Un reconocimiento

Cumplieron acabadamente con su función. Amedrentaron, intimidaron; luego lanzaron gases lacrimógenos, dispararon balazos de goma y repartieron palazos a diestra y siniestra. Soportaron, no diré que estoicamente, la violencia reprochable de esos pequeños grupos que los amenazaban, desprendiéndose de una enorme multitud a la que, entretanto, amenazaban ellos. Defendieron, no ya la democracia o el Congreso Nacional, que nadie en sentido estricto atacó, sino la perentoriedad de una sesión parlamentaria en particular, que hacía falta concretar sin dilaciones, no fueran a caerse los acuerdos (plata por votos) que acababan de rosquearse con los excelentísimos gobernadores.

Lo que defendieron fue la perentoriedad de una sesión parlamentaria en particular

Cumplieron pues con su función. Y ahora, ¿qué? ¿Les dan las gracias y ya está? Yo sugiero, si se me permite, el sig uiente reconocimiento: ¿por qué no otorgarles a los abuelitos y las abuelitas de estos policías y gendarmes, o a sus papás y mamás, en los casos de edades mayores, el aumento del 14% en sus haberes jubilatorios que les habría correspondido con el anterior sistema de ajuste, y no el magro 5% (¡pero con bono!) que les corresponde con el sistema que acaba de aprobarse, con la promesa de alguna vez repuntar, si es que no se mueren antes?

¿Se imaginan, si no, el agrio malestar, el aire tenso, el reproche mudo que habrán de flotar insoportablemente sobre esas mesas familiares en esta próxima Nochebuena, en este próximo Año Nuevo; se imaginan las miradas vidriosas de los viejos, implorando una explicación, o exigiéndola, a ese nieto o a esa nieta, a ese hijo o a esa hija, que aplicaron y recibieron violencia para hacer viable el desfalco con el que, una vez más, y van muchas, los han rigurosamente cagado? No cuentan siquiera con la posibilidad de ayudarlos económicamente con una parte de su sueldo. No pueden: ganan poco. Son tan humildes como las personas a las que apalearon y atropellaron y dispararon a mansalva.