Perfil (Sabado)

El stand-up se subió al circuito comercial

- ANALÍA MELGAR

En la cartelera del teatro Maipo, cuna del género de revistas y emblema de la escena comercial, cuatro espectácul­os comparten el hecho de ser monólogos humorístic­os escritos por los propios intérprete­s, con elementos extraídos de sus vidas personales. Cada uno de ellos mantiene cierta relación, histórica o presente, cómoda o distante, con el género de stand-up. Ya no están en el off, con entradas módicas o incluso a voluntad. El género creció, está en el circuito comercial y se encuentra entre los más convocante­s.

Sebastián Wainraich presenta Frágil como “un unipersona­l, una obra de teatro, en la que van surgiendo cuatro personajes; bailo, canto, actúo; además, hay monólogo, stand- up o como quieran llamarlo. En el stand-up, la persona está arriba del escenario contando su visión del mundo; a eso le agregué personajes, una trama, algo que se va hilvanando durante toda la obra”.

En su séptimo año, Dalia Gutmann dice que su Cosa de minas ha ido mutando: “Hago stand-up, pero necesité apoyarme en escenograf­ía, pantallas, canciones, porque al público hay que darle estímulos, para que el que se está aburriendo se despabile. Así que hago standup con condimento­s: hago un show”.

Por su parte, Martín Pugliese presenta su Solo en casa como “un unipersona­l de stand-up, con un muñeco que cobra vida y me acompaña, lo que, para los puristas, podría ser una falta de respeto al género. Hablo de cosas que me tocan de cerca: de lo que significa, para un hombre que tiene hijos, vivir sin tiempo y estar solo su casa”.

Y Juampi González cuenta, a sus 29 años, que Soltero es “stand-up, pero también hago personajes, interactúo con el público e improviso desde la espontanei­dad; el stand-up es lo que me da la estructura de los chistes que surgieron a partir de irme a vivir solo, sobre el estado civil, las citas”.

—¿Tienen un preferido entre Seinfeld y Louis C.K.? Luego de las denuncias de abuso sexual contra Louis C.K. y de que él las reconocier­a como ciertas, ¿qué opinan de él?

WAINRAICH: Seinfeld me parece de lo mejor. Parece una comedia superficia­l, pero adentro podés ver todo: la soledad en la gran ciudad, la neurosis, la histeria, las relaciones humanas. Louis C.K. tiene una cosa más melancólic­a, graciosa, incómoda. Pero cuando te enterás de los casos de acoso queda entre signos de pregunta. Merece la condena como cualquier persona, sea un genio, un contador o un arquitecto, pero se hizo cargo, no salió a acusar a la víctima. Y esto no es menor. GUT - MANN: Si

solo

me limito a lo humorístic­o, Seinfeld y Louis C.K. son referentes. Seinfeld es más prolijo; Louis hace un humor más visceral, hecho con verdad, con cosas que sufre. Pero preferiría ni hablar de Louis.

PUGLIESE: En Estados Unidos hay grandes comediante­s como Sarah Silverman o Louis C.K. Hago un paréntesis con el tema de los abusos; yo puedo separar la obra de la vida de la persona; no se puede negar el talento del tipo. GONZALEZ: Seinfeld fue el primer acercamien­to al stand-up; es el clásico, el que permite conocer la estructura. Louis está complicado, pero me gusta su autorrefer­encia. Senfield es brillant e , pero lo ves una hora y media y no sabés nada de él, no cuenta de su vida.

—¿Perciben caracterís­ticas del stand-up en Estados Unidos? ¿Caracterís­ticas en el humor del unipersona­l argentino? W: Acá es muy variado: tenés Les Luthiers y tenés Carmen Barbieri; los dos son re populares y hasta pueden compartir público. A los argentinos nos gusta reírnos de nosotros m ismos, pero si lo hace alguien que viene de afuera, se pudre. En Estados Unidos van a fondo con cuestiones de humor negro; pueden hacer chistes con las Torres Gemelas. A nosotros nos cuesta más hacer chistes con nuestras tragedias.

DG: Es muy diverso el humor en la Argentina. El desafío de los humoristas del unipersona­l es buscar y encontrar su público. No es algo popular ni para todo el mundo. Por ejemplo, Pablo Molinari conquistó al público nerd. Cuando el comediante entiende a quién le habla, sucede la magia. Yo le hablo a la mina común, al promedio, a la que sale a laburar todos los días.

P: Es una cuestión de producción y tiempo: acá todavía faltan bares de comedia, lugares donde el comediante pueda trabajar solo, desarrolla­rse, sin armar grupos de comedia. El stand-up no tiene más de quince años en la Argentina, y no paró de crecer; se amplió el público; estamos viviendo en un buen momento.

JG: Cada región tiene su estilo. Cuando fui a Uruguay era igual. En cambio, cuando fui a Colombia vi que el chiste de doble sentido del argentino no pega tanto. En general, la comedia argentina está por encima de la de otros países, que se quedan en nombrar la observació­n graciosa; les falta el remate del humor argentino, más trabajado.

—¿Es posible hacer humor políticame­nte correcto?

W: En Frágil hablo del mundo Inadi, digo que estamos re zarpados de Inadi. En realidad, que necesites que un instituto venga a decir que no nos discrimine­mos, que gritar “negro de mierda” está mal, eso ya es una locura. Yo creo que hay que reírse del poderoso, del que supuestame­nte tiene la razón. Por ejemplo, 300 chicas en la puerta de un hotel esperando a Ricky Martin, de ellas se suele decir que no estudian, no trabajan, que son putas, trolas… Pero a 300 tipos en la puerta de un hotel esperando a la Selección se les dice “la pasión del hincha”. Eso está re establecid­o.

JG: No me meto con temas muy controvers­iales: ni política, ni religión, ni enfermedad­es. Hablo bastante de sexo, hablo de mi sexualidad; creo que con eso no hiero a nadie; me divierten la incomodida­d y la risa cómplice. Parto de la base de que lo que escribo es políticame­nte correcto. Si el público me da otra devolución, si una palabra está mal utilizada, me avisan y se cambia. Obviamente hoy hay que poner la lupa un poquito más que antes y me parece que está bien. —¿El stand-up carga con el prejuicio de ser un gé-

nero menor?

P: Es un género mayor. El stand-up bien hecho le pelea a cualquier espectácul­o teatral: lo digo en animo de provoc a r. Mucha gente que viene del teatro no puede hacer lo que hace un comediante de stand-up. Pero hay mucho stand-up malo, y entiendo el prejuicio: tiene su correlato con la realidad. El mal stand-up se queda buscando solo el chiste. Hacer reír es el paso previo. Un cúmulo de cuarenta chistes en 10 minutos funciona bien para arrancar; después, hay que asumir riesgos.

“Les Luthiers y Carmen Barbieri pueden compartir público.” (Wainraich)

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El fenómeno de shows casi autobiográ­ficos que se apoyan sobre el humor. Sebastián Wainraich, Dalia Gutmann, Martín Pugliese y Juampi González hablan de sus espectácul­os y reflexiona­n sobre el género.
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TAMEPHOTO HUMORES. Dalia Gutmann, Sebastián Wainraich, Juampi González y Martín Pugliese.
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CEDOC PERFIL
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ANTES. Robin Williams, Whoopi Goldberg y Steve Martin edificaron sus carreras desde el stand-up.
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IDOLOS. Louis C.K. y Jerry Seinfeld son dos de los grandes maestros internacio­nales.

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