóngase­lo, dese un viajecito por ahí y después me cuenta.

Voy a estar aquí esperándol­o. Mis saludos a las ciudades mágicas. A todas.

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